CAMAGÜEY.- Aunque alguien diga lo contrario, casi al unísono de su surgimiento, los Estados Unidos han tenido puesta su mirada –y otras cosas– en nuestro país, si no fuera así para finales del siglo XVIII con la denominada “Doctrina Manifiesto” ellos no habrían tratado de justificar su política expansionista al aseverar que estaban destinados a dominar gran parte del norte y el sur del continente americano.

A inicios del siguiente siglo John Quincy Adams esgrimía el criterio de que:

“...hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento puede, aunque no quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga a ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana...”.

Así consignaba la teoría conocida como la de la “Fruta Madura” que definía desde finales de 1923 el interés de los Estados Unidos de apoderarse de Cuba, con un basamento netamente geopolítico, sin considerar en modo alguno, las diferencias entre ambos pueblos, sobre todo en sus historias y su cultura. No obstante la espera era necesaria.

Igualmente de 1823 data otra doctrina, en este caso la Monroe, la que marcada mente expone, a modo de advertencia, que si alguna potencia europea trata de conquistar algún territorio de este continente, tendrás que vérselas con ellos; solo Cuba podrá seguir siendo propiedad de España hasta que pase a sus manos.

En el Congreso de Panamá de 1826 el nuevo secretario de Estado Henry Clay dejaba por sentado el deseo del gobierno norteamericano de preferir que tanto Puerto Rico como nuestro país continuáramos siendo colonias españolas; en realidad encubrían su verdadero objetivo: incentivar entre los cubanos una corriente anexionista que desembocara, primero en la independencia de España para después incorporarnos “voluntariamente” a la Unión.

Vale anotar, a lo interno, que las distintas manifestaciones del reformismo propugnadas por cubanos con respecto a España, e incluso el independentismo precursor del padre Félix Varela y otros relevantes patriotas, encontraron siempre una marcada oposición en la oligarquía dominante en Cuba.

Entre las décadas del ‘30 y el ‘40 del siglo XIX Estados Unidos se concentró en su expansión al oeste (Texas) hasta que en 1848 el presidente James K. Polk le ofreció a España cien millones de dólares por nuestro territorio, oferta a la que se sumaron las de Franklin Pierce en 1853 y James Buchaman en 1857.

Luego del estallido de la Revolución, el 10 de octubre de 1868, y a lo largo de la contienda de los Diez Años, los vecinos del Norte apelaron a todas las vías y medios posibles para obstaculizar nuestra independencia.

Durante el período de Tregua Fecunda (1878-1895) encontraron brechas para la inversión de capital en sectores importantes como el tabacalero, la minería, y lógicamente en el azúcar, hasta lograr apoderarse de nuestro mercado y... En 1881 el United States Consular Report suscribía: “Comercialmente, Cuba se ha convertido en una dependencia de los Estados Unidos, aunque políticamente continúe dependiendo de España”.

Hombres y mujeres del pueblo norteamericano acogieron entre a cubanos que por disímiles razones marcharon al exilio en el período interguerras, de igual forma, por citar al más  vinculado a la historia del Camagüey, El Inglesito quien a fuerza de combatir en nuestras tierras llegó al grado de general de brigada, y a juicio de Ignacio Agramonte, quien único podría sustituirle en el mando si fuese necesario.

Al reinicio de la lucha, ya José Martí, su principal organizador, definía claramente su concepto sobre esta nación, reitero sobre la edición del pasado sábado 24 de enero, su sentencia imperecedera de “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.

Ya sabemos desde las aulas cómo Estados Unidos intervino en el conflicto entre Cuba y España cuando ya ateníamos ganada la guerra, desde el Maine hasta el Tratado de París, y el posterior período de ocupación militar, en el que sentó las bases para la dominación neocolonial.

La Enmienda Platt, el Tratado Permanente, el de Reciprocidad Comercial, la política preventiva, y un numeroso mecanismos de dominación establecidos a través de los gobiernos entreguistas desde Tomas Estrada Palma... hasta Fulgencio Batista no son por gusto temas recurrentes en todo el sistema de estudios cubano, a lo que se anteponen ejemplos imperecederos de hombres radicales e inclaudicable que conforman una historia centenaria de luchas.

Diferentes momentos históricos marcaron la gestación de situaciones revolucionarias, devenidas del descontento y la asfixia ante la imposición de la bota señorial, a costa de sangre, vidas y sacrificios cuantiosos, hasta que finalmente logramos la victoria del 1ro. de Enero de 1959.

De entonces acá, otra ha sido la historia, pero con propósitos nada diferentes; al menos, la fruta continúa de verde olivo.