CAMAGÜEY.- Alicia y Francisco tienen más de 90 años. Sobre ruedas, ella, y con sus pies, él. Surcan la mayor plaza de esta ciudad. Vienen desde Callejuela, sin descanso, bajo un sol ardiente a plena tarde.

“Nosotros hemos sentido mucho esta muerte de Fidel”, nos dice lánguido sin detener aquel paso lento y seguro, mientas le indicamos un atajo para llegar pronto al sitio donde se funden con imágenes y flores los afectos de pecho adentro.

Les pierdo la vista, porque han bordeado el monumento para entrar al Salón Jimaguayú, dispuesto para los honores en guardia y por donde han transitado hoy miles de personas, nacidas en Cuba y en otras partes del mundo.

En la espera de su retorno, recuerdo los pasos de hidalguía con que ha cruzado el Ballet de Camagüey, y a su Regina directora, quejumbrosa, a quien este momento no le sugiere clásico específico: “Si hoy podemos hablar de esos grandes ballet de otras épocas, si podemos bailarlos, si podemos presentarlos al público es gracias a Fidel y a todos los que hicieron la Revolución Cubana”.

Tampoco se me desdibuja Adianez con sus ojos lacrimosos, aunque tiene 14 años: “Pasar por aquí me ha llenado de tristeza. Me ha recordado mucho a mi bisabuela. Ella conoció a Fidel”.

Diosveny, profesora de Matemática de su escuela, la secundaria Pepito Mendoza, enseguida se me ofreció a contestar lo que fuera, y casi no pudo por la fuerte conexión del dueto de sus entrañas: “Yo perdí a mi mamá y ahora a mi Líder. Ella me dio la vida, y él, mi profesión. Ella lo conoció de cerca, y yo pude darle la mano, un Primero de Mayo en La Habana. Quien no haya perdido un ser querido no sabe lo que se siente”.

También impactado por el comportamiento respetuoso estaba Israel, de la unidad empresarial Encomil, quien ha tenido el privilegio de observar allí las horas de este día: “Ha pasado un mar de pueblo, con un dolor tremendo por nuestro Comandante. Lo que más me ha impactado son las compañeras con sus niños en brazos. Yo que lo tuve cerquita cuando habló un 26 de julio, ya tengo 62 años. Por eso te aseguro que Fidel nos sigue impresionando”.

Todas sus voces se me funden en los rostros de la fila sosegada que dibuja un itinerario nunca trazado en esta plaza compungida que me desgarra y me ilumina otra vez con los rayos de aquellos viejitos que son uno en el amor de sus defensas, en sus fervores.

Alicia, ama de casa, me cuenta que ya cumplieron los 51 años de casados, y refiere una coincidencia, excelente signo de la vida: “El 25 de noviembre, día de lo funesto, mi bisnieta cumplió su primer año”.

A Francisco no se le borró mi rostro, como para confirmarlo me pregunta si era la misma, y entonces me besa: “Nos hacía falta estar con él también este minuto. Todos los homenajes son pocos, aunque te digo más. Fidel estará todavía en la Tierra”.

Fotos: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFotos: Leandro Pérez Pérez/Adelante