CAMAGÜEY.- Fidel Castro la estaba regañando. Para Emilia Díaz Chávez era tremendo regaño, aunque no le pedía nada malo. Aquella expresión del Comandante le desató un espasmo galopante por el cuerpo.

La directora del Grupo Vocal Desandann no sabía si reír o llorar como una niña, pero el líder se había confiado en sus hombros y para ella significaba sostener el peso del país.

Los camagüeyanos andaban por La Habana, sin sospechar ese “golpe” de la suerte en la invitación al Consejo de Estado.

“De buenas a primera me avisan del Instituto Cubano de la Música para una cena con mandatarios, por el aniversario 30 de la Comunidad del Caribe (Caricom). Fue el 7 de diciembre del 2002, nunca se me va a olvidar”.

Desandann, que ya había cumplido ocho años, era tan “extranjero” como los dignatarios solícitos en el simbólico ágape de la región.

“Estábamos el Ballet Español de Cuba, la Camerata Romeu, Vocal Sampling, Pancho Amat y el Cabildo del Son, un dúo de estudiantes de la Escuela de Ballet de La Habana y nosotros. Los directores compartíamos donde los presidentes, mientras los colectivos aguardaban el turno en un enorme salón. Una presentación artística acompañaba cada momento de la comida, sin retorno a la mesa”.

Un tema por grupo, solo uno para transmitir lo auténtico. Desandann, por descendiente de haitianos, cantó la identidad en creole.

“Interpretamos Tande, una canción protesta acerca de las vicisitudes y los problemas terribles por los que pasó el pueblo de Haití cuando la dictadura de Duvalier (1957-1963). Su autor, al igual que los miembros del grupo, tuvo que salir del país. El solista es Fidel Romero Miranda, Fidel porque nació el 19 de abril de 1961. En todas las partes del mundo donde la hemos cantado, a pesar de que no entienden el texto, las personas se conmueven, algo los compulsa”.

Emilia degustó el menú casi completo, porque le tocó pararse cuando el postre y Pancho Amat cerró.

“Al rato nos dicen: 'fíjense, el Comandante quiere reunirse con todos los artistas’. Yo me alegraba por la posibilidad de verlo cerquita. De pronto llegó. Su locomoción era dificultosa, debido a la rodilla. No hizo más que entrar y preguntó '¿dónde están los camagüeyanos?'. Ha sido la frase que más he repetido en mi vida. 'Aquí, aquí', respondimos tímidos. Entonces me pasó un brazo por el hombro y el otro a Eduardo Veitía, el director del Ballet Español. Fidel tuvo un encuentro con nosotros de una hora y tanto, paradito así”.

Como si el talento suyo fuera imperceptible, Emilia tiene varias “teorías” de la curiosidad del Comandante.

“Que a Fidel le llamara la atención Desandann se lo atribuyo a muchas cosas. Tal vez de los otros ya sabía porque son de La Habana, pero a nosotros nunca nos había visto. También su interés pudo ser porque la música le recordara su infancia, por su acercamiento de siempre con los haitianos”.

Aquel momento le supo a eternidad, fecundo para emociones disímiles, entre la sorpresa y la preocupación.

“Se pasó tanto tiempo conversando en una misma posición, con el mismo interés en la mirada, en la misma forma de proyectarse que lo hemos visto en las plazas. Hablaba bajito, mesurado, muy tranquilo. Como siempre hemos pensado, él pone el corazón en lo que dice. Tenía buen aliento y la barba encanecida, aunque roja en la punta. Me encanta su forma de girar la cabeza. Cuando esa cabeza venía para mí, pensaba: ¿y ahora qué va a pasar? Su voz nos ha acompañado por años. Fidel tiene una voz bella, una voz que te da confianza y miedo a la vez; miedo porque ya había recibido el regañito aquel y quería decirle cosas que valieran la pena”.

Pero Emilia tiene un corazón a prueba de todo, el corazón de vivir para contarlo.

“Conversó de muchas cosas. Nos reveló las dificultades en la visión de los habitantes próximos al río Cauto, era algo que lo desvelaba y aún no se había hecho público. Se interesó por asuntos del arte, nos hizo muchas preguntas. Quiso saber de nuestra familia, a cuál generación pertenecíamos, de cómo aprendimos y nos pidió que defendiéramos el idioma, que lo pasáramos a los niños. Llevo eso en el corazón con orgullo y alegría”.

Eso de las peticiones había surgido a partir de la incidencia de una representante del grupo que aprovechó para decirle al Comandante su “urgencia” de un estudio de grabación, con el plano debajo de la manga.

“En nuestro caso, ¿cómo por primera vez delante de Fidel Castro Ruz y decirle que teníamos necesidad de una guagüita? Seguro lo entendería. Sin embargo, sentí que lo que más necesitábamos en ese momento era una foto. 'Comandante, por favor, yo quisiera ver si fuera posible…´, parece que me desmerengué demasiado, se me quedó mirando penetrante, de esas miradas de escalofríos, y dijo: 'Cuando usted vaya a pedir, pida en grande'. Arrastro eso como un regaño, un regaño muy inteligente, una forma de alertarme. Lamentablemente nunca recibimos la foto”.

Con desconsuelo en el rostro, la directora de Desandann calla hasta recobrar su espléndida sonrisa.

“Inmediatamente que llegamos a Camagüey creamos la cantoría infantil Marta Jean Claude. Marta fue una cantante haitiana que vivió mucho tiempo en Cuba, pero nunca perdió su contacto ni su forma de proyectar su música. Cantaba en creole, el idioma oriundo de su país. Con ella hicimos nuestro primer viaje a Haití”.

Emilia Díaz Chávez ha puesto en mis manos el parteaguas de su vida, de las notas agudas a las graves, sin la mínima pérdida de comodidad. Una lección de tesitura, entre pasajes, tonos y colores con la voz del Comandante, cada vez más suya cuando pide, porque Emilia también hace en grande.