CAMAGÜEY.- "Nací un Sábado de Gloria y también me llamo Victoria porque es el nombre de mi bisabuela, pero eso fue una coincidencia”, así comenzó el diálogo con la cineasta Gloria Victoria Rolando Casamayor, a quien la edición 29 de El Almacén de la Imagen dedicó el espacio Bienaventurados los audaces.

Ella fue la invitada del primer Coffea Arábiga, donde contó para amigos y jóvenes pasajes de su vida y motivos de su obra. El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) ha sido su único centro de trabajo desde que entró con 23 años; sin embargo, a la altura de los 66, suma una producción —prácticamente hecha de manera independiente— ausente en los libros de críticos e investigadores y que su país no ha reconocido con la fuerza que lo hizo la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos, al conferirle la condición de miembro en la categoría de directores.

COLOR CUBANO

“No estoy haciendo un cine de negros para negros. Son capítulos de la historia de Cuba. Ni en Estados Unidos he permitido que digan black cinema, no, es cine cubano. Quiero muchísimo a Cuba, sé lo que vale. Del tema racial, existente en América Latina y en el mundo caribeño, aquí no se concreta un debate, no se toca la raíz del problema”.

Con su hablar bajito y sus tonos dulces dice las más agudas verdades, y en la pantalla vindica la imagen de una población marginada, desde Oggún un eterno presente (1991), dedicado al cantante Lázaro Ross. Otras obras suyas son Pasajes del corazón y la memoria (2007), acerca de la inmigración de las familias de Islas Caimán a la antigua Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud; y 1912. Voces para un silencio, investigación de la masacre de los Independientes de Color, que le llevó diez años desde el 2003.

“Somos parte del Caribe. Cuba es Caribe y este tipo de historias demuestra la conexión. Mi grupo de video se tenía que llamar Imágenes del Caribe porque tenemos que seguir contando de los puentes que nos unen”.

LA HISTORIA DIRECTA

Con el grupo, fundado en 1991, hizo Los hijos de Baraguá (1996), rodado en el batey de ese central localizado en Ciego de Ávila, donde encontró personas negras con apellidos ingleses y las huellas de los emigrantes de las llamadas West Indies a Cuba: “A mí me gusta encontrarme con la historia en directo, y eso es lo que hacía y no me importaban las condiciones de vida ni nada”.

Otra clave de su práctica artística tiene que ver con sus saberes y aprendizajes, porque Gloria Rolando aprendió piano en el Conservatorio Amadeo Roldán, y eligió estudiar Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Hizo el tercer y el cuarto años de la carrera en el Escambray, donde compartió con el camagüeyano Luis Álvarez.

“Cogíamos un caballo para ir a entrevistar a los campesinos y saber cómo vivían y cuáles eran sus aspiraciones. De pronto entró el bichito de para qué podía servir el arte. A partir de ahí hacíamos obritas de teatro, trabajé con los niños, pero no estaba consciente, soportaba aquella terrible experiencia de estar lejos de mi casa”.

Eso explica, entre otras razones, su gusto por entrevistar. Al graduarse, el Icaic solicitaba especialistas de Humanidades: “Dije, si voy a trabajar aquí me gustaría conocer el lenguaje del cine, cómo se hace una película, y todavía considero que estoy en ese proceso”.

CONOCER CUBA

“Mi primer trabajo en el Icaic fue con el director Santiago Villafuerte, un documental sobre la Tumba Francesa en Santiago de Cuba. Tuve que hacer una larguísima investigación. Había dado renacimiento italiano como cuarenta veces en la carrera; sin embargo, no conocía Cuba, no conocía esas manifestaciones culturales tan interesantes. Aquel proyecto me marcó”.

Gloria Rolando se ha mantenido muy cerca de Camagüey, como lo demuestra el documental Reembarque (2014), donde aborda la inmigración haitiana como mano de obra barata de la industria azucarera, luego expulsada de Cuba.

“Filmé al grupo Desandann, a Bonito Patuá. En la Guernica filmé a un haitiano que trabajó en Birán, en la finca del padre de Fidel y jugó a la pelota con él. Una se da cuenta de las cosas que compartimos con Haití. ¿Qué pasa? Que a veces nada más se mira el folclor, los tambores, la religiosidad. No. Es la historia económica del país. No pudiera dormir tranquila si no la contara. Tú tienes que encontrar las voces que la llenen, documentos, periódicos. Hay que investigar.

“La historia de Cuba no se enseña con estos matices. Mis materiales sirven para la educación. A lo mejor no son los de grandes premios de festivales porque se miden otros aspectos. El año pasado me encontré muchos profesores que utilizan mis materiales aquí”.

LA MÚSICA SIEMPRE

También se refirió a Los ojos del arcoíris (1997), protagonizada por una amiga, la luchadora afroamericana Assatta Shakur, líder de Las Panteras Negras, a quien conoció en la Casa de las Américas y en la de África.

“Es la única mujer que logró escaparse de las cárceles de los Estados Unidos. Dos millones dan por su cabeza. Ella me escogió para que contara su vida. Fue un proyecto lleno de música. No sé contar si no hay música, si no hay danza”.

Gloria Rolando dijo que trabaja en la historia de las oblatas, las monjas negras que debían estudiar en Baltimore para poder enseñar en Cuba. Ellas instruyeron a su mamá. Entre los colaboradores están Miguel Núñez y Tony Ávila, quien compuso la canción Flores negras para el documental.

“Ellas abrieron escuelas aquí, así que Camagüey una vez más estará enrolado. ¿Por qué contar esta historia? Porque es una parte importante del devenir de la educación en Cuba, de los negros en Cuba, de rescatar una imagen perdida y vamos a ver cómo se recibe. Siempre es una sorpresa”.