CAMAGÜEY.- Casi siete minutos de conversación fueron suficientes para atrapar la personalidad del contrabajista Gastón Joya, una figura que asume la fama con la modestia de los grandes.

Ningún espacio mejor para dialogar con este joven, de 31 años, que la sala de conciertos José Marín Varona, de la Oficina del Historiador, ubicada en la calle Luaces, donde organizó un taller didáctico con jóvenes del conservatorio de música José White y de otras instituciones de la enseñanza artística.

La espera para la entrevista resultó fructífera, es decir, ver a Gastón rodeado de muchachas y muchachos, sin apartarse de su instrumento y cediéndoselo a ellos. Del otro lado, el pianista acompañante Adrián Estévez Rodríguez, nacido y criado en Camagüey, quien imitó a su director, también con una naturalidad sorprendente.

El as del contrabajo entró a la oficina de la administradora de la sala ataviado, como andaba, con un pantalón corto, un pulóver ancho y una gorra que simulaba un sombrero. Las preguntas fluyeron y la respuestas también.

—¿Qué es para Gastón, un habanero, habanero, insertarse en la cultura camagüeyana, de donde han salido excelentes músicos?

—Yo soy habanero, pero de fuera de la ciudad, de Guanabacoa, una villa con una tradición que es la que tengo. De hecho vamos a sacar un documental sobre eso, tocar la música de Ignacio Villa, Ernesto Lecuona, Rita Montaner y Guillermo Tomas.

“Un poco en Camagüey, de la primera vez que vine -hace casi diez años-- me sentí como en mi casa. Me encanta la historia, siempre estoy por el Centro Histórico haciendo mi trabajo, tranquilo por aquí.

“Siempre he sentido una gran conexión. A mi me gustan los clásicos cubanos, la danza, la contradanza. Hace dos años conocí a Adrián, excelente pianista, ha tocado todos mi discos, con tremenda conexión, de siempre, no de ahora”.

—¿Cómo lo han acogido los estudiantes camagüeyanos en la visita?

—Es tremenda sorpresa. Yo he hecho mi trabajo durante muchos años con varios artistas y figuras de Cuba y otras que no son cubanas; siempre que me propusieron tocar en las provincias con mi grupo, respondí desde el principio. Yo quería tener un poco el acercamiento con los estudiantes, porque las personas muchas veces piensan que van a enseñarle algo, yo creo que se aprende también y podemos construir cosas mejores para el futuro.

“Después de llegar aquí y ver la escuela José White, una escuela lindísima, a mí me encantó. Hay muchachos que conocen cosas que he hecho, incluso, de fuera de Cuba, de gente que ni se conoce aquí, tremenda experiencia. Todo el mundo con mucha educación y naturales, y con una clase bien sentada de la música”.

—¿Fuera de la capital es la primera gira con esta característica?

—Es la primera gira nacional con mi proyecto. Anteriormente hice giras nacionales con Omara Portuondo que la disfruté muchísimo, y también con muchos amigos trovadores. Hace varios años tocaba en Holguín en los festivales de cine. Íbamos, actuamos con Carlos Varela,  David Torrens...

“En Camagüey recuerdo que hice un concierto lindísimo en la Plaza de los Trabajadores con Kelvis Ochoa, que fue una experiencia bonita también. Tenía 19 años”.

—Tengo la impresión, quizá sea una carga de subjetividad, de que haces hablar el contrabajo.

—Para mí es muy importante la melodía, la melodía es lo que nos distingue, es hablar, como transmitir algo, un mensaje. Nada, mi instrumento es el bajo, porque mi papá era contrabajista. Fue lo que vi en mi casa. Mi papá fue alumno de Cachao, yo también. Mi gran influencia es Cachaíto, es lo que estamos defendiendo, cada cual en su estilo.

—Lo mencionó ahorita, pero quiero que hable de la percepción suya sobre la calidad interpretativa de Adrián.

—Adrián es tremendo músico. Toca como mismo es, una persona clara, noble, un pianista que ha llegado a un nivel increíble. Nadie calcula la capacidad de evolución que tiene, nadie lo calcula de aquí a cinco años, el gran poder que va a tener en sus manos. La alegría que tengo es que conocí a Adrián y a Marco, el baterista.

“Desde el primer momento nos sentimos bien tocando. No he sentido otra cosa que no sea alegría. Los tres hablamos de lo mismo, la manera de tocar mis temas y las otras  canciones que interpreta, como si fuera música de cámara, estamos conectados doscientos por ciento. Es una tremenda alegría para mi poder compartir con Adrián y con Marco.

“En el caso de Adrián ayer nos pudimos acercar un poquitico a la escuela, a lo que fueron sus inicios. Él estaba arrebatado, contento cuando me dijeron: van a estar unos días en Camagüey, me respondió: a mí me viene superbien”.

—Cuando entré a la sala me percaté de que logras empatía con los muchachos. El mismo hecho de que cuando terminaron el ensayo, que los muchachos subieron, se acercaron, estuviste todo el tiempo dispuesto a atenderlos.

—Claro. Nosotros también fuimos estudiantes. Yo me gradué en el Instituto Superior de Arte hace diez u once años, y cuando estuve en el nivel medio y en la secundaria me encantaría haber tenido más posibilidad, de la que tuve, y que fueran a la escuela músicos para preguntarles muchas cosas. Tuve la suerte de conocer muchos músicos.

“Nada, uno se pone al lado de ellos, con la vocación de no darles la espalda, ver lo que necesitan y yo se lo doy con el corazón”.

La posibilidad de ver a Joya y Adrián existe para la gente de esta ciudad cuando este domingo se presenten a las 8:30 p.m. en un concierto único con la Orquesta Sinfónica de Camagüey en el teatro Avellaneda, en el mismo corazón del Centro Histórico de esta urbe de 505 años, con un segmento reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.