CAMAGÜEY.- Si la pretensión era ser un escritor famoso, Rosendo Delgado Murga podía cruzarse de brazos con el primer libro y alardear en cuanta peña o evento le invitasen, porque Minifauna ha sido un suceso; sin embargo, basta una mirada a flor de piel para leer que su naturaleza es la humildad, para comprender que tiene linaje de zunzún, de grillito, de esperanza verde…

“Hay libros que interesan a los lectores, pero a los especialistas no, y este logró la dualidad, gusta a todas las edades”, me dijo en la sala de su apartamento en La Pata o comunidad Rescate de Sanguily, que ganó por la labor como maestro.

Rosendo nació en La Piedra de Imán, que ha quedado como Piedra Imán, otro pueblito del municipio de Jimaguayú, en los límites con Najasa y Vertientes. Allá se fue quedando sin estudiar por dos razones, una, que no había maestro, otra, para ayudar a la familia; por eso trabajó en el campo desde los nueve años de edad.

En el tiempito libre aprovechaba para hacerse los juguetes de piedra bomba, caliza de la que liberaba animales y carritos. Luego “coloreaba” los objetos con flores y con hojas. Ya de mayor pinta poco, aunque tiene ilustradas páginas inéditas.

A los 15 recibió primero y segundo grados; a los 16, tercero y cuarto. De ahí alfabetizó. No dio ni quinto ni sexto, y saltó para la secundaria en Cascorro, hasta un curso de nivelación. Luego se preparaba para técnico agrónomo, pero una enfermedad le tronchó esa carrera y se dio como maestro popular hasta licenciarse en Educación Primaria. En Piedra Imán trabajaba en la escuelita cercana a donde Agramonte rescató a Sanguily.

La otra parte de su vida resulta más conocida: su desempeño como docente durante 38 años, incluso sus primeros pasos, recién graduado, como profesor de Español y Literatura al inicio de la escuela de “los Camilitos”. De maestro a bibliotecario a director a metodólogo a actual asesor literario de la Casa de Cultura de la comunidad donde vive.

Si bien la investigación acerca de 20 animalitos autóctonos de Cuba, y la escritura de su libro publicado le llevó cinco años, Rosendo acarició durante mucho tiempo la esencia de Minifauna, que Ácana sacó a la luz en el 2000, reeditó en 2002 y 2004, y que Gente Nueva presentó en 2008 con 50 000 ejemplares.

Rosendo está tan orgulloso de su obra, que no aguanta muchos minutos sin recitar. Toma uno de cuatro cuadernos inéditos y se despliega. Me presenta Como la paz de un niño, de glosas a José Martí; Camino al universo y Miras las verdes, dos poemarios más; pero lo que más me lee es de Tres joyitas en el aire, de poesía y juegos con sopa de letras, laberintos, chistes, que se divide en cuatro partes, por las estaciones del año, y es una invitación al viaje sobre las alas de zunzuncitos.

Casi todas sus poesías las sabe de memoria. Cuando tenía 14 años empezó a componer e incluso llegó a improvisar. Trata de decirlas siempre, porque es una de sus maneras audaces de mantener viva la décima.

Rosendo mereció la distinción La utilidad de la virtud, de la Sociedad Cultural José Martí, pero el premio más preciado lo recibe con “Los amigos de la minifauna”, como se nombra su peña, y entre “Las abejas literarias”, como se identifica su taller. Sus versos florecen en los coros de varias escuelitas rurales.

En primicia me dice que escribe un minifauna del mar, y mientras busca la poesía del caballito de mar, me cuenta que desde niño colecciona caracoles.

Rosendo vive en un edificio, pero goza del amanecer de la sabana. Ese cuadro bucólico solo le hace desear que se preserve el mundo, para que todos los animalitos que ha hecho grandes los conozcan las nuevas generaciones; y por supuesto, que le publiquen porque el centro de sus libros es el amor a todo.