CAMAGÜEY.- El conocimiento y el arraigo de prácticas culturales de la República Popular China destacaron hace unos minutos en pleno Casino Campestre, durante la apertura oficial de la 27 Feria del Libro en esta ciudad.

Las peripecias sobre el escenario de adolescentes que interpretaron la danza del león, baile tradicional propio de festividades de aquella nación, mereció el aplauso de invitados y transeúntes atraídos por uno de los eventos de mayor concurrencia popular en Cuba.

La Escuela Cubana de Wuchu y Qi Gong de Salud Camagüey ofrecieron además una simultánea de Qi Gong, la forma libre de Tay Ji, la tabla de banderas y la forma de abanico externo.

Esas ejecuciones tuvieron complemento en la lectura de poemas de los bardos Dai Wuangschu, Li Qingzhao, Wei Zhuang y textos anónimos de la Dinastía Ming, escuchados con las voces de Mariela Pérez-Castro, Yoandra Santana y Evelin Queipo.

La inauguración de la Feria también rindió homenaje al aniversario 150 de la primera interpretación pública del Himno de Bayamo, de Perucho Figueredo, cantado por la solista Teresita Romero, antes de que la Banda Provincial de Conciertos tocara las notas de los himnos nacionales de Cuba y China.

Otras canciones simbólicas fueron La Guantanamera y El Mayor, la primera por los versos que contiene de José Martí, quien nació hace 165 años; y la segunda, por la exaltación del trovador Silvio Rodríguez a Ignacio Agramonte, héroe epónimo de Camagüey, muerto en combate hace 145 años.

El historiador Ricardo Muñoz tuvo a cargo las palabras de apertura, oportunidad que aprovechó para enfatizar a través de la Feria, en “la voluntad del Estado para hacer del cubano un hombre culto”, y defendió a “Camagüey como Cuna de la Literatura Cubana”.

El presidente de la filial de la Unión de Historiadores de Cuba insistió en el reconocimiento de esa condición, no solo porque se cumplan 410 años de la escritura del Espejo de Paciencia, sino por la tradición en las letras, pues el más reciente Premio Nacional de Literatura lo recibirá el camagüeyano Luis Álvarez el 10 de marzo en el Teatro Avellaneda.

Ya fuera de ese espacio donde habita el pabellón infantil, se prosiguió con el performance de estatuas vivientes “La luz de la tradición”, del proyecto Teatro de Luz, inspirado en la producción y el diseño de vestuario de la coreografía El Ruiseñor, que Ramiro Guerra hizo para el Ballet de Camagüey.