CAMAGÜEY.- Llegó la primavera. La alegría, los colores, el perfume de las flores. Se fue la primavera. Llegó el otoño. Llegó. Sí, llegó, llegó para recordarle a Caridad que cuarenta años eran una vida entera, una vida dedicada al arte y entre lágrimas y aplausos se despidió de su taquilla, de sus entradas y de su silla.

El camino entre las hojas continuó. Primero los primeros, y precaviendo no rodar por la colina cuesta abajo, todos, como hormigas, fueron acomodando sus arreglados cuerpos para disfrutar del banco solitario que rellenaba con suspenso el escenario.

La humedad estaba en el aire. De dos en dos, por todas partes, sin importar el dónde, escaleras, quicios..., todos encontraron sitio. Se apagaron las luces y luego de la simpática mantra del director sobre los tonos, que no forman parte de las bandas sonoras de los espectáculos, comenzó la función.

Tres historias. Cinco personajes. Un banco. Números impares, mezclados todos para lograr la simbiosis perfecta. El rey de la basura, emperador de la miseria, el primero de su dinastía de emperadores muertos de hambre y miserables, una chica común, en ocasiones “exigente”, un joven enamorado, la cantante de ópera y su fiel escudera, dieron vida a la escena con energía y pasión.

La Traviata tampoco faltó. Con maestría y potencia estremecía al público que aplaudió con fuerza como si en cada palmada les fuera la vida. Pareciera como si nos transportaran a aquel momento cuando Piave y Verdi estrenaban su obra en La Fenice de Venecia.

La emoción también se dio cita obligatoria. Junto al color naranja del paisaje se respiraban las ansias de sueños, de amor, pero de igual forma se podía vislumbrar la búsqueda desesperada de redención, incluso, más allá de la muerte.

Un solo día pasó. Un día en la vida de gente común, gente como tú, gente que espera un metro con destino desconocido en un banco junto al andén. Gente con visiones diferentes del mismo otoño, de la misma estación.

Llegará el invierno. Llegará sin falta después que pase el otoño. Llegará para invadir los huesos con el frío de la soledad. Pero igual pasará y regresará otra vez el verano y luego la primavera y cíclicamente llegará una vez más el Verano  como regresará este fin de semana a la sala-teatro José Luis Tasende, bajo la dirección artística de Freddys Núñez Estenoz, para hacer de la noche camagüeyana un puente entre Austria y Cuba.