CAMAGÜEY.- Con Los objetos silentes, Oscar Rodríguez Martínez (Florida, 1979) nos lanza de lleno al insondable abismo de la nostalgia; no es una nostalgia solitaria es más bien, una nostalgia compartida, y es que, Oscarito a lo largo de su obra ha mantenido una preocupación sostenida por los destinos de su generación.

Es por ello que el artista se empeña en rescatar del profundo misterio del olvido objetos que, de alguna manera, le pertenecieron, pero ¿cómo una persona tan joven siente ya la pérdida de las cosas? La nostalgia es culpa de la memoria, lo que recordamos son solo cosas, lugares, personas, o situaciones que hemos perdido y que la memoria nos lo devuelve. Lo que está, lo que no se ha ido al intrincado terreno del pasado, de alguna manera nos arropa y no nos produce sobresalto.

Entonces, en esta muestra el autor pone delante de nosotros objetos que en algún momento y de alguna manera le pertenecieron, pero la intención del artista no es regodearse en el objeto en sí, haciéndonos conocer su cotidianeidad o exotismo. Oscarito sabe que esos objetos vienen acompañados de todo aquello que lo rodeó en algún momento determinado y que él rememora. Al mostrarnos en solitario, sacado del contexto original donde alguna vez fueron observados, lo que quiere el creador, es que cada uno en su memoria complete el rompecabezas que nos propone, esa máquina de escribir, por ejemplo, fue una vez hogar de una carta que no se escribió, el objeto mostrado en su dolorosa intemperie nos habla de lo lacerante de la situación y de la imposibilidad de remedar el pasado.

Pero mostrar el objeto por sí solo, no le basta el autor, el necesita echar más leña al fuego de la nostalgia, por eso los pinta en la gama de grises como forma de acentuar el carácter dramático de la pérdida.

Oscarito toma del Pop Art, ese gusto por lo objetual que antes descubrieron los dadaístas, sin embargo, esto cuadros no son pop, están más cerca del neo expresionismo y es que el objeto, sea un radio o un tocadiscos, están pintados como con saña, como si al ejecutarlo quisiera espantar el fantasma de la pérdida o quizás sólo quiere darle un poco de humanidad, de cercanía, a aquellas cosas que rescata del oscuro territorio del recuerdo.

Puesto así como están, en esa dolorosa intemperie que padecen, perdido todo vestigio de color en el paso del pasado al presente, humanizados por esa pincelada nerviosa y a veces agresiva, son en sí mismo una provocación, Oscarito le habla directamente al espectador, lo fuerza a mirar, nada en el cuadro está puesto para entretener, el artista quiere que el espectador sea cómplice de esta aventura de desempolvar cosas, por eso seria saludable, que antes de volver la espalda a uno de esto cuadros, y comenzar un ligue, una conversación banal, o atacar al indescifrable trago, de las exposiciones, el espectador acepte el reto, que desde un lienzo agrisado le envían estos objetos, y trate de desentrañar esta sola pregunta ¿Por qué una generación tan joven padece ya el lacerante dolor de las pérdidas?

*Pintor y profesor consultante de la Universidad de las Artes ISA