CAMAGÜEY.- Las costumbres… son las costumbres, quizás por eso, quienes organizan el San Juan Camagüeyano, año tras año, no acatan el término carnaval y siguen apegados a la tradición de llamarlo fiesta.

Pero el término, fiesta o carnaval, se relega a un plano secundario, porque lo más importante es que son varios días, del 24 al 29 del actual mes, en los que la cultura principeña realza sus valores espirituales y simbólicos, en componenda, por qué no, con el respaldo de un trago de ron o una botella de cerveza.

La gente se divierte, y es que al margen de tácita complicidad de congas, comparsas y carrozas, el cubano sucumbe al encanto de populares agrupaciones musicales, para mostrar que puede bailar aunque sus pasillos estén marcados por la torpeza.

No importa, porque en estos días el descanso no está admitido, y la nocturnidad de las madrugadas devienen historias para contar cuando las luces del alba desplazan la noche de sudores intensos y alientos etílicos.

Es que el San Juan es una especie de gran pretexto para que viejos amigos se rencuentren, o aparezcan nuevas amistades, incluso, hasta algún que otro romance, sea fugaz o duradero. Todo es parte de estos días… memorables para muchos.

Las calles no quieren perderse el contagiante jolgorio: los vecinos se esmeran porque en estas jornadas sus lugares de residencia brillen más de lo común, y sazonan las festividades con un día destinado al ajíaco (caldo, mezcla de carnes y viandas) pone a prueba las habilidades culinarias de la comunidad.

Las congas con un acompasado ritmo, tiene la virtud de arrastrar cientos de personas, quienes en su interés de “sacudir” el cuerpo la siguen detrás, como si ese trayecto le trajese una satisfacción casi divina, celestial.

No es San Juan , si al menos, el primer día, no hay alguna que otra lluvia. Es casi de esperarla algo tan usual como emplear vestuario ligero que le permita comodidad para moverse por las áreas animadas. Y andar con algún envase, para brindar a los amigos que se cruzan en el camino o para tener “combustible” propio para desandar calles y avenidas.

La despedida también moviliza adeptos. El entierro de San Pedro coincide siempre con el último día del convite. Cientos de personas sueltan riendas a la imaginación, y hasta construyen un sarcófago donde en su interior colocan un muñeco hecho con recortería de textiles.

Detrás, personas simulan, con fingidos llantos, el deceso. La marcha, con música incluída, recorre algunos de los tramos viales más céntricos de la urbe, hasta el cementerio local, y allí, se suman otros cientos que hacen de este proceder todo un homenaje a las raíces más autóctonas de esta ciudad, de 505 años de constituida.

Viene el San Juan…!!!

Viva el San Juan…!!!