La Habana.- (ACN) A menos de un mes de la filmación en esta capital de la octava parte de Rápido y Furioso, llega a Cuba otra de las más taquilleras producciones de la industria cultural norteamericana: la quinta parte de la saga Transformers.

Rápido y Furioso y Transformers fueron antecedidos también por la producción en tierra antillana del largometraje Papa y la serie televisiva House of Lies, de la cadena Showtime.

La manufactura de programas de televisión y cine norteamericanos en la Isla, en la que también se inscriben los productos musicales, fueron autorizadas por el gobierno de Barack Obama a partir de enero último, mediante el uso de sus prerrogativas presidenciales, que permiten transacciones relacionadas directamente con producciones audiovisuales y artísticas.

Mucho se ha hablado de las ventajas y detrimentos que para el país pudiera traer este tipo de realizaciones, desde la generación de empleo, hasta la oportunidad de convertir a Cuba en una atractiva locación, compitiendo con otros escenarios de la región como Puerto Rico y República Dominicana.

Tales beneficios, unidos a la posibilidad de importar equipos y materiales, mejoraría la tecnología existente en la industria fílmica nacional, además de atraer visitantes, lo que significaría importantes ingresos para la economía del país.

Pero, ojo, no nos dejemos deslumbrar; más allá del cierre de las calles y de las inconformidades que pudo ocasionar Rápido y Furioso y que no se repetirán en Transformers porque —como ha anunciado el periódico Granma—, la filmación será solo el fin de semana -sin helicópteros, ni cambios en el transporte-, existen otro tipo de riesgos.

El estímulo al consumo desmedido y la elevación absoluta del valor de la distracción son estrategias del colonialismo cultural que constituyen riesgos a los que se expone la nación.

Sin dudas, la presencia de competentes profesionales y técnicos audiovisuales en la mayor de las Antillas, experimentadas productoras estatales e independientes, el alto nivel cultural de Cuba, sus paisajes y diversidad como país, la arquitectura y el clima, ofrecen un encanto difícil de resistir.

Pero, ¿qué pasaría con la producción audiovisual nacional si de pronto Hollywood necesitara de más artistas y técnicos, que reciben un sueldo muchísimo mayor en esas filmaciones? Posiblemente quedaría relegada a un segundo plano.

La mejor manera de oponer resistencia al colonialismo cultural es estimulando el pensamiento crítico, y haciendo un cine de vanguardia.

Como señaló el crítico cubano Dean Luis Reyes, haciendo un cine que “proponga relatos complejos y abarcadores sobre las zonas más recónditas de la condición humana y que consiga producirlas a bajo presupuesto, un cine capaz de fomentar una esfera pública donde se reitere con buenos argumentos que Fast and Furious es cine pueril y que la dignidad humana está primero que todo lo demás”.

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