Una película salida del corazón, así considera Inocencia su director Alejandro Gil. Anuncia que la premier acontecerá el martes 29 de enero, y al día siguiente será exhibida en varios cines capitalinos. Después de marzo debe proyectarse en el resto de las provincias.

Antes de verla supe de su alto contenido emotivo. Luego comprobé que la realidad franquea cualquier comentario. Sentimientos encontrados como la pasión, el enojo, la tristeza y el amor patrio llevan más allá del molesto nudo en la garganta.

Y eso ocurre porque, como asegura el director de este filme ciento por ciento cubano, «en él se cristalizan, desde lo artístico, asuntos que tienen que ver con nuestra identidad, con nuestras posturas políticas. Es una película honesta, salida del alma. No había otra manera de acercarse a ese acontecimiento humano que no fuera desde el corazón».

Basada en hechos reales con lógicos toques de ficción, Inocencia devela un acontecimiento siempre recordado, ahora de una manera cargada de crudeza y lirismo: el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, el 27 de noviembre de 1871 y, en paralelo, la incansable búsqueda de sus cuerpos que durante 16 años realiza Fermín Valdés Domínguez, para reivindicar a sus amigos y compañeros de aula.

Pero, quién es este periodista y cineasta que con su tercer largometraje para el Instituto Cubano de Industria y Arte Cinematográficos (ICAIC) ha logrado conmover al público local y extranjero y alzarse con varios premios en la cuadragésima edición del Festival de Cine Latinoamericano.

Conversamos por casi dos horas, si bien no abuso de su locuacidad, ni de la relación de colegas que nació en las aulas de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, de la cual se graduó en 1982 con una tesis sobre el Noticiero ICAIC, en el lustro 1975-1980:

«Entré en ese mundo audiovisual teniendo como tutor a Enrique Colina y a José Antonio González, además de la colaboración de Carlos Galeano y el equipo fundamental de Santiago Álvarez. Sorpresivamente me llega la ubicación para los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (ECIT-FAR).

«Lo curioso es que no había plaza de periodista y dije: “Y qué hago acá”, porque los propios realizadores redactaban los textos para los documentales y didácticos que eran parte de la política editorial de la fílmica. Y así tuve que asumir un curso durante tres años, para ver si daba la talla en el cine, de lo contrario me tendría que ir.

«Pero me fue bien, aprendí mucho, y al final me llamaron para ser asistente de dirección de Algo más que soñar, una serie de nueve capítulos, de una hora de duración cada uno, filmada en 35 mm para la televisión. Esa fue la mejor escuela. Una obra muy compleja, dirigida por Eduardo Moya, con muchas situaciones de los muchachos protagónicos, tanto en su vida civil, como la militar en la cual se desenvolvían como cadetes, incluida la misión internacionalista».

-Todavía se agradece cuando lo proyectan en la televisión.

«Bueno, en ese casting había un elenco de lujo, porque allí aparecieron los rostros de Isabel Santos, Beatriz Valdés, Luis Alberto García, Patricio Wood que había hecho El brigadista, Rolando Brito y de actores ya consagrados».

-Pero continuaste en la “fílmica” de las FAR

«Seguí de asistente de dirección, y en 1988 hicieron un llamado a quienes ocupaban esa responsabilidad a que presentaran trabajos a fin de ser evaluados para directores. Ahí realicé mi primer guión, para el documental Piensa en mí, sobre las cartas de José Martí a María Mantilla; muy gratificante porque fue premio Caracol, y reconocido en el exterior. Me abrió las puertas a otros proyectos que se fueron complejizando. Materialicé mi primer corto de ficción, Tema Heavy, premio del Festival Internacional Latinoamericano de Trieste, también multipremiado en otros eventos dentro de Cuba.

«Después vendrían La ausencia, sobre el Ismaelillo; un trabajo que me gusta mucho llamado Retrato, poco visto, acerca de la poesía de los hermanos Saíz; Paula,y otros de diferente naturaleza, que me franquearon el camino como realizador dentro de los estudios fílmicos de las FAR, lamentablemente cerrados a inicios del periodo especial, aunque posteriormente reabrieron con otro nombre.

«Y es que aquel, mi primer centro de trabajo, lo veo como la emancipación del hombre, porque allí lo mismo hacías una obra de ficción, y al siguiente día estabas en una maniobra militar con tiro directo, o como ocurrió, que me enviaron de corresponsal de guerra y al regreso logré un trabajo más artístico. Y eso forjó no solo al hombre, sino al creador.

«Allí se creó una estética muy particular, a partir del propio objeto editorial, y se fraguó una generación de realizadores importantes que venían de diferentes carreras, y que aportaron en su campo para divulgar la historia militar con una óptica apegada a la época».

«Hice una carta para que me aceptaran en el ICAIC y no se abrió esa puerta y me fui a la televisión, un medio que exploraba por primera vez. Me dediqué a hacer los conocidos popularmente tele play, historias de ficción con un diapasón mucho más abierto en género y contenido, en los cuales pude abordar la Cuba contemporánea.

«Con el tiempo me llamaron del ICAIC para hacer el documental Montaña de Luz, sobre la labor de los médicos cubanos en Centroamérica y África, dirigido por Guillermo Centeno, un documentalista muy importante, ya fallecido. Para ello se hicieron tres grupos, y dirigí uno que viajó a Honduras, Burkina Faso y Mali. Fue una experiencia tremenda filmar en los lugares increíbles donde estaban los galenos cubanos. Recientemente se volvió a proyectar en la televisión, durante la retirada de los médicos cubanos de Brasil.

«Después vendría mi obra prima con el ICAIC, el largometraje La pared, un trabajo de autor, luego hice La emboscada, muy importante para mí, con una mirada distinta hacia y desde el hombre. No se dice dónde transcurre, pero es la participación en una situación límite que es la guerra, donde caen
emboscados y sin jefe. Esto genera muchos conflictos, con mucho matiz humano, heredado de los principios de cómo los cubanos consideramos la guerra, el internacionalismo. Ernesto Daranas fue el guionista, a partir de un argumento que discutimos, basado en mi experiencia como corresponsal de guerra.

-Te empeñas en los temas históricos donde la juventud es el protagónico. ¿De qué parte Inocencia?

«Estaba concebido como un documental, a partir del impacto que suscitó la presentación del capítulo sobre los estudiantes de medicina en la serie Historia del arte militar en Cuba, en la cual Eusebio Leal seleccionó momentos cruciales de nuestra historia y uno de ellos fue el del fusilamiento de aquellos jóvenes, uno de los hechos más sensibles ocurridos en La Habana del siglo XIX.

«No por gusto el Historiador de la Ciudad ha dicho que el 27 de noviembre es un día luctuoso, que “no es ni para la pachanga ni para el jolgorio y ha de andarse en silencio y con la cabeza gacha”.

«Cuando profundizamos en la fecha nos dimos cuenta de lo poco que se sabía de aquellos acontecimientos, que por sí mismos constituyen una historia dramática, solo había que abordarlos desde el punto de vista dramatúrgico. Los niveles de silencio que hay sobre los hechos nos permitieron ficcionar y el guión de Amílcar Salatti fue crucial a la hora de poder aglutinar toda esa información y crear una historia que movilizara el pensamiento, entretuviera y emocionara.

«Por primera vez se le puso rostro a esa parte de la historia; con la pretensión de redimensionar su carácter simbólico. Si bien al llevar otro relato en paralelo, se cumple otra intención del filme: reivindicar la figura de Fermín Valdés Domínguez , quien representa la perseverancia, la lealtad, la entrega, el heroísmo, al estar casi 16 años buscando los cuerpos de sus amigos, en aras del indulto».

-Abogas porque sea perenne el homenaje a esos jóvenes

«Sí. Los nombres de aquellos estudiantes de medicina deben ser acogidos por las organizaciones de masas, por algún premio literario. Antes existía el sello o diploma 27 de noviembre. Este es el acontecimiento histórico que más simbolismo tiene en La Habana y me atrevería a decir que fuera de la capital.

«Existen la calle 27 de noviembre y se perpetúan en el mausoleo en La Punta, en la ruina del cementerio de Espada. En el primer bloque de piedra ubicado en el Parque de los Mártires, en las calles Infanta y San Lázaro, la primera página está dedicada a esos jóvenes; y en el necrópolis de Colón hay dos monumentos, el más grande, por el cual también luchó Fermín y en el que invirtió casi todo el dinero de las ventas de su libro*, y el otro, que se encuentra en el lugar donde encontró los restos de sus compañeros, y allí no llega ni un pétalo de rosa para recordar la fecha. Las ocho jardineras del Parque Central custodiadas por igual número de palmas reales están dedicadas a ellos y ni hablar del cuadro de Manuel Mesa, que ha sobrevivido al tiempo y enaltecido la imagen de los estudiantes».

-Otra de las reivindicaciones en esta película es a la secta abakúa

« La película asume, reconceptualiza la tradición oral al no tener elementos de la historia oficial sobre la participación de los abakúa en este suceso, una muestra de que llevamos en sangre no amedrentarnos ante la superioridad numérica ni tecnológica, y siempre anteponiendo la inteligencia, el valor, la confianza en la fe, en un ideal. Y eso representaban aquellos negros que casi fueron al suicidio contra un escuadrón bien armado.

«Posteriormente se generaron escritos sobre el tema. Una carta de Emilio Roig de Leuchsenring al director de Hacienda alude a ese hecho, también el Che lo menciona en un discurso por el aniversario 90 del fusilamiento de los estudiantes. Incluso en el parquecito frente al Memorial Granma, hay una tarja que recuerda el suceso y todos los años los abakúa se reúnen allí en homenaje a la fecha. La Sociedad Abakúa de Cuba escribió una carta agradeciendo esa postura de la película».

-En todos los escenarios recalcas que Inocencia es una obra colectiva ciento por ciento

«De otra forma no podría haberse realizado. Debo recalcar que esta es una película ciento por ciento cubana, gracias a la alianza del Ministerio de Cultura, la Oficina del Historiador y el ICAIC. Empezamos a prefilmar el 15 de julio del 2017 y las filmaciones concluyeron el 28 de diciembre. Todo el año pasado lo dedicamos a las labores de edición y posproducción.

«La producción estuvo a cargo de Carlos de la Huerta y el casting de Yarelis Pérez, esposa del guionista. Ella es actriz, profesora de la Escuela Nacional de Arte y está muy al día de las figuras jóvenes sobre todo del teatro. Se conformó un elenco que mejor no lo queremos. El trabajo de arte correspondió a Aramís Balebona, y el de fotografía a Ángel Alderete, a quien conozco desde la fílmica de las FAR, igual que a la fabulosa Tania Ceballos, la directora asistente. El diseño de vestuario fue de Liz Álvarez.

«Pero lo mejor no es solo la calidad individual sino el trabajo colectivo, la forma en que se fusionaban las especialidades para que todo saliera bien, con el pensamiento más allá del producto final, porque las películas de época son muy costosas, sin embargo, considero que esta fue bastante austera.

«Debo destacar que trabajamos sobre una escenografía real gracias a la colaboración con la Oficina del Historiador, lo cual resulta un valor agregado, porque era importante sobre todo, que la fotografía tuviera amplitud en los interiores».

-Se la califica de película necesaria

«Lo normal es que las personas te feliciten por una obra y sin embargo, a nosotros mucha gente nos ha dicho: “Gracias, era necesaria esa película”. Y no es solo que lo expresen, pues las reacciones son elocuentes ante este producto audiovisual.

«Los especialistas debían sacar experiencias del fenómeno producido alrededor de ella, lo cual solo reafirma nuestras consideraciones acerca de que es necesario exhibir en las escuelas documentales cubanos que traten nuestra historia.

«Si el Festival de Cine Latinoamericano llegó a sus 40 años y es muy popular, con referencia internacional y distinto de los que se hacen en el mundo, por qué no ir nosotros a una fase superior con el rescate de los cines de barrio, sabemos que hace falta dinero, pero hay que proponérselo e ir poco a poco, y también que regrese el Noticiero ICAIC».

-¿Qué crees de la acogida del público a Inocencia?

«Es sorprendente y reconfortante a la vez. Hay una línea sentimental y de acogida que impacta y se repite entre los espectadores y especialmente en los jóvenes. En una de las varias presentaciones que hemos hecho para instituciones se gritó al final ¡Viva Cuba! También repercutió en los extranjeros que la han visto. Algo sorprendente si partimos de que supuestamente la película aborda temas muy domésticos.

«Sin embargo, recibió varios premios, y le damos un alto significado al otorgado por el público ¿Cómo es posible? ¿A un audiovisual con tema histórico, que no trabaja sobre los códigos más populares?

«Es una historia desgarradora porque sus protagónicos son jóvenes, y en la que se reconocen las actitudes del capitán español Federico de Capdevila y del profesor Domingo Fernández Cubas.

«Y provoca suma indignación la actitud de los voluntarios, como escuadrones de la muerte de aquella época, empecinados en mantener a raya a las ciudades, porque los mambises ganaban méritos en la manigua a favor de la independencia. No podían permitir un síntoma de rebeldía, para lo cual  usaron una actitud agresiva, de rencor salvaje, lo único que pudo mantener en silencio a esta ciudad, como se describe en Inocencia».

*El 27 de noviembre de 1871, título de la primera edición en Cuba del libro que sobre los hechos escribió Fermín Valdés Domínguez