CAMAGÜEY.- Fue un largo silencio con las miradas sobre las rosas de aquel lecho del dolor, por la terquedad de traer de vuelta a Elda Cento Gómez, quien justo desde allí confirmaba para todos su victoria mayor, porque nadie, absolutamente nadie cree ni acepta que una mujer grande sea cenizas y quepa en una pequeña vasija.

Hasta el lugar donde reposan sus restos en el Cementerio General de esta ciudad llegó con las notas de El mambí, interpretadas por la centenaria Banda Provincial de Conciertos de Camagüey, y no fue difícil imaginarla sonriente como al librar sus batallas cotidianas entre hallazgos y polémicas acerca de la historia regional.

A la entrada del camposanto, Iván Mora, un discípulo y colega de la Oficina del Historiador de la Ciudad donde trabajó en los últimos veinte años, habló en nombre de sus cubanos de causa y camagüeyanos por arraigo, y dijo una rotunda verdad al relacionar su legado con la persistencia de la memoria de su terruño.

Antes de que el joven historiador recordara la vida luminosa, la esencia de la bella y encendida palabra, la hermosa manera de decir, la herencia fecunda, la pasión por descubrir, solo minutos antes, la Banda abría paso al cortejo con el Toque de Silencio y el Himno Nacional.

Trepidante como el himno bayamés, galopaba el pecho en desasosiego por el terrible suceso cuando no se puede tocar más la piel de la mujer, de la madre, de la abuela; por eso dolía tanto verla en brazos de su hijo menor, ella que supo criar a sus tres varones sin dejar de ser una profesional extraordinaria y ganar todos los premios posibles.

Tenía 67 años cuando dejó de caminar con los pies sobre la tierra; sin embargo, a partir de ahora anda libre como el viento, impulsa con sus ideas patrióticas, sigue elegante como las rosas de la ofrenda del sepelio.

Jamás la hallarás quieta, aunque alguien ponga como prueba el cortejo fúnebre por la calle principal del cementerio. Las cenizas son un estado poético de su dimensión. Elda Cento Gómez es una mujer grande y, aunque ella misma quisiera, no cabe, no puede caber en una vasija pequeña.