Fotos: Rodolfo Blanco Cué/ACNFotos: Rodolfo Blanco Cué/ACNCAMAGÜEY.- A Isela Yero Tamayo le costó mucho dar esta entrevista, pues los recuerdos de los duros días vividos hace un año, al fallecer Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, se le agolpaban en los ojos como lágrimas y hacían un nudo en su garganta.

Como directora de la Plaza de la Revolución Ignacio Agramonte, por donde desfilaron miles de camagüeyanos a rendirle tributo a su Comandante en Jefe, y donde reposaron sus cenizas la noche del primero de diciembre, le tocó retrasar su propio luto para asegurar que todo estuviera listo en la institución que representa.

Fueron días muy difíciles, pues aun con el dolor que todos sentíamos, tuvimos que sobreponernos y trabajar para que todo se mostrara impecable y a la altura del momento, tanto para el homenaje del pueblo los días 28 y 29 de noviembre, como para el último adiós del día primero, comentó Isela.

Hoy, ella y el colectivo de la plaza conservan con profundo respeto el espacio del Salón Jimaguayú, el sitio donde se desarrollaron todos esos acontecimientos, y donde el líder tuvo su penúltimo descanso antes del reposo definitivo en el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.

Fidel e Ignacio Agramonte guardan muchas similitudes, comenta la museóloga Mayra Pérez Salas, mientras explica el significado del Salón Jimaguayú, declarado recientemente como Lugar sagrado de la Patria, y donde el simbolismo y la solemnidad son tan intensos que casi pueden respirarse, sentirse a flor de piel.

Los dos héroes tuvieron un alto sentido del deber hacia la tierra que los vio nacer, escogieron la abogacía como carrera para defender a los más desfavorecidos, fueron excelentes estrategas militares, y practicaban el más profundo humanismo como credo, explicó la especialista.

En la sala que también recuerda el sitio donde cayó el patriota camagüeyano de la primera guerra por la independencia del siglo XIX, el lugar preponderante lo ocupa el pedestal de madera de haya, donde descansaron durante toda una noche las cenizas del Comandante en Jefe.

También se preserva con esmero la mesa en la cual se colocó la vitrina de cristal que protegió la urna en todo el trayecto a lo largo de Cuba, entre La Habana y Santiago, en recorrido inverso al que realizó la Caravana de la Libertad del Ejército Rebelde en enero de 1959.

Completan el diseño del salón, sencillo y solemne, un cuadro de gran formato con el paisaje de los potreros de Jimaguayú, y canteros para el cultivo natural de la hierba Dailili, semejante a la hierba de Guinea típica de esa región de las llanuras camagüeyanas y sobre la cual cayera el cuerpo de Agramonte.

Por estas jornadas la tristeza por la pérdida vuelve a rondar a mujeres y hombres que laboran en la Plaza de la Revolución camagüeyana, pero el sentido del deber se impone y reciben, con profesionalidad y cortesía a quienes llegan en estos días hasta ese lugar sagrado a rendir tributo una vez más, como se hace cada año con los padres que ya no están entre los vivos.

Y este primero de diciembre, una vez más tendrán lista la explanada para la vigilia por el Comandante, que desde esa misma plaza declaró la irreversibilidad del carácter socialista de la Revolución en 1989, cuando ya se avizoraba la caída del campo socialista europeo.