CAMAGÜEY.- Visité el hospital pediátrico provincial Eduardo Agramonte Piña, de esta ciudad, con la idea de abordar el síndrome nefrótico, tema que me fue sugerido para estas consultas. Con especial gentileza accedieron las doctoras Isabel de los Ángeles Miranda Funcia (IM), verticalizada en Nefrología Pediátrica, Profesora Asistente y Máster en Atención Integral al Niño, y Patricia Estévez Haget (PE), especialista en Medicina General Integral (MGI) y Nefrología.

Ambas coincidieron en que las enfermedades renales más frecuentes en la pediatría se dividen en dos grupos; en el de las infecciosas de las vías urinarias muy bien reconocidas tanto por los padres como por los profesionales de la salud, de acuerdo con su sintomatología que es muy típica, donde no falta la fiebre, en algunos con cuadros de toxiinfección muy aparatosos, sobre todo en los más pequeños y se determina por la clínica, exámenes de laboratorio y se identifica el germen para conocer qué conducta adoptar.

Mientras, el segundo gran grupo corresponde a las glomerulares y aclararon que el glomérulo es como el filtro del riñón. En este entra el síndrome nefrótico por daño mínimo, el que afecta, en su mayoría, a la edad pediátrica.

Pero en el caso de las glomerulopatías, que también son muy frecuentes en los niños, sobresale la tendencia de disminuir la edad de estos.

¿En qué consiste esta enfermedad?

IM —Evoluciona por brotes y recaídas y está muy asociada a menores con trastornos inmunológicos, sobre todo los alérgicos, atópicos, con parásitos, sobre todo por giardias, debido a estos tropiezos crean complejos anormales en la circulación que van a depositarse a las estructuras renales, en el glomérulo, provocan alteraciones en las cargas eléctricas y al final esta estructura deja pasar las proteínas de una manera anormal a través de la orina, fundamentalmente por la albúmina, que es una proteína que se encuentra en la sangre.

¿Cómo llega el niño al especialista?

IM —Hinchado, o sea, con edemas, con disminución de las proteínas en sangre, como sucede con la albúmina, por lo que se le llama hipoalbuminemia y tiene una eliminación exagerada de proteínas, evacua la albúmina por medio de la orina, o lo que es igual, conocida como albuminuria y proteinuria, acompañado todo de trastornos en las grasas en el organismo, por supuesto, con tendencia a la hipercolesterolemia o colesterol elevado, además, deja de orinar porque expolia de manera exagerada la orina y disminuye su volumen.

¿Tienen alguna característica esos edemas y la enfermad en sí misma?

IM —Los edemas son blandos, por lo que son descritos como de consistencia de mantequilla y en esta dolencia la carita del niño es similar a la de un muñeco chino.

¿Puede evitarse?

IM —En los pequeños alérgicos, inmunocomprometidos o parasitados sí. Es por eso que hacemos tanto énfasis en la raíz de nuestra medicina: la preventiva, y tratar de evadir la aparición de la enfermedad.

PE —Como decía Isabel nos han llegado niños muy chiquitos con antecedentes de afecciones respiratorias o digestivas, y las madres refieren que empezó a orinar menos y se inflaman.

“La prevención es vital. Si los alérgicos y los que presentan parasitismo intestinal son atendidos en tiempo y forma, sin lugar a dudas, las posibilidades de enfrentarse a este síndrome disminuyen o desaparecen.

“Con la alimentación hay que tener mucho cuidado. Ellos a veces no quieren comer arroz, carne…; sin embargo, tienen un apetito selectivo, quieren galleticas de chocolate, de fresa, embutidos, refresco gaseado y todos estos, llamados chatarra, son alergizantes, por eso desencadenan o perpetúan el daño inmunológico o base alérgica que ya está”.

Entonces, ¿siempre puede impedirse?

IM —En algunos casos no, porque también se encuentra una predisposición genética y esa es la causa en quienes todo se maneja de un modo correcto y el niño desarrolla la enfermedad.

¿Cuáles son las edades más afectadas?

IM —Entre los dos y los ocho años de edad, y aunque aparece en niñas o niños, se ha visto predominio en los varoncitos.

¿Transcurre de una manera maligna?

IM —No, qué va, su curso es benigno, no se acompaña de hipertensión arterial, ni de hematuria (sangrado en la orina), no tiene por qué afectar la función renal cuando estamos frente a un síndrome nefrótico por daño mínimo; no lo lleva a estadios terminales, ni al método de depuración mediante diálisis peritoneal o hemodiálisis y, por ende, tampoco al trasplante renal.

Esa glomerulopatía, ¿siempre termina igual?

IM —No, entre un 10 y un 15 % pueden desarrollar otras formas de glomerulopatías que sí lo lleven al daño renal, a la cronicidad, esos no responden ni al tratamiento dietético ni médico.

En caso que esto suceda, ¿cuál es el actuar?

PE —Los atendemos por años y los preparamos para recibir un trasplante renal.

Los que resuelven su síndrome nefrótico, ¿cómo viven después?

PE —Todos son seguidos en consultas durante mucho tiempo, por lo general hasta los 19 años aquí y si antes están bien los valoramos en colectivo y se le da un alta abierta, siempre con la posibilidad de regresar, si así lo requiere, claro, por algún otro evento renal.

“Esos que cursan con un carácter benigno se reincorporan a su vida normal, luego de ser revisados y el especialista es quien determina el alta, siempre bajo el concepto de impedir el exponerlos a grandes aglomeraciones, son personitas con un déficit inmunológico y deben evitarse en ellos las infecciones de todo tipo.

“Especial cuidado igual ante la vacunación y que se haga bajo la prescripción y seguimiento médico, previo chequeo”.

¿Alguna recomendación, sobre todo a los padres?

IM —Relacionado con la calidad de la alimentación y no nos referimos a la cantidad, porque si algo se relaciona con los niños con síndrome nefrótico de este tipo es esto; los hábitos inapropiados en este sentido están presentes en estas y otras enfermedades. El estilo de vida es fundamental. Hacemos este llamado.

“La comida chatarra se ha puesto de moda y hasta resulta más cara que la compra de vegetales y frutas; la rapidez del día a día entorpece la salud en este aspecto. Debemos ser selectivos, la nutrición y las enfermedades renales van de la mano.

“También es un mal hábito ese de que el niño debe comer proteína animal las veces en el día que es alimentado. Esa teoría está errada porque el exceso de estas hace trabajar mucho al riñón. Debemos instruirnos acerca de las dietas correctas. La mayoría de los niños que nos llegan no tienen costumbre de consumir frutas ni sus jugos, nada de proteína vegetal y en los menores de un año deben seguirse las indicaciones de la ablactación”.

PE —Esa comida rápida que nos da menos trabajo en su elaboración, después nos pasa factura cuando el niño enferma. Algunos ya con la dolencia vienen con recaída sencilla y llanamente porque le dieron de comer algo tan inadecuado como puede ser una chuleta.

IM —Chuleta que satisface el paladar, pero resulta dañina por la química contenida y, a su vez, perjudicial para los riñones, el hígado, el corazón, los pulmones, la médula ósea…

Las dos pusieron énfasis en que la alimentación es vital para escapar de la enfermedad y si ya está instalada, para mejorarla y erradicarla. También en la necesidad de ser observadores de la orina, en la cantidad y fijarse si esta hace una espuma que queda sin la presencia de productos químicos, indica una albuminuria o que elimina las proteínas, son cuestiones a tener en cuenta.