CÉSPEDES,CAMAGÜEY.- Un joven artista de albañil, instructores escoba en mano, los jefes con la manga al codo y el repentista a pie de obra abriéndoles la ventana musical del verso. Entre sudores sin pausa realzan la más numerosa vivienda del municipio Carlos Manuel de Céspedes, la Casa de Cultura Julius Fucik.
En lo que va de año, la Calle 17 No. 403, esquina a la 12, ha sido uno de los epicentros de ese huracán generoso que remueve para bien el territorio. Saberse la sede provincial de la conmemoración del 26 de Julio encumbra el orgullo de una población donde la sinceridad y la vergüenza son endémicas.
“Estamos comprometidos y vamos a cumplir antes del 26”, nos asegura el director de la institución, Ángel Ramos Souto, quien por oficio, por maestro de Español, sabe del contrapeso de cada palabra.
Luego enumera las áreas: la Casa rehabilitada, el complejo cultural recreativo Yaguarama en la zona del patio, con capacidad para unas 1 200 personas; el cine -teatro para 300, un lugarcito para la trova, la tienda del artesano, la galería de arte, los departamentos de plástica y de música…
—¿Y tienen para sostener con calidad este lugar inmenso?
—Contamos con un fortalecido movimiento de aficionados, especialmente en la música con cuatro grupos de altos quilates a nivel provincial y, cuida’o, nacional. Aquí en la capital viven 8 080 habitantes. Garantizarles vida cultural quiere decir que todo lo que remozamos favorezca el disfrute del pueblo. El reto es grande.
Cerca del patio o plaza cultural, como le llaman, recoge escombros un trío de instructores de teatro que asiente ante nuestra solicitud de par de minutos para tomarle el pulso a la escena de la construcción.
Idelsys Romo Martínez, gestora desde diciembre del 2014 de un proyecto sociocultural, ya aprobado como iniciativa de desarrollo local, nos confirma: “Del acondicionamiento de las instalaciones pasaremos al montaje artístico que tiene que nutrirlas, para que el Yaguarama sea sustentable”.
Yojarlán Donet Almeida, jefe de la especialidad de teatro, pone voz a la emoción del colectivo: “Nosotros sí estuvimos desde el escenario con tablitas, cuando de un salto podías hundirte en el tabloncillo. Con la nueva esencia y apariencia pondremos en práctica más actividades para nuestro público”.
Y como para disipar la mínima duda, la veterana Juana Delia Martínez Palomino enfatiza: “La sala de la Casa está en remodelación, pero tiene de todo, y a esta sumamos el espacio del cine. El teatro callejero resulta ineludible. Además, aunque sea difícil en municipio, también se hace teatro de sala”.
Entonces se acerca Lilisbet Monteagudo López. Como es casi mediodía está a punto de cambiar “de palo pa´rumba”, a quitarse el polvo de la ropa para entrar en caliente en su responsabilidad como programadora de la Casa.
“El momento genera expectativas y hay que dar riendas a la coherencia y a la cordura ahora que se amplían los espacios”.
—Hay quienes piensan que programar no lleva trabajo…
—Por soñar lo que viene no hemos parado. Debido a la reparación ampliamos las actividades en las comunidades de difícil acceso, con extensiones en barrios.
—¿Qué prima en el gusto del cespedeño?
—Lo vinculado a la música y la danza. Los niños disfrutan mucho el teatro.
—¿Cuáles son las palabras recurrentes de estos días?
—Expectativa y Fidel. Se está trabajando con mucho entusiasmo, con el alma y el cuerpo en función de nuestro 26; con las energías de un cumpleaños del pueblo, por los 90 del Comandante en Jefe.
A unos pasos aguarda Idolexis Martínez Ramos, subdirectora técnico-artística de la institución. Ella resalta un detalle descomunal: los preparativos del espectáculo por el 26 de Julio. “Estamos ensayando en las comunidades, y en esa familiaridad constatamos lo real maravilloso que genera la Casa. Todo el mundo comenta porque este será el lugar más lindo y más grande del municipio”.
El día se nubla, pero los bríos no menguan la plaza. En un lateral con vista a la tarima, Henry de Zayas saca los colores a la cuchara de albañil. Habla poco el director de Soneros Son, septeto de cinco años, reconocido en la Fiesta Provincial de la Música, hace unos meses en la ciudad de Camagüey.
“La Casa abre más puertas al grupo: lugar de ensayo, instrumentos nuevos a través del proyecto Yaguarama, perspectiva de audición, espacio fijo mensual junto a Florencio de Zayas, que es profesional. Por lo demás, nos mantenemos yendo a las localidades del municipio, tocando siempre la música tradicional”.
De Henry dice más cuanto calla. Ese Florencio es su papá, intérprete de música campesina del catálogo del Centro Provincial de la Música y los Espectáculos. Mucho se le escuchó por Radio Cadena Agramonte, cuando hizo dúo con otro poeta de pueblo, Gabriel Llanes, de Sibanicú: “Sí, yo soy El Clarín camagüeyano, y hago pareja con Vidal Pérez Feijóo. Si quieres, te resumo en una décima lo que está pasando aquí:
Han venido las brigadas
a Céspedes, a construir,
y el pueblo supo asistir
del Partido a sus llamadas.
Los mártires del Moncada
dieron su aporte. Sencillo
con fusiles sin gatillo,
entregando hueso y piel;
hay más de un Carlos Manuel
poniendo bloque y ladrillo".
—¿Anda o no anda La carreta del guajiro?
—Sigue itinerante en grupo numeroso de aficionados. En carreta y a caballo, por lo general, seguimos llegando a las comunidades de difícil acceso. Nos permite encontrar potencialidades para el taller de repentismo, aunque este se ha aminorado por falta de documentación. Yo soy poeta empírico, tonadista y necesito un material teórico-pedagógico que me organice la idea de cómo trasmitirle al niño el conocimiento de cómo se realiza la décima.
—¿En qué paró El Guatecazo?
—No se ha podido fraguar más porque dependía del presupuesto de las cooperativas, de la cuenta sociocultural, que garantizaba transporte, comestible. Cultura asumía los poetas foráneos profesionales. Comenzó en el 2004 y llegó a la séptima edición. El último año tuvimos el orgullo de contar con Luis Paz (Papillo), el director de la Casa Iberoamericana de la Décima. Antes sucedía de manera espontánea, los campesinos invitaban a poetas de La Habana.
—¿Nada quedó de esas fiestas campesinas?
—Se mantiene la herencia musical de una familia. Los Montunos, el grupo que acompaña a los poetas, son portadores de una tradición de mis abuelos, de mi padre, y que sigue mi hijo. La agrupación luego se llamó Septeto Yarey, actual Soneros Son.
—Ya me resumió en décimas lo que sucede en Céspedes. Pronto tomaremos la Carretera Central, en la dirección a Sibanicú. ¿Cuál es su mensaje en versos para el amigo Gabriel?
—Ya te das cuenta, Gabriel,
que sigo en el repentismo
pero sigo siendo el mismo
que conociste ayer.
Hoy se me eriza la piel,
pues te recuerdo, mi hermano,
en el verso va mi mano
y va toda mi emoción;
también toma el corazón
del clarín camagüeyano.