CAMAGÜEY.- Aquella noche invernal del 29 de noviembre de 1973, en el estadio Latinoamericano no cabía un alma más. Entre los asistentes también estaba Fidel.

Las novenas de Cuba y Venezuela se enfrentaban en uno de los juegos decisivos del 21º Campeonato Mundial de Béisbol Aficionado; de acuerdo con los entendidos, su triunfador podría considerarse favorito para el título del torneo.

Muy lejos de su natal Lugareño, mientras descansaba entre innings sentado en un rincón del dogout de tercera base, Juan Pérez Pérez sabía que lanzaba el juego de su vida. Para enfrentarlo, apelaba a su arma más notable: la recta de más noventa millas con quedaría grabado en la memoria de toda una generación de aficionados de la Isla.

Rectas milimétricamente colocadas en la zona de strike y una slider que “quebró” más de una cadera rival fueron conduciendo el partido entrada tras entrada, mientras sobre el Coloso del Cerro caía un manto de expectación. De concretarse la hazaña, el camagüeyano se convertiría en el primer pitcher de nuestro país en completar un partido sin hits ni anotaciones durante un torneo de nivel mundial. El simbolismo resultaba mayor por hecho de que podía lograrlo ante una de las mejores baterías de la época.

Para personalidades del béisbol como el profesor Juan Ealo o Conrado “El Premier” Marrero, Juan Pérez Pérez fue el hombre de mayor velocidad que subió a los montículos durante las primeras décadas de las Series Nacionales. No por gusto, durante su carrera acumuló seis partidos de no hit no run, en distintas categorías. Los dos primeros se verificaron en la edición de los Juegos Escolares correspondiente a 1963 (ante Azucareros y Matanzas); otros tres tuvieron por escenario las Series Nacionales de 1973, 1974 y 1975 (a costa de Serranos, Oriente y Citricultores); y por último, el compromiso ya descrito, en el Mundial del ‘73, que a la postre ganó Cuba de forma invicta, tras catorce salidas al terreno.

Ese también fue el torneo de los récords antillanos en entradas consecutivas sin permitir carreras (110), y de dos jonrones conectados por un mismo bateador en un inning (del guantanamero Fermín Laffita).

A Juan Pérez Pérez le tocaría escribir en primera persona una de las páginas más emblemáticas de aquella competición, teniendo como rival al derecho Félix Vallenilla. A lo largo de los nueve capítulos de labor el camagüeyano solo permitió contadas libertades: dos boletos (en el tercero y el séptimo) y cuatro conexiones más allá del cuadro. Mientras, sus compañeros lo respaldaban con cuatro carreras, impulsadas por los estelares Wilfredo Sánchez, Armando Capiró y Agustín Marquetti.

Mas, para el propio Pérez Pérez, el momento determinante de la noche se produjo fuera del terreno, cuando el Comandante en Jefe se acercó para felicitarlo por el triunfo. “Esa noche él nos regaló un par de relojes a Lázaro Pérez y a mí. Todavía conservo el mío como un tesoro”, confesó al periodista Osvaldo Rojas Garay durante una entrevista realizada en septiembre de 2013, poco antes de morir.

“Cuando entrenábamos para eventos internacionales Fidel iba reiteradamente al estadio. Muchas veces llegaba alrededor de las once de la noche y se ponía a jugar, a batear”, apuntó en la misma ocasión, que aprovechó para resaltar la grandeza del líder revolucionario. “En noviembre de 1999, cuando se jugó el partido entre Cuba y Venezuela, con la participación de Fidel y Hugo Chávez, tuve otra gran vivencia. El Comandante llegó, me puso la mano en el hombro y me preguntó cómo estaba. Luego me dijo: ‘Tú estás nuevo, todavía puedes pitchear’. Seguro, que él también se acordaba de aquella noche”.