CAMAGÜEY.- La Oficina del Historiador ha orientado nuestras miradas y cuidados a la ciudad en esta década de intensidades desde que la Unesco reconoció la excepcionalidad de parte de los valores patrimoniales de Camagüey. El director José Rodríguez Barreras nos cuenta de la compleja ruta a la Declaratoria del 6 de julio del 2008.

“Fue Camagüey la primera ciudad cubana obligada a presentar el expediente con el plan de manejo. Trajo consigo un trabajo multisectorial porque ese plan entraña el compromiso estatal y ciudadano que sostiene el patrimonio en el tiempo. La inclusión en la Lista no fue la meta, sino el punto de partida de una carrera sin fin”.

Aunque el esmero por la ciudad no empezó con la Oficina, esa institución lideró el llamado de atención de la comunidad de naciones.

“A pesar del escepticismo de profesionales de valía, en la mira estratégica de la Oficina estuvo claro que el Centro Histórico tenía algo de excepcional por la trama, las torres de las iglesias, el sistema de plazas y plazuelas y el contenido generado en ese escenario con peso importante en la configuración de la nación. Marta Arjona, entonces presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, dio el visto bueno, y Camagüey se inscribió en la lista indicativa junto a Cienfuegos”.

El trámite implicó inspecciones antes de la nominación y la visita del arquitecto mexicano Alberto González Pozo. El recordarlo, Joseíto, como se le conoce en su andar cotidiano, respira con alivio como si pasara otra vez el tamiz de ese experto.

“En el plan de manejo hasta el 2030 está la mayoría de lo que se pensó y estudios parciales de vialidad y en zonas vulnerables como el Triángulo de Oro (Parque Agramonte-Maceo-Ignacio Agramonte-Independencia) que no soportan los niveles de monóxido de carbono, las vibraciones... Las cosas hay que pensarlas bien, y sobre todo, hacerlas para que perduren”.

Ese sentido nos conduce en el diálogo a los desafíos de las instituciones especializadas y la sociedad, debido a un problema tremendo: el centro neurálgico de la capital provincial sigue siendo el centro histórico.

“¿Cómo conseguir que ese valor universal excepcional en condiciones económicas a veces precarias pueda conservarse y pueda sostenerse en el tiempo, porque la condición se pierde? En cambio, más difícil es que la gente entienda cómo comportarse en una ciudad conservadora, donde se tiene un alto juicio crítico. El gran reto es hacer a todo el mundo parte del proceso. La ciudad es un organismo vivo. Sufre de heridas curables pero de otras pueden ser irreversibles”.

Frente al dolor de solo pensar tanto riesgo, surge el antídoto de la preparación, imprescindible para la continuidad de cada obra humana. “No partimos de cero”, insiste con humildad el director antes de ponderar el magisterio de los arquitectos Lourdes Gómez y Oscar Prieto, y destacar el aporte del equipo técnico de Patrimonio de la dirección provincial de Cultura.

Luego acentúa la mirada en el presente y en el futuro: “Resulta imprescindible la continuidad desde el oficio de carpintería, del maestro restaurador, del saber trabajar los materiales tradicionales. La carrera Gestión del Patrimonio existe en La Habana y Camagüey, y se da por curso para trabajadores. Se necesitan más profesionales que atiendan el patrimonio”.

Como habitante con orgullo sano y rostro de un colectivo de consagraciones, Joseíto se traza mayores compromisos con la urbe: “De estos 10 años hay mucho que exhibir, cosas buenas y otras con defectos. La ciudad ha cambiado. Nosotros también. La ciudad se ha abierto al mundo. Debe explotar con cordura sus valores con el turismo. Entre las instituciones que tienen ver con lo técnico, me refiero a la Universidad, la Dirección de Patrimonio, la Oficina, Planificación Física, hay un diálogo y un horizonte claro de qué debe ser Camagüey”.

En morado, el Centro Histórico de la ciudad. En amarillo, la zona declarada Patrimonio Cultural de la HumanidadEn morado, el Centro Histórico de la ciudad. En amarillo, la zona declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad