CAMAGÜEY.- El Festival Olorum ha demostrado en sus primeras jornadas, algo inocultable en asuntos de la identidad del cubano: la capacidad para asimilar lo mejor de otras culturas y enriquecer de esa manera la propia.

Anoche, por ejemplo, la gala de apertura inició con la fantasía Barasuayo, escrita hace varios años para el clásico Ballet de Camagüey, en la que el compositor Gustavo Herrera estimula un diálogo peculiar entre los instrumentos de viento y de percusión.

El maestro Reinaldo Echemendía, clarinetista de formación académica y un artista multifacético, asumió la dirección de las orquestas Sinfónica de Camagüey y de la compañía folclórica que lidera desde 1991.

Luego de ese recibimiento musical de unos 15 minutos, se descorrió el telón para el espectáculo Identidad, comprometido con rigor desde el título -y con la hondura poética y humana de Nicolás Guillén-, debido al estilo coreográfico de Elsa Avilés y el propio Echemendía junto al Ballet Folklórico de Camagüey.

Otro espacio valiosísimo del Olorum comenzó esta mañana en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, sede principal de los intercambios de experiencias desde los estudios con enfoque cultural.

Un amplio debate motivaron reflexiones acerca de la tradición del carnaval, algunas formas rituales representadas en espectáculos de danza; el empoderamiento de la mujer y términos yoruba, usos y malas costumbres en el habla popular del cubano.

No es preciso preguntar a los participantes, porque con la mirada y la atención a cada propuesta agradecen la posibilidad del Festival Olorum, como puente de artistas, investigadores y públicos ocupados por preservar las esencias del ser nacional.