CAMAGÜEY.- Aquí estoy Fidel, solo que casi 58 años después y no en el mismo lugar ni en la misma fecha, para verte pasar otra vez cabalgando el tanque norteamericano que arrebataste al tirano, y desde su torreta, con la aurora del vencedor, sentirte partir ahora hacia la inmortalidad de la gloria, en un viaje en el que físicamente no tendrás regreso, para dejarnos este dolor callado y silencioso, amargo y lacerante.

A los miles, decenas de miles me parecieron a mí, que colmaron ahora las calles en esta ciudad de Camagüey, del oriente cubano, al tránsito de tus honras fúnebres hacia tu última morada en Santiago de Cuba, le recordaste aquel 4 de enero de 1959 cuando aquí llegaste, en una mañana triunfal, descabezada la dictadura pro imperialista a los pies del Ejército Rebelde, y nos regalaste, con tu traje de guerrillero aún con olor serrano, el saludo y el abrazo del líder revolucionario que todos aclamaban.

De tu discurso en la plaza de “La Libertad”, de las muchas cosas que dijiste, de lo que para el futuro vislumbraste advirtiendo que no eran promesas de políticos, disfruté tu declaración de “abogado del pueblo”,’ aludiendo a tu profesión, para defenderlo de las injusticias, dijiste, del robo, de los crímenes y los atropellos que contra él pudieran cometerse.

Adelantaste que después de haber conquistado la revolución el pueblo seguiría ganando batallas, y ni una sola hemos perdido contigo al frente en estos 58 años que ya van de enfrentar la hostilidad del agresor imperialista, que aún no cesa de bloquearnos económica, financiera y políticamente.

A las simpatías que esa misma noche confesaste sentir por Camagüey, creemos haberte correspondido con creces, porque como nos pediste en ocasión de conmemorar aquí el centenario de la muerte de otro grande de nuestra historia, el general mambí Ignacio Agramonte Loynaz, hemos sembrado nuestras llanuras de escuelas, fábricas, hospitales, y levantado cuanta obra humana ha sido posible en todas estas décadas para bienestar del pueblo.

Simbólicamente, en este cruce hacia tus raíces que hace la caravana con tus cenizas por la senda de la victoria, para encontrarte con el apóstol José Martí en el mausoleo póstumo santiaguero de Santa Ifigenia, pernoctaste en vigilia camagüeyana junto a nuestro héroe Agramonte, en la plaza que lleva su nombre, para fundir la gesta libertaria de las guerras de independencia contra el colonialista español con la que tu lideraste personalmente durante buena parte del siglo XX y lo que va del XXI, contra el imperialismo norteamericano y la que seguirás liderando ahora con tus ideas, mientras exista la humanidad.

Si en enero de 1959 nos dejaste aquí tus primeros pensamientos emancipadores y esperanzadores y después paso a paso nos trajiste la sobrehumana obra de tu diario quehacer de constructor e innovador, ahora, en tu aparente marcha, nos legas la hoja de ruta de tu Concepto de Revolución, la que millones de cubanos hemos jurado a tu paso aplicar y practicar, tanto desde el punto de vista de “cambiar todo lo que tenga que ser cambiado, como lo de ser tratado y tratar a los demás como seres humanos y emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos, así como no mentir jamás ni violar principios éticos y luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y el mundo”.

Por lo tanto, no hay despedida, que siempre son tristes. Seguimos Fidel, andando juntos, marchando al lado del Che, que nos acompaña, como diría el poeta, desde el “hondón americano”, con José Martí, que siempre guio tus pasos, y con este pueblo cubano, latinoamericano y caribeño, que entrañablemente te amaron y te amarán mientras perdure tu memoria en la historia, que será eterna.