CAMAGÜEY.- Y chirrín chirrán. Se acabó. Feneció. Se fue a bolina y tras la semana luz de la fiesta más populosa del año, se nos acabó el San Juan 2019 como siempre hacemos: a la camagüeyana.

No sé desde cuando San Pedro se sumó a los festejos de la villa - ciudad de cinco siglos, pero está allí. De cuerpo presente, como es dable de todo San Pedro que se respete, especialmente si es lugareño.

Los calendarios no fallan, de San Juan a San Pedro hay una semana de por medio y acá en la tierra de los tinajones aprendimos a mediar de una calle a otra y saber que si hay lecturas del bando en los inicios, está San Pedro para despedirnos el programa hasta el año que viene. Como lo hizo el pasado año y así en retrospectiva no sabemos desde cuándo.

Esta despedida no tiene nada de dramatismo, de viudas abandonadas y seres queridos en orfandad. Por el contrario, es una alegre cabalgata que a paso de charanga va dejando ecos en plazas y callejones recordándonos que se acabó el San Juan, porque lo dice San Pedro.

Los simbólicos entierros que tienen un público especial, partían desde diferentes barrios y convergían o no en la plazoleta de Bedoya. Aquí están las memorias de barrio guaposo de El Cristo, el de los indios de las Cinco Esquinas. La tradición de los jamaicanos de la calle Palma con aquella tremenda conga de Los Pulpos. De La Belén, El Jardín y otros y otros y otros muchos más. Pero siempre la algarabía a la media tarde. Bajo el sol del medio día los miles de deudos de San Pedro bailando sobre los adoquines y el asfalto reverberante de veranos, cada vez más ardientes y abrazadores

Este año el desfile se desplazó desde La Plaza de Los Trabajadores a la Plaza de La Caridad, tremenda tirada esta de mucho mas de dos kilómetros en masa compacta junto y tras la charanga repiqueterante e invitadora. En realidad pocos podrían decirnos qué tiene el San Pedro que arrastra tanto, tal vez el secreto esté en el aquello de que las alegres despedidas siempre nos traen mejores retornos. Que así sea.