CAMAGÜEY.- (ACN) La Plaza de la Revolución Ignacio Agramonte Loynaz, de esta provincia, nunca ha sido solo un monumento frío de hormigón, mármol y bronce, y tampoco lo será hoy, cuando esta noche acoja el tributo de esta legendaria región al eterno líder Fidel Castro.

Ante la pérdida física de una figura tan cimera como lo fue el Comandante en Jefe hasta la piedra llora, porque en ella está grabada el paso de la historia que a nada ni nadie deja indiferente, y en el caso de esa plaza, fue Fidel precisamente el que le insufló su primer soplo de vida, el 26 de julio de 1989.

Muchos son los discursos que en recordación a esa fecha pronunció el líder de la Revolución Cubana en todo el país, pero el de ese año en Camagüey se recuerda especialmente pues fue donde alertó al pueblo sobre la posibilidad real de la caída del campo socialista en Europa, que sobrevendría dos años después.

Cuán difícil debe haber sido entonces para Fidel, aunque en su intervención rezumaba de optimismo, avizorar y reconocer el riesgo de la pérdida de uno de los apoyos más vitales del proyecto social cubano, justo cuando el florecimiento económico de esta provincia, proyectado a corto plazo para otras, estaba en pleno apogeo.

Sin opacar la alegría por la construcción de colosales obras como la propia plaza, un edificio de 26 plantas, la Universidad de Ciencias Médicas, el segundo Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba, el mayor complejo de producción lechera del país, el líder alertó sobre lo previsible.

Hizo gala de su antológica costumbre de diálogo con los cubanos, y les comentó cómo el peligro no estaba solo en perder los suministros que durante casi 30 años “llegaron con la puntualidad del reloj” desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Además estaba latente el incremento de la hostilidad de Estados Unidos hacia la Isla caribeña, pues supuestamente

Cuba no podría resistir a la desintegración socialista y la Revolución desaparecería, por tanto ese razonamiento multiplicaba el espíritu agresivo de la administración de George Bush padre.

Pero ante las amenazas de la situación política mundial de aquel momento, también relució su eterna confianza en los cubanos cuando dijo que ni aun así la lucha cesaría, que los pueblos seguirían luchando más que nunca, y en la primera fila de esa lucha estarían Cuba y su Revolución.

Hoy, a más de 27 años de ese discurso que marcó un antes y un después en el devenir del socialismo en la Isla, y con una historia de resistencia ante los oscuros y difíciles momentos que le siguieron, los camagüeyanos se reunirán para decir adiós con la satisfacción de haber cumplido con Fidel el compromiso de ser consecuentes con su gloriosa historia.