CAMAGÜEY.- Me declaro como un seguidor de la música de concierto. Admiro a intérpretes renombrados de la talla del pianista Claude Debussy, a virtuosos del violín como Paganini y el cubano Brindis de Salas. Del habanero Gonzalo Roig aprecio su imperecedera zarzuela Cecilia Valdés.

Por el Canal Clave o la emisora CMBF, a veces escucho el talento de algún joven cubano y, al terminar su presentación, me pregunto cuándo el público camagüeyano podrá aplaudir, desde sus palcos, a versados del mundo de las notas y las partituras, y borrar de sus almas los vestigios de “des-conciertos”.

PRELUDIO

Una de las mayores fortalezas culturales en nuestra ciudad fue siempre el cultivo de las bandas concertistas. Sobre todo en la década del ‘80, cuando festivales como el de la Joven Guitarra y el de Música Contemporánea hicieron de esta, una plaza importante dentro del género. En aquella época se destacaron las presentaciones de la Banda Provincial y de la Orquesta Sinfónica.

El paso del tiempo compuso una sonata triste a tan gloriosa etapa, por la ausencia de un local apto para ese tipo de funciones.

Para devolverle a su urbe el esplendor musical de antaño, la Oficina del Historiador de la Ciudad acomete las obras para una futura sala de conciertos, que rendirá homenaje al maestro camagüeyano José Marín Varona, director de orquestas y bandas musicales, y creador de composiciones para piano y zarzuelas.

PRIMER ACTO

Las labores de remozamiento ocurren en el viejo comedor de la escuela primaria Renato Guitart Rosell. Décadas atrás allí radicaba la capilla de la Congregación de las Hermanas de María Reparadora, orden religiosa que por entonces ocupaba el convento existente en la edificación.

"El inmueble tiene todas las características de la corriente neogótica. Hablamos de la verticalidad, de la altura y de su forma rectangular. No poseía las condiciones para ser un comedor y esto trajo consigo su progresivo deterioro”, dijo la proyectista general de la obra, la arquitecta Yaxelis González Carmenates, quien señaló además que, por su estado crítico, la recuperación del lugar era una necesidad.

Desde septiembre del 2016 el sitio es testigo del ir y venir de los trabajadores, de las espátulas sobre las cenefas, de los cubos metálicos y las cucharas preparando mezclas... todos crean una sincronía perfecta gracias al trabajo de los muchachos de la brigada no estatal dirigida por José Agustín Oval Gómez y Frank Casas Rivas, ambos miembros del Fondo Cubano de Bienes Cultuales.

Con más de veinte años de experiencia en el rejuvenecimiento de instalaciones de la magnitud del Hotel Plaza y el Colegio Champagnat, José Agustín me explicó, mientras apuntaba con su dedo hacia arriba, cual batuta de maestro de orquesta, cómo para interrumpir el deterioro, primero debió apuntalarse el techo.

“La concha acústica se demolió porque estaba en peligro de derrumbe, y más tarde, arreglamos casi por completo su entramado de madera. Las decoraciones de las paredes y el zócalo, muy afectados a causa de la humedad, también fueron rehabilitados, así como los repellos y las masillas de todo el lugar” expresó el hombre al que todos llaman, con mucho respeto, Oval.

La voz aguda del artista reparador se diluyó en varias ocasiones. Aunque él pidió a los jóvenes integrantes de su equipo que hablaran más bajo, el ambiente bullicioso continuaba. Pero me alegró saber que aquel era el comportamiento de quienes hacen bastante ruido y traen consigo… muchas nueces.

Uno de ellos, Ernest Pérez Fernández, me mostró el rostro unido de la brigada, su lado orquestal: “Nunca nos centramos en una sola labor. Aquí lo mismo trabajamos con la mandarria y el cincel que en la restauración de una pieza”. Después de una pausa, confesó cuán difíciles resultaron las transformaciones en el techo, donde se efectuó una profunda remodelación. Orgulloso de la obra, miraba a todas partes, pero con más frecuencia al fondo de la ermita. Quizás el encanto de los vitrales le llenaba la pupila.

Gracias a la colaboración de varios ancianos que laboraron en el convento, y de las investigaciones históricas, se conoció de la existencia de esos elementos decorativos ocultos durante largo tiempo por una tapia.

Luego de la búsqueda arqueológica, los vanos quedaron al descubierto y a partir de entonces Yaxelis ideó el diseño, y los hermanos vitraleros David y Dasmián Sánchez Prieto, del estudio taller Daluz, lo materializaron.

“Jamás habíamos confeccionado un encargo así. Nosotros estamos más habituados a la figura humana, no a las formas geométricas. Además, le dimos los matices precisos para que se mezclaran con el resto del conjunto y se mantuviera ese lenguaje estético propio del neogótico”, declaró David.

Luego de elaborados los vitrales de estilo neogótico, de 2,90 de alto x 1,20 de ancho, fueron instalados en los vanos por sus creadores. Fotos: Yang Fernández Madruga/AdelanteLuego de elaborados los vitrales de estilo neogótico, de 2,90 de alto x 1,20 de ancho, fueron instalados en los vanos por sus creadores. Fotos: Yang Fernández Madruga/Adelante

MEZCLA DE SINFONÍAS

La filial camagüeyana del Instituto Superior de Arte no permanece aislada de la obra de la calle Luaces. La jefa de su departamento de Música, Ingrid Socorro Vázquez, compartió sus impresiones sobre cuánto aportará a la provincia el contar con la Sala José Marín Varona.

“En ese espacio se va a reflejar una vida cultural adormecida hasta el momento en esta provincia. Para ello contamos con diferentes instituciones de cámara, como cuartetos y quintetos de cuerda y dúos como los de piano y violín, que se dedican, desde locales inapropiados, a la divulgación de la música de concierto, tanto de consagrados como de compositores noveles”, aseveró.

Entre los tantos candidatos a curar a su público de los “des-conciertos”, se encuentra el contrabajista y profesor Eduardo Campos Reid.

Sin muchos preámbulos, el también ganador del Concurso Jojjazz 2012, anticipó buenos augurios para el florecimiento del género clásico en la provincia. “Las nuevas generaciones de estudiantes y de egresados de la academia aplicarán sus conocimientos sobre el escenario, oportunidad única de mostrar su talento; los más experimentados buscarán triunfar ante un público ávido de este tipo de melodías”.

Ingrid subrayó que ese contexto también sería favorable para los artistas de Camagüey que “trabajan en otros países y que no han podido estrenarse en su tierra por la falta de un espacio adecuado. También propiciará el regreso de festivales impulsados por las instituciones donde se proyectan nuestros estudiantes, como el 'Luis Casas Romero' y el 'Amadeo Roldán', y la visita de personalidades de la música a nivel nacional e internacional”.

COMPASES FINALES

Solo una sombra oscurece los “sueños” de Ingrid: la necesidad de un piano para conciertos para la nueva sala.

Siempre al pie de la construcción, el inversionista de la Oficina del Historiador, José Luis Conde Ramírez aseguró que, después de su rehabilitación, el inmueble contará con ese instrumento, catalizador, a través de la historia, de tantas creaciones magistrales.

Sobre las mayores labores que restan, el funcionario refirió. “Aún debemos ubicar los 150 asientos destinados al público, montar la tarima, la entrada del lugar y terminar las reparaciones de las fachadas cercanas, incluidas las ventanas de la escuela Renato Guitart. Es un proceso que beneficiará los inmuebles ubicados entre la calle Luaces y el Parque Martí”.

“Modelar el gusto estético en nuestra sociedad”, fueron las palabras de la profesora Ingrid que recordé, como las suaves notas del Claro de Luna, de Claude Debussy, mientras observaba a mi alrededor cada detalle del sitio, sin importar lo insignificante que pareciera.

“Es importante que la música clásica recobre vida en Camagüey, acercar a nuestra juventud a este género”, rememoré nuevamente y, en lo que abandonaba la futura Sala José Marín Varona dejaba detrás un palacio para romper silencios, una casa, para arrancar “des-conciertos”.

Entrada de la futura Sala de Conciertos José Marín Varona.Entrada de la futura Sala de Conciertos José Marín Varona.