Así de “ilógicos” somos los jóvenes pues la lógica indica que la noche había llegado mucho antes de esa hora, y en plena Plaza de La Libertad no hay mucho espacio para la privacidad, aún menos cuando la turba es tal que trastoca las coordenadas aprendidas.

Buena Fe hizo todo eso y más. Siempre lo hace con este público que lo espera y aclama. “Yo tengo que llegar allá alante”, le escuchamos a una eufórica que coreaba y aplaudía mientras se abría paso entre los otros expectantes con el mismo nivel de ardores.

Y entonces vinieron los saludos y las retribuciones. “Hace seis meses vinimos pero estamos muy felices de regresar a esta tierra y de regalarles el concierto que les debíamos”. En aquella ocasión, cuando el Almacén de la Imagen, Dayron, el guitarrista, sufrió un infarto y “aquí lo salvaron, queremos agradecer a los médicos camagüeyanos que lo hicieron posible”, fueron palabras constantes durante el “repertorio”. Para ellos, pues, fue Corazonero.

Sin mencionar conceptos como patria o identidad, Israel, siempre el que más habla, apeló a defender todo eso que nos hace como somos. Fue una velada de recordación y de vuelta a las esencias, y por eso agradeció a los “jóvenes que llenaban las plazas hace 20, 30 años”, por legarnos “esto que tenemos” y convocó a emular los sacrificios de nuestros padres.

Los temas no fueron escogidos al azar para “escribir” otro concierto y regalarle música a los jóvenes en su día; Buena Fe se aferra en sus letras a reflejar las preocupaciones de esos que tendrán que seguir pensando y construyendo Cuba. Quizás de ello va la complicidad.

Israel presentó a su banda cuando ya corría la hora dos de buena descarga y la muchachada le suplicó “otra, otra” con la consabida cara de “porfa aún no”. “¿Qué piensan que ya vamos a terminar? A esto le queda todavía, este es el concierto que les debíamos, ahora que ya está mejor tenemos que sacarle el zumo a Dayron, jaraneó, y para los de la universidad, lo de hoy es solo un aperitivo”, prometió.

No fue Olga Tañón en Camagüey, ni los emblemáticos The Rollings Stones, fue Buena Fe, los nuestros, los de aquí del suelito, y la gente los gozó de lo lindo, saltó, cantó a garganta no más, los aplaudió sin dejar de sonar acordes porque la concurrencia “tinajonera” que siempre acude a su tarima, se funde con su verso al inicio, en el medio y al final. Con ellos no se siguen reglas, no hay límites establecidos para “cantar”, sin tapujos, las mejores verdades y los ímpetus innegociables, porque “qué problemas hay con andar en cueros, ustedes saben, con el alma en cueros”.

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