Ya antes lo había hecho con Martha (Jiménez) y con Larios, y ahora, cuando finalmente las puertas del estudio-galería Iris se abren al trasiego profuso de una de las arterias más transitadas de la urbe, nuestro entorno gana un tercer nido para entibiar e insuflar vida a la plástica local desde la dignificación que resulta el otorgarle espacio físico propio.

Es algo así como el acto de entregar casa a un trabajador por los méritos de su trabajo: para un artista tener galería y taller propios ha de ser, de seguro, el mejor de los premios. Y en este caso, además, es el gesto de dejar claro que promover las piezas y cuadros de nuestros mejores creadores es tan importante o más que vender a turistas nacionales o extranjeros el ron Puerto Príncipe y la cerveza Tínima.

En Iris, el hogar profesional recién estrenado por Oscar (padre), Leonardo Pablo y Oscar (hijo) y bautizado por ellos con el nombre de la esposa-madre que la vida les quitó demasiado pronto, uno respira esa certeza, la de saber que cada día la ciudad se ofrece en sus expresiones de mayor valía.

Para el cabeza de esta familia de dotes, "el regalo es un honor muy grande y una responsabilidad aún mayor, porque uno siente que ahora más que nunca hay que crear incansablemente y desde aquí, desde este lugar privilegiado, ser con nuestra obra contrapartida del mal gusto y la banalidad."

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