Hoy, por desgracia, no es así. No quiere decir que no haya piezas con méritos y valores artísticos; sí las hay. Sin embargo, ¿cuántas más pudieran ser? ¿Es, en estos momentos, el Salón Fidelio Ponce de León el termómetro más eficiente para medir la valía de la plástica camagüeyana, función que le corresponde de forma casi natural? No lo creo.

Lo que el público puede ver en la galería República 289 dista mucho de ser sinónimo de “vanguardia artística”, término tan llevado y traído, por cierto, pero socorrido a fin de cuentas para hablar de lo que un territorio, provinciano como el nuestro —dicho sea con el orgullo que corresponde—, puede ofrecer como emblema de su creación visual.

En otros años, y no muy distantes por cierto, obras en concurso de esta edición del 2015 no hubieran superado el obstáculo del jurado de admisión. Claro, son especulaciones. Pero cabe preguntarse, también, por qué ha habido un divorcio tan evidente entre lo mejor del arte camagüeyano y “su” salón —nótese que destaco el “su”.

Desde luego, para recuperar el “Fidelio” debe trabajarse en equipo, institucionalmente hablando: la Academia, las casas de Cultura, el Consejo Provincial de las Artes Plásticas, los medios de difusión, en fin… la lista es larga, y a todos nos corresponde, sin duda, algo de responsabilidad.

Pero, nótese también que hablamos de la posibilidad de recuperar, o sea, es recuperable el salón. ¿Cómo proyectos nacidos casi de la individualidad, como 8+1, de Leonardo Pablo Rodríguez Martínez, o La razón del ser, de Nelson Miranda, por solo mencionar dos ejemplos, tienen un poder de convocatoria comparable, y en cierto sentido superior al del más importante evento de la plástica camagüeyana? No es talento lo que falta; mientras no se demuestre lo contrario —y dudo que eso pase algún día—, seguiré sosteniendo que las artes visuales principeñas tienen un lugar privilegiado en el ámbito nacional, no solo por su historia, sino también por su presente.

Se están abriendo, qué bien, vías alternativas; pero los que disfrutamos del arte en Camagüey necesitamos, además, los espacios reconocidos; ¿nos daríamos el “lujo” de perder el “Fidelio”? No lo creo. No creo que nadie se sentiría satisfecho. Con voluntad ecuménica debemos, entonces, trabajar, para un Salón provincial digno de la cultura de este territorio, de sus artistas y de su público que esperan, desde ya, una muestra número 30 que haga pasar al olvido las presentes palabras.

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