Fidel, el primero de izquiera a derecha, en una embarcación en Cayo ConfitesFidel, el primero de izquiera a derecha, en una embarcación en Cayo Confites

CAMAGÜEY.- Cayo Confites, paraje marino, descrito en las cartas náuticas a 44 millas del puerto de Nuevitas, reservó un momento especial en la vida de revolucionario de Fidel.

Durante 59 días permaneció allí, desde el 29 julio—-hoy hace 70 años— y hasta finales de septiembre de 1947, como integrante de la fallida expedición bautizada con el nombre del cayo, y que en composición de 1 200 hombres, formados en cuatro batallones, buscaba destronar del poder al dictador de República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo, y extender la lucha liberadora en otras regiones.

El joven estudiante de tercer año de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana era presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la Casa de Altos Estudios.

Fidel pensó en la posibilidad de una lucha guerrillera en las montañas de Santo Domingo, en vez de lanzar una fuerza mal entrenada e inexperta contra el ejército regular de Trujillo, filosofía militar que materializó años después en la campaña emancipadora de Cuba en la Sierra Maestra.

La historia recoge que en el islote el joven revolucionario hizo amistad con Ramón Emilio Mejías del Castillo (Pichirilo), enrolado en aquella expedición y que después vino en el yate Granma desde México. Daba viajes desde el cayo hasta Nuevitas, y de regreso aseguraba víveres para la expedición.

En un artículo publicado bajo el título Fidel y Juan Bosch en Cayo Confites, por José Rafael Lantigua el 10 de diciembre del 2016 en el Diario Libre se recoge:

“Fidel tenía apenas 21 años de edad. Cuando ya estaba en uno de los barcos que trasladaría a los expedicionarios al campo de entrenamiento en Cayo Confites, llegaron sus padres —Ángel Castro y Lina Ruz— con el propósito de disuadirlo para que no se enrolara en el proyecto, dejando abandonados sus estudios universitarios.

“Hablaron por casi dos horas, pero no pudieron convencerlo. De modo que sus padres se marcharon de nuevo para Birán y Fidel subió al navío para iniciarse en aquella aventura”.

Una versión creíble y fidedigna la aporta Katiuska Blanco en su libro: Todo el tiempo de los cedros, en el que describe con objetividad por la relación que estableció con la familia Castro Ruz, que Don Ángel intentó proteger a su hijo, pero no consiguió apartarlo de la idea de luchar contra la dictadura de Trujillo, mientras, añadió, hasta Holguín, sitio de previa concentración de los contingentes llegó Lina para convencerlo, pero su visita no valió de nada.

Fidel recordaría la desorganización reinante y la falta de buenos entrenadores militares. Todo se hacía “con un carácter bastante elemental desde el punto de vista militar. Las instrucciones no eran muy sistemáticas, no existía un programa de preparación”.

Fidel anotó en sus memorias: “Los dominicanos integraban la plana mayor de los batallones, en la jefatura general, o eran soldados, pero realmente el grupo de cubanos tenía el control de la expedición: la logística, los barcos, el mayor número de combatientes, el dinero y todos los recursos en general”.

Traicionada la expedición, el joven Fidel no está entre los prisioneros porque se lanza al mar, y cruza a nado la peligrosa Bahía de Nipe en el oriente de la isla, infestada de tiburones.

Ese pasaje, ocurrido en el territorio de Camagüey, donde cumplió sus 21 años habla de la férrea voluntad del Comandante en Jefe de sobreponerse a las dificultades, legado que deben imitar todos los revolucionarios ahora y siempre.

En una nave de superficie de las Tropas Guardafronteras hace más de veinte años estuve allí, junto a mi colega fotógrafo Orlando Durán Hernández, y me preguntaba cómo en un espacio tan pequeño de tierra pudieran permanecer en Cayo Confites más de 1 000 hombres.

Fidel al regreso a Birán. Foto: Tomada de fidelcastro.cuFidel al regreso a Birán. Foto: Tomada de fidelcastro.cu

Hace años se levantó en Cayo Confite esa obra arquitectónica que perpetúa la expedición.Foto: ArchivoHace años se levantó en Cayo Confite esa obra arquitectónica que perpetúa la expedición.Foto: Archivo