CAMAGÜEY.- Alejandra Larrea Galarza, de Ecuador, participa en la XXVII edición de la muestra El Almacén de la Imagen con el documental La película de Camilo, uno de sus ejercicios como estudiante de la Universidad de las Artes en La Habana.

“Llevo tres años y medio en Cuba. Aquí no hay ese derroche técnico y eso te estimula la creatividad. Para los ejercicios somos solidarios entre nosotros. Se trata de otro tipo de producción. También he aprendido mucha paciencia. Ya tengo otra visión de cómo se pueden hacer las cosas y reunir gente. En Ecuador resulta de elitistas, más complejo entrar en circuito”, contó a Adelante Digital.

Su nacionalidad no le limita a optar por el Gran Premio Luces de la Ciudad, que se confiere en este evento auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz, porque desde el principio se abrió a la representación de varias naciones a través de alumnos de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

“La ciudad de Camagüey está súper linda, y el festival, chévere porque puedes conocer a gente que está haciendo lo mismo que tú, coincidir con los que estudian y los autodidactas. Me parece interesante ese despliegue para todo el país”, añadió.

La película de Camilo fue rodada en mayo del 2017, para defenderla en la asignatura de documental, cuando cursaba el tercer año del perfil de dirección, de la carrera de Medios de Comunicación Audiovisual, en la facultad conocida por las siglas FAMCA.

“Camilo es mi vecino y también es ecuatoriano. Su mamá es madre independiente que estudia Psicología. Él me timbró un día para que le prestara mi cámara porque quería rodar su película de terror. Aceptó que yo le documentara el proceso. Yo quería mostrar cómo los grandes le íbamos a coartar la idea e imponer cosas que no sabía. Nos dio una lección de cine”, enfatizó.

Foto: Tomada de su perfil de facebookFoto: Tomada de su perfil de facebookLa obra de 13 minutos fue elogiada por el crítico de cine Juan Antonio García Borrero, y le produjo a Alejandra doble satisfacción, por lograr en poco tiempo una historia que la identificó, y por el impacto en su protagonista, su coterráneo y por ende, como ella, sujeto de identidad cultural.

“Fue lindo cómo se reconoce su imagen. En pocos meses ha cambiado mucho. Ya tiene ocho años y quiere hacer otra película”, precisa quien ha confirmado su vocación de documentalista.

“Vine a Cuba con la idea de hacer un documental de denuncia. Me encontré que ese no es el único que existe. El documental puede ser mucho más profundo. No me veo haciendo ficción, solo en alguna asistencia. Me gusta el cine comunitario, un lenguaje tan potente para que la gente se reconozca y recobre la autoestima”, afirmó.

La joven, de 24 años de edad, llegó al audiovisual en la búsqueda de todas las formas posibles de expresión, según su capacidad y entereza, para trasmitir cuanto le provoca de su entorno, y le conmociona de su realidad.

“Un día me dije que no quería seguir estudiando danza. Quería encontrar otro lenguaje, y el audiovisual me ha sorprendido. He hecho video-danza. Quiero cantar, hacer teatro... Se puede aprender de todo”, concluyó.