CAMAGÜEY.- Después de un ensayo, que no significa el momento del cansancio, sino los minutos de extensión de su ataraxia cotidiana, Reinaldo Echemendía Estrada compone para Adelante digital su coreografía menos visible, como se antojan los pasos de un cuarto de siglo, de regocijo y desgarramientos.

Este clarinetista reconoce entre sus maestro a Jorge Luis Betancourt (1940 –1992), quien fundara y dirigiera la Orquesta Sinfónica de Camagüey donde Echemendía trabajó hasta lanzarse a su proyecto propio, el Ballet Folklórico de esta provincia que hoy cumple 25 años.

--¿Cómo define el arte folclórico?

--El arte folclórico es un resumen elaborado utilizando los códigos del arte para hacer puestas en escena del foco folclórico o representación natural del folclor. Teatralizar no es edulcorar, sino escoger las partes necesarias que son posible convertirse en arte y hacerles una puesta en escena. El folclor es espontáneo y nosotros organizamos esa espontaneidad con un lenguaje técnico y escénico.

--¿Con cuál sentimiento lo condensa?

--Con el de estar comprometido con la raíz.

--¿Qué le satisface más de estos 25 años?

--Haber disfrutado haciendo arte folclórico. El pueblo me ha ayudado a transitar un buen camino. Su saludo, su alegría, su ´muchas gracias, Maestro´ no lo cambio por nada del mundo. Camagüey ha constituido para mí la motivación de poder hacer.

--¿El principal inconveniente?

--En ocasiones, la incomprensión institucional.

--¿Y el límite de los límites?

-- Hemos impedido la inercia, la falta de gestión de hacer cosas. Hasta hemos encontrado obstáculos, pero los brincamos con una respuesta en la escena. Nada puede detener la creación artística.

--¿El piropo mayor?

--Uno que oí en el Teatro Mella: ´Muchas gracias, Folklórico de Camagüey´. Me emociona porque la gente se siente agradecida al devolverle su cotidianidad hecha arte. Yo también agradezco a mis maestros, a esta cultura, a la Revolución por la posibilidad de llevar a la gran escena un arte hasta hace poco marginal.

--¿Espera algo de la crítica?

--Nunca espero nada. La crítica tiene un lugar, un espacio, un momento. Ante cada éxito digo ´hay que ganarse los aplausos de mañana´. Los gustos son relativos. Hay cosas que gustan y no son arte. Como es un trabajo de apreciación, me pasa igual que con los premios, no me involucra. El ejercicio de la crítica en Cuba está tan esparcido y tantos con oficio y sin oficio lo hacen que nos centramos en nuestro trabajo, en la reacción del público, en que nos entienda. Como obreros del arte venimos a sudar todos los días, aunque este es mi eterno ocio. Todos no tienen la suerte de hacer lo que les gusta y además obtener por eso un beneficio.

--¿A qué atribuye su insistencia por el trabajo colectivo?

--Cuando entré en el mundo de la danza cambié muchas concepciones. Lo que Beethoven escribió nadie lo arregla. Sin embargo, en la creación de la danza los artistas proponen lo que no has pensado, y eso significa el completamiento de una labor. Yo practico la espontaneidad organizada. Cosas de improvisación te aportan elementos notables y exitosos, y nosotros siempre buscamos la perfección.

--¿Cuánto implica ser un director con liderazgo?

--Se puede dirigir y la gente seguir orientaciones, pero cuando eres líder siguen el ejemplo. Yo llego primero y me voy último; vengo enfermo, trabajo en situaciones difíciles… Le he pedido cosas que a otra persona le hubieran dicho que no. Mi colectivo me quiere y yo siento que también me necesita. Eso me hace muy feliz.

--¿Por qué lucha contra el estrellato?

-- Uno de los códigos de la teatralización del folclor es no al estrellato. La compañía es la estrella. En mi colectivo muestro lo que sé, no para regodearme, sino para que brille la compañía, y le enseño lo que he aprendido de los demás. El director está sentado con ellos en el escenario. El Folklórico siempre me hace falta hasta en las cosas personales de eventos científicos, de dirección de espectáculos. En ese sentido, no envejezco porque no tengo negatividad, no estoy intoxicado ni oxidado.

Reinaldo Echemendía Estrada. Foto: Leandro Pérez Pérez /AdelanteReinaldo Echemendía Estrada. Foto: Leandro Pérez Pérez /Adelante--¿Su deseo de cumpleaños?

--La sede del Folklórico de Camagüey. Nuestra casa.

--¿Las metas de la compañía?

--Tener nuestra organización pedagógica oficial, un derecho expuesto para Cuba pero no nos lo han permitido. Queremos forjar a nuestro estilo, a nuestra manera, la única garantía para la estabilidad de la fuerza de trabajo. No hablo de una enseñanza paralela, pero sí de una emergente para resolver una situación del país.

--Hay quienes constriñen lo folclórico a un color. ¿Cómo usted pinta la raza?

--Si miro a través del cristal del BFC, encuentro repartido un color cubano, como dijo Guillén, de extraordinario valor, porque prevalece la capacidad y el talento. Muchas expresiones artísticas que hacemos son marginales y marginadas. Como compañía nos han discriminado por lo que representa; un problema de cultura, no de raza. Hay hipocresía hasta institucional y como presidente de la Comisión Aponte en Camagüey insisto en la unidad del pueblo, porque todos estamos integrados al sistema de identidad nacional, por encima de cualquier color, raza o credo.

--¿Y la gran lección de la cultura?

--La cultura para mí es ese gran cultivo que una nación construye. Cuando llega el Día de la Cultura Cubana y me felicitan, yo felicito al pueblo, porque no es el día del arte. La cultura en mi país representa todas las vivencias de nuestros ancestros, de nuestros padres, parientes, amigos... Sin darnos cuenta y dándonos, ella está evolucionando y buscando su justo lugar. Tenemos que preservar la identidad y las raíces, fundamento y bases para seguir edificando las conexiones de los siglos venideros. La cultura es el orgullo más grande de mi existencia. Le agradezco a la vida haber nacido en una nación tan rica en matices y en proyecciones.