Este gusto de fuerza centrípeta aglutina en grupos abiertos a la mayor integración posible. Los más vulnerables al consumo caen en las trampas de la moda, por el efecto magistral de la industria cultural. La identidad de una nación queda reducida a la etiqueta de dibujos animados que estandarizan preferencias y sugestionan públicos desde el pretexto de lo lúdico. Los padres tienen la conciencia tranquila porque sus hijos se quedan en casa entretenidos frente a la computadora o el devedé, mas no saben lo que ven, ni siempre se preocupan por cómo les influye.

También se encuentran quienes desconfían de la avalancha comercial de animes y mangas, por intuición y hasta por un sentido temprano de la bondad de la cultura. Acuden al sedimento milenario de la llamada Tierra del Sol Naciente, indagan acerca de tradiciones, superan el esnobismo de lo epidérmico imperante a escala mundial en las últimas décadas. Basta mencionar la condición progresiva de Japón como cultura hegemónica de Asia, que pujante emerge entre occidentales.

Espejo de lo anterior fue la V Jornada de Cultura Japonesa Hanami 2016, gestada por el Proyecto MangaQ’Ba, acogido desde su fundación un lustro atrás por la Asociación Hermanos Saíz. La reciente edición tuvo lugar del 13 al 18 de abril, en diferentes espacios de la ciudad de Camagüey, porque desde el principio ha contado con la colaboración de varias instituciones.

Una ojeada al programa evidencia variedad. Las disertaciones abrieron en la sede de la Oficina del Historiador, con la conferencia de la escritora Mariela Pérez-Castro acerca de la influencia del haiku (poesía nipona) en la literatura cubana. Hubo proyecciones audiovisuales en la Sala de Video Nuevo Mundo y en la Casa del Joven Creador, y muestras de artes visuales en la Casa de la Diversidad Cultural.

Las exposiciones aglutinaron dos vertientes: una para objetos tradicionales como la armadura de kendo, libros, piezas artesanales, cerámicas, abanicos y arreglos florales; y otra alusiva a lo contemporáneo, a través de consolas de videojuegos, revistas y elementos de lo pop.

En un superhéroe encuentran su nexo grupal, el Voltus V de la serie reducida a largometraje con doblaje al español en 1983 por el Instituto de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic). De entonces a acá desfilan realizaciones fijadas en quienes han crecido viéndolas y ya asumen el mote colectivo de “generación cinco”.

El crítico de arte Alfredo Fuentes habló de las historietas y la animación llegadas a Cuba. Como especialista del Consejo Provincial de Artes Plásticas ha seguido los trazos de MangaQ’Ba, por usar el dibujo y las manualidades como medios fundamentales de expresión. Él ve en la “animefilia” y la “mangafilia” una cuestión contracultural, la irreverencia de los hijos para no parecerse a los padres.

Entre las prácticas convencionales de la jornada destacó la estancia en el parque “japonés” (Camilo Cienfuegos) donde exhibieron las artes marciales aikido, kárate, kendo e iaido. Precisamente asesora el proyecto el sensei Orlando García Fajardo, presidente de Kendo e Iaido provincial, y representante nacional de lo último. Asimismo se cuenta con la guía de otro entusiasta y conocedor, Alfredo Lima Peláez, metodólogo de cultura popular tradicional del Centro Provincial de Casas de Cultura.

En el parque simulaban la contemplación de las flores de los cerezos, el hanami popular de cada principio de primavera en Japón. Hicieron el picnic, comieron con palitos la ensalada vegetal y el pescado, servidos en potes de cartón... Los trajes, los accesorios, los palitos, los recipientes, todo lo confecciona MangaQ’Ba.

La noche anterior en el club universitario El Bosque ocurrió el cosplay, la famosa fiesta de disfraces, lo más aclamado por convocar y premiar el vestirse e imitar al personaje favorito. Tienen una creatividad exuberante: jovencitas cosen sus trajes vistosos, muchachos calcan su “arquetipo”. Acudieron 460 personas, una participación envidiable para actividades con letrero de arraigo nacional.

La novedad de la edición vino con el Maid Café, la diversión consistente en las representaciones de muchachas como si fueran sirvientas, con servicios agregados de cantar y, en definitiva, distraer al resto. Esa reproducción de sometimiento del género femenino queda entre risas, con aplausos. El último grito de la moda de una subcultura urbana de Japón se esparce en Cuba.

Recrearse con lo que les gusta ver, y compartir como el otaku más legítimo reinan entre los deseos de cubanos en ciernes, sin conciencia de la identidad, y en fieles estudiantes universitarios y graduados de la educación superior. Por lo que emerge, casuísticamente ese nivel escolar no entraña asimilaciones con pensamiento crítico. Admira cómo se las ingenian para mantener su consumo, con la máxima de si el grupo crece aumenta la posibilidad de recopilación. Unos acceden a Internet; otros, a la remesa o a los circuitos underground de circulación de contenidos.

Camagüey representa un caso único. En otras provincias andan solos. Lo afirman de Ciego de Ávila y Sancti Spíritus. Ahora lo corroboraron los de Anime No Kenkyuu y Freak Zone (La Habana), los del proyecto universitario Hi No Tsunami (Villa Clara), los de Animat (Matanzas, que data del 2001) y los Animatsuri (Las Tunas).

En general son muchachos de bien que han generado un proyecto de inclusión. Ahí confluyen los preocupados por aprender y los interesados en pasar sus ratos “sin mucho cráneo”. Con ingenuidades y voluntad aúnan con eficiencia. Japón les llega a través del lenguaje de este tiempo, su tiempo, marcado por el dominio de la imagen. Según ellos, las series les enseñan de la amistad, el compañerismo, el trabajo en equipo, la espiritualidad. Pero saben poco o nada de los inmigrantes japoneses asentados en Cuba a principios del siglo XX, ni del por qué se habla de 400 años de relaciones entre nuestro pueblo y aquel. El fenómeno va más allá de las reales pautas culturales de los otros mezclados con nosotros. El asunto amerita el seguimiento de sociólogos, instituciones y más. Camagüey lo ha captado a tiempo, por lo valedero de una mixtura que no apunte al desarraigo.

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