Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFoto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteCAMAGÜEY.- Hay en su rostro una rectitud que es la revelación del hogar caudaloso de la ética y el respeto, pero es en la mirada donde se confirma la naturaleza de su rebeldía. Teníamos una premisa: Regina María Balaguer Sánchez “huyó” de su cuna. En la búsqueda de la verdad salimos a su encuentro en la hermosa casona, otrora Villa Feliz, donde pasa la mayor parte de su vida.

Egresó con título de Oro de la primera graduación de ballet de la filial del Instituto Superior de Artes en este territorio. Preside la Cátedra Honorífica Fernando Alonso y es vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en esta provincia. Ha roto el récord de permanencia al frente del Ballet de Camagüey, pero ella no es vanidosa, aunque por oficio su mentón apunte al cielo.

¿Qué nexo establece el Ballet de Camagüey con Fidel?

—El Ballet de Camagüey fue la primera compañía de ballet clásico que se creó después del triunfo de la Revolución. Nacimos por una Revolución como la nuestra, una Vicentina de la Torre con esos sueños, y otras personas que apoyaron. No se me olvida cuando en un discurso Fidel habló de la cultura de Camagüey, y la primera institución que mencionó fue el Ballet. Eso te hace un compromiso.

“Alrededor de los años ‘80, el grupo de apoyo del Comandante estuvo aquí, y entregó medios a la institución, bailarines solistas recibieron carros, motos... Todavía el Ballet atesora la guagua Girón, que maneja Rafael Montoya Correa, y el camión Kamaz, hoy con el chofer Alexander Justino, pero que Jorge Álvarez Pulido recibió y condujo hasta que se retiró. Aunque viejitos, caminan y resuelven los problemas. Desde el año pasado, nuestro aniversario quedó enmarcado en el contexto de la pérdida del Comandante”.

Una conjugación difícil. Esa puede ser otra de sus señales…

—Lo perdimos el 25 de noviembre, pero sus restos estuvieron aquí, el primero de diciembre, el día del aniversario. Además de rendir homenaje a quienes han estado en la compañía, dedicamos los 50 del BC al legado del Comandante.

“La compañía se ha crecido a pesar de las dificultades. Logramos grandes producciones como El Lago de los Cisnes, Las llamas de París y Don Quijote. En el resurgir está lo grande del colectivo. Ha sido la génesis de otras agrupaciones importantes como el Ballet Folklórico, Camagua, Ballet Contemporáneo. El BC es la institución insigne de la cultura camagüeyana”.

Un trabajador suyo afirma que el ballet en Cuba es una utopía. ¿Piensa lo mismo?

—Discrepo. Ya Cuba tiene bailarines en el mundo, cuenta con escuelas, ha graduado a generaciones, posee dos grandes compañías como el Ballet Nacional y el BC, y otras como el Ballet de Cámara de Holguín y el Ballet de Santiago. Ha dejado de ser una utopía para convertirse en una realidad, en algo cotidiano de la cultura porque hay un gusto por el ballet.

“Se dice que es elitista porque en otros lugares estudia ballet el que puede pagar una academia, sin embargo, en Cuba pueden estudiar todos los niños”.

El tema de las gratuidades suscita el debate desde el Estado cubano, porque no todo lo que se quiere por voluntad política es sostenible…

—La educación gratuita es un precepto de la Revolución, pero en la enseñanza artística deberíamos pensar cobrar algunos medios. Cuando das todo gratis, no se sabe lo que cuesta. Estamos en condiciones de que las nuevas generaciones le den valor al esfuerzo del país para mantener la cultura.

“Una zapatilla de media punta cuesta de 10 a 15 dólares en el mercado. Nosotros las hacemos, y las entregamos gratis. A veces usan una zapatilla por semana. Una de punta cuesta hasta 100 dólares, 75 dólares, depende de la marca. También los leotares y las mallas son recursos caros. Si calculas los ocho años de estudio y los 20 o 25 que dura la carrera, ¿cuánto se gasta en un bailarín?”.

Aunque tenga experiencia administrativa, ¿qué le sorprende de su rol de directora?

—Acabo de cumplir 20 años en la dirección y, sorpresas, todos los días. En el ballet es difícil porque se trata de un arte individual y colectivo al mismo tiempo. Yo me sorprendo diariamente por actitudes muy buenas, y otras no tanto. Muchas veces hablamos de los bailarines porque son la cara, y hacen el mayor esfuerzo, pero nos olvidamos del maestro que está al frente en el salón; del que está en los talleres, del que limpia el piso o atiende las áreas exteriores, del que cocina. Todos son importantes para mí.

“Es un aprendizaje, con sus alegrías y sus penas, pero que gratifica cuando te paras en un escenario o llegas a un lugar y te elogian la disciplina y la educación. En el Gran Teatro Alicia Alonso los custodios agradecen los buenos días de los bailarines. Nos llena de orgullo sano”.

A partir del auge de los estudios con enfoque de género se ha señalado que una mujer al frente no significa que marque la diferencia, porque a lo mejor repite malas prácticas de los hombres…

—Soy mujer, me siento parte de esas féminas con reconocido liderazgo, y le debo mucho a la Federación (FMC). Aunque soy introvertida, la vida me ha hecho cambiar, no con facilidad, y pongo en primer lugar mi compañía.

“No me estoy demeritando. He logrado aunar y salir adelante. El BC tiene un buen nivel técnico artístico. Soy la directora que más ha permanecido en la compañía. Nunca pensé serlo. Solo pensaba en bailar, incluso en momentos que me fui a estudiar a la Escuela Militar de Baracoa”.

¿Por qué ese giro a los Camilitos?

—Me sentía un poco fuera del contexto familiar, todo el mundo era militar. Nací en La Habana. Me hubiera graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA) en el ‘76 y no en el ‘79, pero le hice rechazo a la beca, entre otros motivos, y un domingo me eché a llorar, y le dije a mis padres que quería ir para los Camilitos.

“Luego comprendí que lo mío era la danza, y le agradezco a mi profesora Chery (Ramona de Saá) la confianza en mi regreso. Vine a Camagüey para el servicio social, pero me enamoré del Ballet, mi compañero es de esta ciudad, empecé a asumir responsabilidades en el sindicato de la institución, después como miembro del comité municipal, del provincial, del nacional, secretaria del Núcleo, miembro del Comité Municipal del Partido, del Provincial… Me fui quedando y hoy me siento camagüeyana”.

Regina, ¿cómo describe la sensación de bailar?

—Yo sentía que flotaba. Quizá me ponía nerviosa, pero me sentía dueña del escenario. Te digo más, yo bailo en mis bailarines. Viendo una función sé cuando se puede caer, o no proyecta, no está sintiendo. No siento que he dejado de bailar. Pasé de un rol a otro sin traumas, aunque tuve que meterme de lleno en una vorágine de combustible, de alimento… además, era algo provisional, por seis meses, y seguía en el salón como ensayadora, como profesora.

“Cuando asumí la dirección era una compañía grande. Tenía 90 bailarines. Hemos llegado casi a 100. Con el éxodo se ha deprimido. Tenemos alrededor de 30, pero no pierdo la esperanza de que crezca. El BC es reconocido a lo largo del país, pero requiere de condiciones técnicas. Nos llaman de las provincias. Ojalá pudiéramos abarcarlas todas, y bailar el año entero desde Pinar del Río a Maisí”.

A nivel popular se comenta que el hijo de un alto dirigente es un beneficiado. ¿Cuál ha sido el privilegio suyo como hija de José Ramón Balaguer?

—Admiro muchísimo a mi padre porque para mí es el revolucionario por excelencia, cabal, modesto; pero Regina está aquí por Regina. Cuando me presentan como“Regina, la hija de…”, digo: “No, la directora del Ballet de Camagüey o sencillamente Regina Balaguer”. Yo no he tenido nada fácil.

“Él tiene su vida, sus méritos que ganó con su trabajo, con su consagración, con su amor a la Patria, a la Revolución, con su fidelidad, con su modestia, pero son de él. Claro, tengo la suerte de que mis padres me enseñaron también responsabilidad, modestia, sencillez y que seré capaz de tener lo que con mi trabajo y esfuerzo sea capaz de lograr.

“Mis padres están orgullosos de los logros del BC. Se sienten felices de sus tres hijos. Aunque me quieren tener en La Habana están conscientes de que mi responsabilidad y mi vida están en Camagüey y me apoyan por eso”.

Nacer en un lugar no garantiza el arraigo. ¿Por qué se reconoce camagüeyana?

—Aquí he hecho mi vida profesional. En La Habana estuve 19 años y aquí llevo 38. También adoro La Habana y me gustaría estar allá, porque si algo le extraño, además de mi familia, es el mar, pero Camagüey es mi ciudad. Mi crecimiento profesional, espiritual y político se lo debo a esta provincia. Agradezco al Gobierno que me entregó el título de Hija Adoptiva. Me siento camagüeyana y deseo que el BC permanezca en la cultura cubana y camagüeyana para siempre.

Regina Balaguer y Fernando Alonso, leyenda de la danza mundial y fundador de la Escuela Cubana de Ballet. Foto: Cortesía de Regina.Regina Balaguer y Fernando Alonso, leyenda de la danza mundial y fundador de la Escuela Cubana de Ballet. Foto: Cortesía de Regina.