CAMAGÜEY.- La mirada artística hacia el continente africano, ha sido una manera acertada de expresar los lazos espirituales que nos acercan a esas tierras. Las distancias se acortan cuando el creador realza las tradiciones y los componentes que integran nuestros genes culturales y matrices de cubanía. Encaja en ese perfil el documentalista habanero Miguel Ángel García Velasco, quien ha hecho de su obra un espacio para reflexionar sobre el universo de lo afrocubano.

La música y la danza son un leit motiv en el quehacer del habanero. Identifica las primeras aproximaciones a los misterios de su trabajo, desde las visitas a su abuela, en el central Orozco, de Pinar del Río, donde vacacionaba, y a su vez le llegaban los primeros acercamientos a las ceremonias e imaginería religiosas, aún incomprensibles para su mirada infantil.

Hoy orienta el rumbo de su proyecto Etno visual AfroKuba, fundado en el 2008, y perteneciente al Comité Cubano de la Ruta del Esclavo, a reivindicar las esencias del continente negro en la isla. “En la Universidad de Sevilla, efectué mi doctorado en antropología social, sobre el tema del género del flamenco y uno de sus estilos, denominado Cantos de ida y vuelta.Dentro de ese último se halla la rumba, así que comencé un levantamiento de los rumberos que conocí en Cataluña, Madrid y Andalucía. Luego, hice lo mismo en Cuba”.

Comenta el también especialista en endomusicología que tuvo la posibilidad de entrevistar a personas que cultivaban esa rama musical, “como en Cárdenas, a Miguelina Baró, una cabildo Arará de 93 años. La experiencia me incentivó a indagar y seguí mi investigación en otras comunidades Arará como la de Bahía Honda, en Pinar del Río y programé eventos etnológicos y de música folclórica en espacios de La Habana y Santiago de Cuba”. Para él sus creaciones tienen patrón común: el rescate del patrimonio inmaterial, las tradiciones.

“Necesitamos salvar todas esas riquezas espirituales. No podemos admitir que en materia de danza o de folclore no tengamos historia. Es vital que se visibilicen los cultos de los afrodescendientes, y de sus esencias aportadas al ballet, que son muchas. Se habla de la concepción racista de ese arte, sin embargo, yo como antropólogo me centro en el ballet mestizo, en el bailarín, quiero saber de dónde viene y cómo llegó a los escenarios”.

La travesía como documentalista ha sido el fruto de un largo desandar, de la experiencia y de los deseos acumulados por darle voz a las raíces que componen nuestro cuerpo . “Soy un bicho raro, tengo una formación bastante diversa”, expresa jocosamente y retrocede más allá de sus años de aprendiz, para dominar las técnicas audiovisuales, en la Escuela Internacional San Antonio de los Baños, para “elaborar los materiales con todas las de la ley”, como refiere.

“Formé parte de la marina de guerra, durante mi servicio militar, y luego tuve la oportunidad de enrolarme en el campo de la diplomacia. Así, a mis 20 años, me desempeñé como oficinista en la cancillería cubana. Aquello resultó una escuela para mí porque aprendí de personalidades de la talla de Pelegrín Torres y Raúl Roa, a quien admiraba mucho”.

Por motivos personales, su carrera tomó otro curso. También la música que “lo haló más”, influyó en ese sentido. Descubrió nuevos horizontes en la Asociación Hermanos Saíz, donde vivió una época de explosión artística, orientada por un intelectual como Armando Hart, quien fue uno de sus inspiradores para continuar su superación en el terreno de la endomusicólogía, de las ansias de redescubrir, indagar y proyectar sus pensamientos, a través de nuevos formatos como el cine.

“Estoy enfocado en una realización sobre la figura del bailarín y coreógrafo santiaguero, Jorge Lefebre, que despuntó tanto en Cuba como en Nueva York y en Europa. En su ciudad natal, hizo una versión de Edipo Rey, una de las obras cumbres del Ballet Nacional de Cuba, montada para Alicia Alonso. Otra de las compañías donde todavía permanece vivo su repertorio, unos 30 años después, es en el Ballet de Camagüey”.

Asegura que en este momento entre los planes que carga, en su apretada agenda, imagina “una producción asociada con los saxofonistas de esta provincia. La escuela cubana del jazz latino, de ese instrumento saxofón, tiene en Camagüey un alto exponente”.

Compartió el investigador que desde el próximo tres de marzo hasta el cinco, su proyecto EtnoKuba visitará la ciudad de los tinajones y programa, para el Ballet Folclórico, el de Camagüey, el Contemporáneo y a los músicos en general, el rodaje de producciones como Eggún para Chachá, Niño Cañamazo, Ellas cantan en legua Arará, Erzilí en Lefebre, Lefebre en Camagüey, Sulkary, medio siglo después, El acorazado Irakere y Homenaje a Oscar Valdés, desde el Complejo Audiovisual Nuevo Mundo.

“Quiero, en un futuro, acercarme a los cabildos y comunidades haitianas de esta región. Me gustaría saber más de sus rituales vudú”, expresa García Velasco con el interés de un niño que anhela descubrir los por qués de su entorno, con el alma de un audaz conquistador que nos regala la lumbre para definir aquellos zonas oscuras de lo afrocubano en nuestro país, de la cultura cubana.