CAMAGÜEY.- Los ancianos se visten de charros cuando llega el Mariachi Nuevos Aires al hogar localizado frente al parque Finlay, en esta ciudad. Una mañana del mes todos cantan como el más auténtico mexicano: la brisa en la vegetación del patio, los muros antiquísimos, las aves de escondrijos en el techo y los seres de más visible humanidad.

Cuando ese día llega, la populosa vivienda amanece con la rutina de siempre, aparentemente, porque una ansiedad recorre cada sala o espacio donde confluyen las cerca de 300 personas con mal de familia. Esa cifra apenas enseña las arrugas del abandono de habitantes de Guáimaro, Carlos Manuel de Céspedes, Florida y Camagüey. Sin embargo, justo allí los artistas encuentran el mejor de los alicientes, la sinceridad de un público que ríe, corea y llena de esperanzas.

Como si fuera el amanecer común, el profesor de yoga insiste en la salud física y mental. Gonzalo Vega Morell constata el alivio de sus ejercicios: “Meditación y relajación para la memoria. Con dos o tres posturas estiran la piel, los músculos y los tendones, fortalecen los ligamentos, incluyendo la columna y las falanges de los dedos, recobran la fuerza y mejoran sin tomar pastillas”.

Ese beneficio aumenta con la recreación. En la misma área ubicaron mesas para dominó y ajedrez, ocupadas desde temprano. Eugenio Escobar Robaina, de 87 años, anda por ahí para contarnos las vueltas de su vida: “Los ejercicios son una maravilla, ahora, depende de nosotros. Yo era de la construcción, especialista en cofre, y por eso estuve en Libia, dos años en los ´80. Aquí llevo 22 con mi hijo, desde que perdí a mi esposa. Nos sentimos bien, son 25 pesos por desayuno, merienda, almuerzo, comida y las atenciones de los compañeros”.

A Rogelio Alejandro Ramírez Suárez, de 68 de edad, también le resulta módico el precio y está dispuesto a pagar cuando lo suban. “Desde marzo me paso el día en este lugar, porque el yerno trabaja y mi hija tiene una niña chiquita. Entro a las ocho de la mañana y me voy comido a las cuatro y media de la tarde. Tengo los títulos de economista, de computación, fui auditor en el ejército. Como ve, no puedo estar ni mucho tiempo parado ni mucho sentado. Ahorita voy a bailar con los mariachis”.

En efecto, andaba de un lado a otro, con el deseo de compartir cuanto sabe y cuanto ha hecho, el mismo deseo repetido en tantos rostros, igual de expectantes por la actuación. Mariachi Nuevos Aires nunca le falla. En diciembre cumplirá un año formal, pero desde antes funcionaba. Una hora y más les entrega de manera gratuita cada mes, nos confirma el director y cantante Rafael Celdeiro Manzano.

Mientras afinan, José Ángel Rodríguez Baryol, director de la instalación, traduce su orgullos en los datos: “El promedio de vida en el país es de 78.4 años de edad, y aquí estamos en 81.2. La clave está en la exquisita sensibilidad humana, en la consagración de las enfermeras y en el trabajo social, el corazón de la entidad”.

Aunque el doctor José Ángel no lo dice, su mirada expresa el anhelo de que la preocupación por el envejecimiento poblacional se propague socialmente: “La edificación data de 1878. Estamos inmersos en el proceso de transformación del hogar, para el cambio de tarifas. Tenemos farmacia, recursos humanos, departamento de rehabilitación, dietética, nutrición... El 61.4 por ciento presentan discapacidades físico, motores, visual, auditiva. La mayoría tiene familia a la que nunca le pedimos que nos traigan, sino que vengan y que los cuiden. Mire, la iniciativa del Mariachi nos reconforta”.

De que el corazón del hogar bombee al ciento por ciento se encargan Vivian Martín Vergel y Rita Huebb Castellanos, licenciadas en rehabilitación social ocupacional. Son de pocas palabras y amplio accionar. Ambas destacan las opciones de manualidades para la destreza, otras mejorar la locomoción, para el intercambio grupal, la relación con la familia y el ánimo de los ancianos con las excursiones en la ciudad y con el entretenimiento en el centro.

Rita agradece la constancia de la Casa de Cultura Joaquín de Agüero, del Museo Provincial Ignacio Agramonte; de Ramón Avilés, quien siempre llega en época sanjuanera. Y mientras dan el último aviso, como la campana en el teatro, Vivian califica de una fiesta el estímulo del Mariachi, para los encamados y para los que pueden llegar hasta el lobby.

Acomodado el grupo en el entorno de la escalera principal rompe el programa. Las octogenarias Gloria Pimentel y Teresa Basulto nunca están quietas, una burla a sus sillas de ruedas. Tampoco se detiene Berlinda Verde, de 78. A las seminternas Elsita Fortún, Ofelia Téllez y Delia Suárez se les escucha clarito El Rey y La Lupe. Sentados están Eugenio y Rogelio, cómplices de los Nuevos Aires. Escuchan como los tímidos. El mediodía casi asoma entre corridos mexicanos, una vez al mes en el Hogar de Ancianos Manuel Ramón Silva y Zayas, donde la vida no es un pesar de los años.