CAMAGÜEY.- Con la segunda parte, y no con el refrán completo, Eduardo Rosales Ruiz tituló su reciente muestra en el espacio galerístico Nicolás Guillén, a propósito de razones coincidentes que el contexto actual resemantiza y convierte en una de las exposiciones más punzantes en el periódico Adelante.

En expresiones populares no solo ha encontrado un gancho. Recordemos A falta de pan... Casabe! (2015) presentada en la Casa de la Diversidad Cultural, en la que trabajó con ese alimento típico de Camagüey, y pigmentos minerales de diferentes colores.

Por cuerda similar, pero con otro soporte, exploró desde su estudio de la calle San Juan de Dios No. 13, el paisaje insular y el mapa de afectos, de reservorios, de añoranzas, de sufrimientos y de esperanzas para con la Patria.

Foto: Alejandro Bonet Piñón/AdelanteFoto: Alejandro Bonet Piñón/Adelante

Con acrílico sobre ocho yaguas pintó su sentido de la identidad, a partir de la Bandera de la Estrella Solitaria, símbolo patrio que hoy en Cuba motiva ardientes debates por abusos y agravios en el suelo nacional.

La primera pieza desafía por dirigir la mirada a una puerta cerrada, tema sacro y vedado en lo público. Comienza así una sacudida al prejuicio, por colocar la bandera que tiempo atrás ondeó en algún patio escolar o centro de trabajo, y ahora es tela raída pero sigue siendo bandera alzada por el asta de un sentimiento profundo, verdadero.

La segunda obra, la más colorida aunque no menos dolorosa, presenta en grupo compacto a los ancestros aborígenes. La inauguración, el 12 de octubre, día inicial del "encubrimiento" de América, reforzó las energías vindicadoras asociadas al ultraje colonial con las que ha sido insistente Eduardo Rosales, al alertar del genocidio a cargo del imperialismo cultural con su ofensiva sutil contra toda cosecha de lo auténtico.

Foto: Alejandro Bonet Piñón/AdelanteFoto: Alejandro Bonet Piñón/Adelante

Cada obra pulsa zonas de desgarramiento de la nación en un conmovedor recorrido donde la visualidad provoca preguntas más que respuestas. Una diana, hombres que amarran a la tierra con fuerza sobrenatural lo que un viento huracanado quiere arrancar; la estrella protegida por la sangre, única luz en medio de la sordidez… y al final, la fractura familiar con las distancias, las ausencias, la emigración.

Hay tantas connotaciones en esta muestra. La palma real significa ruptura de la homogeneidad del espacio, según varias creencias, y asimismo estimula continuidad, como vaso comunicante de la región caribeña con el gran continente americano, tal como enuncian los chontales de Tabasco al mencionar el poder protector de la yagua contra el dios del rayo Chawak.

La bandera figurativa y la abstracta están asidas a un objeto utilitario y simbólico. No recuerdo apropiación tan sugerente del soporte, vaina fibrosa de la parte altiva y tierna de la palma real. Esta parte del árbol nacional –y sagrado en las religiones populares-- también compone la memoria cultural, desde el anclaje al independentismo y con el reclamo a la épica contemporánea del pueblo. Fueron los palmares los elegidos donde enterrar a los mambises, y las yaguas, enorme refuerzo por servir de hogar, camilla, campamento, papel, montura y ataúd.

En plena Jornada por la Cultura Cubana, el colectivo de Adelante celebra los 11 años de su galería, recordando y sintiendo con una invitación a dialogar críticamente, como hace Eduardo Rosales con ética y respeto. En no hay vaca que se la coma la bandera nunca está quieta, bate en las curvas naturales de las yaguas.

Exposicion personal Eduardo Rosales: No hay vaca que se la coma. (VIDEO)