CAMAGÜEY.- Las Jornadas de ArteCómic prometen mucho. En especial la novena edición generó grandes expectativas al aspirar a ser la convención cubana del cómic contemporáneo. Con esos aires llegó al Recinto Ferial.

Si miramos ese espacio solo por la discretísima concurrencia de alrededor de 200 personas en un lugar por donde han circulado 10 000 en un día, omitiríamos lo mejor del intento: la posibilidad de realizarse, pero lleva integraciones.

El propio director del Recinto Ferial, Silvio García Varas, no consideró un fracaso esa parte del evento. “La idea es buena”, dijo antes de insistir en la importancia de divulgar las cosas con tiempo y de organizarse mejor.

ArteCómic fue una fiesta para la comunidad cercana, atraída hasta el segundo nivel del pabellón grande, donde Joven Club de Computación dio charlas, copió gratis La Mochila 127 y logró simultáneas con el videojuego cubano Fernanda.

Héctor Sedeño, instructor de El Cristal, no pensó que tendría éxito el alquiler de computadoras, la hora a dos pesos (MN), y la de tabletas a tres. Se equivocó. Por iniciativa creó un código QR para promover el evento y los servicios de infoalfabetización.

Su colega Jany Liz Sosa, instructora del Bosque Tecnológico, estaba feliz por el entusiasmo de los habitantes de la zona y del público variado; desde niñitos hasta adultos mayores subieron las escaleras para jugar ajedrez electrónico.

También hubo opciones específicas del mundo de la historieta, pero han de potenciarse para que el evento conecte con el gran público. El esfuerzo del Consejo Provincial de las Artes Plásticas merece la implicación de otros proyectos e instituciones culturales.

Si ArteCómic no debe renunciar al Recinto Ferial, los participantes no pueden abandonar nuestras jornadas, únicas en Cuba. ¿Por qué? Lo sugirió esta semana aquí el dibujante belga Etienne Schréder: “cada vez que no tuve un lector al lado, me equivoqué”.