CAMAGÜEY.- Por la Sierra de Cubitas, paraje hermoso y difícil por los vericuetos de su geografía, un instructor de música pulsa las cuerdas del oficio y las del alma, para empinar la Casa de Cultura de ese lugar profuso en zonas de silencio.

Kenny Ortigas Guerrero dirige una de las instituciones culturales medulares en el municipio, debido al cometido de orientar los gustos y canalizar las inquietudes creativas de la población.

Además de su ímpetu juvenil se vale de las vivencias en tierra venezolana, como integrante de la misión Cultura Corazón Adentro, que lo puso en contacto con Carlos Alberto “Tin” Cremata, y lo relacionó con el proyecto de Colmenitas bolivarianas.

Allá aprendió a tocar el cuatro, pero este integrante de la Brigada José Martí prefiere conversar de presente y de futuro, a partir de la responsabilidad asumida en su tierra de Camagüey.

¿Qué es lo más difícil de tu trabajo?

—Lo más difícil es la constancia, el sostener los resultados en el tiempo y con calidad. Hoy se trabaja mucho para cumplir con la participación en eventos, y luego se desatienden las unidades artísticas. Esto va en contra de la credibilidad sobre la misma institución y el creador, pues no permite mantener una programación cultural activa ni un crecimiento ético-artístico de las agrupaciones aficionadas. Contra eso debemos dirigir las fuerzas.

—¿Cuáles dificultades se afrontan en un municipio?

—¡Muchas! Entre las principales: una fuerza técnico-artística deprimida por los bajos salarios del sistema de Casas de Cultura, escasos recursos materiales para trabajar, la falta de una voluntad en las autoridades locales que impulse proyectos y coloque a la cultura en el espacio prioritario que realmente merece.

—Si la institución que representas está en el corazón de la comunidad, ¿a qué atribuyes las distorsiones del gusto popular?

—La influencia de los grandes medios y de una cultura hegemónica del sexismo y el audiovisual sin contenido ético ha permeado el espíritu de un amplio sector de la población; y las casas de la cultura no cuentan con la fuerza humana ni con la tecnología para seducir con un nuevo producto.

“También golpean la desidia y la falta de creatividad de muchas de nuestras de la cultura al quedarse inertes y sin cuestionarse el cómo redimensionar sus estrategias en los tiempos actuales. En las instituciones se cae en las ‘zonas comunes’ de ofrecer lo que ‘gusta’ al joven, a pesar de que esa necesidad está contagiada de los excesos del mercado banal. De ahí viene la aparente buena acogida del público de algo que en realidad está deformando su capacidad crítica, pero ‘creemos’ que así se cumplen las expectativas, detenemos la búsqueda de lo que nos aporta”.

—¿Cómo describes al público y a los artistas de tu municipio?

—El público de Sierra de Cubitas es complejo. Tenemos zonas donde es participativo y le gusta formar parte del hecho cultural, desde un juego hasta la magnitud de los aplausos con la energía que es capaz de transmitir. Por otro lado está el público de sombra, siempre al margen; se debe al nivel de vida de las comunidades y a la “mala” influencia de los medios audiovisuales. Somos más aceptados en las localidades más rurales.“Nuestros artistas son aficionados, con gran capacidad de amar y de entrega a la vida, pues al no recibir beneficios económicos se congratulan con las ovaciones de su pueblo”.

—¿Cuál es la Casa de Cultura que tienes y cuál la que sueñas?

—Tengo una Casa de Cultura que simula el parto de una madre, que sufre y llora, y a la vez puja y lucha por sus bebés. Ese concepto de perseguir y alcanzar una idea por encima de todos los muros debe mover cada una de las acciones para que, como esa mamá, la institución tenga un fruto sano y vigoroso. Aspiro a que mi Casa de Cultura no padezca dolores innecesarios para obtener sus resultados.