Nuestra guagua, cargada de periodistas, le “dio botella” al “hombre de las tres C”, como él mismo de autodefine, y también de casualidad, como su arribo, nos rememoró el día de la dicha, “uno de los mejores de mi vida”.

Terraplén, polvo, baches... vehículo en camino, y el muchacho de rostro y hacer noble se nos volvió el más seductor de los “cuenteros”. Nos aseguró que le era difícil conversar cuando se sabía entrevistado, pero mire que logró transmitirnos las sustancias, esas que siempre “ambicionamos” los de este oficio para “escribir” más humanas las palabras.

Porque Carlos no habla con entusiasmo de aquella fecha solo por el título ganado, ni siquiera por formar parte de la histórica primera graduación de instructores de arte; para Carlos pesa más el privilegio de haber visto y escuchado a Fidel “en vivo, pues aunque todos sabemos los problemas que tenemos, verlo tan cerca, les aseguro, llena a uno de regocijo y de fuerzas, ¡pa' que decirles!, uno se siente pleno”.

Por eso recuerda claro la consternación tras su caída. “De momento no sabíamos qué había pasado, fue muy rápido y confuso, pero enseguida que se sentó se dirigió a nosotros, nos pidió disculpas por el mal rato y que siguiéramos adelante con la conmemoración”. Carlos cuenta que muchos como él lloraron y no sintieron deseos de celebración, pero “nos llamó desde La Habana –seguro en medio de su dolor pues comentan que en ese momento ya lo estaban operando-- y nos dijo que no suspendiéramos los festejos, que nos deseaba alegría por cumplir la tarea”.

Y esa es la que él no abandona: la tarea. Pues hoy, tras 12 años, alberga el mismo empeño del primer día. Él continúa como uno de los “valientes abanderados de la cultura y el humanismo”-- frase que Fidel dedicara a los 3 237 graduados del 2004-- y que recita de memoria como si fuera el emblema que le alimenta la responsabilidad.

Esa fue la impresión más clara. Porque, con tantos abandonos y permutas de oficios que abundan actualmente, ¿de qué otra manera una se explica la constancia de este muchacho de enseñar música, su especialidad, en las escuelas rurales Jesús Menéndez y Alberto Becerra, del municipio de Florida? Sobre todo porque ambas están en comunidades distantes, La Jagua y La Porfuerza, (y no él no vive en ninguna), y además se transporta por propia gestión.

De su residencia, en la floridana “Arrocera”, nos habló al despedirnos, quizás para aderezar con bromas la espera de su Yanisleiby, instructora de arte como él. Resulta que “gracias a una fractura de tobillo me ´colé´ en su casa”, y la novia ríe con cara de complicidad por el “oportuno” pretexto que aún lo hace cojear. Se ve (y se siente) que comparten mucho más que la profesión y las sanas picardías.

Carlos es uno de los 1 573 jóvenes que integra la Brigada de Instructores de Arte José Martí en la provincia. Ese fue el nombre con el que Fidel bautizó a aquel escuadrón de heraldos de la cultura que él impulsara. Y según cuenta Henry de Armas Leyva, presidente de la “Brigada” aquí, el aniversario 54 de los jóvenes comunistas ellos lo recibirán trabajando y cumpliendo con su misión de educar, promover y crear cultura para el pueblo. Talleres de apreciación, presentaciones artísticas y la Guerrilla Cultural 50 Aniversario regresarán y tendrán, por estos días, su mejor sede en las comunidades.

Ya lo dijo Carlos todo convencido; él puede hacerlo con la autoridad que le otorga su sacerdocio en las aulas con esa mezcla de sudor, guitarra y sentimiento que no logra “desvestirlo”: “para mí Fidel es el hombre más sabio del mundo”.

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