CAMAGÜEY.- El alcoholismo es una enfermedad lenta, crónica, progresiva, y clasifica entre las adicciones. Es un padecimiento que llega poco a poco, a veces sin darse cuenta quien lo sufre y va acrecentándose la necesidad de ingerir dosis de alcohol, tanto en cantidad como en frecuencia.

Así nos respondió sin el más mínimo rodeo la Dra. Elvia del Carmen Vega Novoa, especialista en Psiquiatría, Máster en Urgencias Médicas y jefa del servicio de adicciones del hospital psiquiátrico René Vallejo, de esta ciudad, por lo que queda claro: es una enfermedad.

—¿Cuándo se conoce que se padece?

—Tenemos en cuenta  la cantidad y frecuencia con que bebe. Si ingiere más de media botella de ron, sobrepasa las seis de cervezas o enfrenta como promedio doce estados de embriaguez al año, y si además, lo hace todos los días o por encima de las tres veces a la semana.

“También si al estudiarlo muestra nocividad porque presenta daños orgánicos que pueden involucrar al sistema nervioso central hasta todos los de su cuerpo. La esclavitud, al ser totalmente dependientes y se convencen de que necesitan del trago para ‘nivelarse’; y el etiquetado porque o se reconoce él como alcohólico o los demás lo manifiestan y ellos no lo admiten”.

—¿Cuáles serían las posibilidades para aquellos que no buscan atención médica?

—Sus caminos son el deterioro alcohólico y hasta la muerte, incluso en edades tempranas, sin olvidar los trastornos de conducta que en demasiadas ocasiones los llevan a la cárcel, pierden la familia, y la sociedad en su conjunto tiende a rechazarlos.

“Sufren de caídas, accidentes de otro tipo, se enfrascan en discusiones con la familia, con los compañeros de trabajo o de estudio, agreden, e incluso, se destruyen a sí mismos, afectan su economía, llegan a ser inadaptados y fíjese que expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguran que el alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos.

“Esta dolencia se asocia con el riesgo de desarrollar problemas de salud tales como trastornos mentales y del comportamiento, la cirrosis hepática, problemas cardiovasculares, algunos tipos de cáncer, y también traumatismos derivados de la violencia y los accidentes de tránsito.

“A todo esto se agrega que no mantienen una familia estable, ni la afectividad con los propios hijos, la vida se les convierte en un infierno”.  

—¿Puede saberse de antemano si alguien será o no alcohólico?

—Por supuesto que no. Unos toleran el alcohol más que otros, lo que sí es seguro es que unos llegan más temprano, otros más tarde, pero al final el destino es el mismo, el de enfermar.

—¿Por qué se llega a padecer?

—No hay una causa en sí misma. Algunas personas comienzan a beber para complacer a la mayoría de su grupo, por imitar a familiares o allegados. Unos empiezan a darse un traguito al salir del trabajo y así van aumentando la cantidad y llegan al llamado ‘trago de más’.

“Comienzan con una bebida de calidad y luego toman cualquier cosa, como el alcohol de la bodega ligado con agua, es increíble. Y no olvidemos esa cuota de machismo que aún está en nuestra sociedad. Algunos padres dicen a sus hijos que prueben para que se hagan hombres, por suerte no es la mayoría, pero existen”.

—¿Se siente bienestar?

—Esa práctica en los inicios desinhibe, se siente bien en una fiesta y si se es medio penoso o tímido baila con desenfado, conversa más de lo acostumbrado, mas qué pasa, al ir aumentando el consumo el alcohol inhibe, produce todo el efecto contrario al de los primeros tiempos y lleva a la depresión, es por eso que muchos terminan su vida con el suicidio.

—Si no lo reconocen, ¿la familia puede asumirlo y obligarlos a pedir ayuda médica?

—Por lo general no, llegan a nosotros cuando reconocen su problema, lo hacen cuando tocan fondo, según las propias palabras de muchos de ellos, y es al enfrentar una complicación clínica, o sea, otra enfermedad añadida, ya vienen con dificultades digestivas, del hígado, o han tenido obstáculos judiciales por riñas, robo o llegan al asesinato, la violación…, cosas que hacen bajo el efecto del alcohol o al ser utilizados por individuos inescrupulosos a cambio de dinero o de su pomito.

“También pasa lo que se denomina amnesia lacunar, y es la imposibilidad de recordar experiencias correspondientes a un determinado período, y ante esta situación cualquier cosa pueden hacer o sufrir en carne propia. A veces vienen al hospital golpeados y no saben qué les ocurrió”.

—Le llaman droga portera, ¿por qué?

—Al ser adictos al alcohol pueden serlo de cualquier otra droga legal o ilegal, es más fácil, si no encuentran lo acostumbrado lo sustituyen por algo que les haga sentir los mismos efectos o similares, consumen medicamentos o las sustancias ilegales.

“Hemos encontrado casos que dejan de beber; sin embargo, se refugian en las otras drogas y el problema no se soluciona, todo lo contrario, se empeora”.

—A muchos se les impide el retorno a sus hogares, la propia familia los repudia, ¿es correcta esa actitud?

—Imagínese, en no pocas ocasiones la familia les ofrece una y otra oportunidad, muestra su confianza y siempre es traicionada. Pese a todo el cariño se cansa de los escándalos, de los robos, las quejas de vecinos, de que no quieren bañarse ni alimentarse porque el alcohol da la sensación de estar lleno, es un panorama muy difícil, por eso cuando el enfermo lo reconoce, va al especialista e inicia la rehabilitación, comprende a sus seres queridos y entonces comienza otra fase, él es quien debe conquistar la confianza de los suyos, demostrarles que sí es capaz de vivir sin la adicción.

“Hemos tenido casos que han vendido las cosas poco a poco y hasta la vivienda de su familia y eso es muy difícil de aceptar. Sí es importante que sus allegados conozcan que esa persona está enferma y si esta no lo reconoce  corresponde a ellos tratar de convencerla y llevarla a las consultas. Pueden ser atendidos por nuestros médicos de la familia, o en los centros comunitarios de salud mental, de los que hay cuatro solo en nuestra ciudad y en estos funcionan grupos de ayuda mutua.

“Si se logra que el enfermo asista al especialista hay que escucharlo y se le debe hablar claro, él manifiesta por lo general que no lo necesita porque deja de beber cuando quiere, pero tiene que saber algo, al hacerlo no tiene fin, no puede parar porque el trago que le hace daño es ese primero y al explicárselo dicen: ‘es verdad, lo soy’”.

—Si aun así el paciente decide venir directo al hospital…

—Se atiende sin dificultades. Aquí las consultas con este fin son los martes a partir de las 8:30 a.m., no hay que solicitar turno previo, todos son atendidos y valorados para discernir los que deben ser ingresados. Son tratados de acuerdo con el estado en que lleguen.

“Aquí contamos con una sala para adictos, no solo al alcohol, igual para otras drogas, el juego, en fin, todas las adicciones. La estancia está entre los 28 y los 30 días porque los síntomas de abstinencia al suspender una droga abruptamente provocan desde ansiedad hasta un trastorno psicótico y esto se enfrenta hospitalizado, los tratamientos son aplicados de conjunto con el empleo de la medicina natural y tradicional.

“No les falta la ergoterapia, trabajan de manera ligera en el horario de la mañana, eso los reeduca; utilizamos con ellos la psicoterapia, musicoterapia y el cine-debate. Hacemos reuniones familiares los viernes a las once de la mañana, para que conozcan cada paso de esa recuperación, incluso, ofrecemos ese servicio aunque el enfermo no esté ingresado. Siempre van a encontrar aquí la ayuda del especialista.

“Con la psicoterapia aprenden a reconocer sus errores, comprenden y cuentan el porqué de sus actuaciones enfrente de los otros y eso les permite que entiendan dónde fallaron, qué fue lo incorrecto”.

—¿Cura?

—No.

—¿Si conocen de antemano que no curan pueden preguntarse entonces, ¿para qué acudir al médico?, ¿para qué la rehabilitación?

—Es que al pedir ayuda médica se les explica todo en detalle. La rehabilitación es muy buena, de hecho salen de aquí diferentes y contentos, pero el pero radica en que no pueden darse un trago, eso es fatal porque sufren una recaída y es peor, el organismo pide más y más alcohol y las consecuencias son terribles, por supuesto, regresan y son atendidos de nuevo, igual se marchan con optimismo y quizá más convencidos de que no quedan diseñados para tomar bebidas alcohólicas, incluso, ni siquiera jarabes con alcohol en su contenido.

“Debe tenerse en cuenta que hay otras enfermedades crónicas, no curables; no obstante, son controladas con medicamentos, lo mismo sucede en estos casos, aunque el proceder sea otro y lleve intrínseca la rehabilitación como en las otras adicciones”.

—Después de la rehabilitación, ¿cuál sería la primera indicación médica?

—Se le dice: “no puedes darte el primer trago, nunca más”. Las células tienen memoria para el alcohol y en cuanto se dé ese primero viene el fracaso.

“Se dice, y con mucha razón, que no se puede ser un ‘poco alcohólico’. De bebidas alcohólicas nada”.

—De acuerdo con su experiencia entre quienes más asisten a consulta e ingreso, ¿se subdividen en algún tipo de estrato social, raza o sexo?

—No, nada de eso. El alcoholismo no tiene límites, lo mismo ataca a alguien muy instruido que al que menos ha estudiado, tampoco cree en raza y si de sexo se trata añadimos que antes en la sala de ingreso había 15 camas, ahora se duplicó esa cifra y no necesitábamos las de mujeres y ya contamos con cuatro. Quiere decir que la adicción aumenta en los hombres, en las mujeres, y algo preocupante, cada vez son más jóvenes. Si tenemos a un paciente de 23 años, por ejemplo, a qué edad comenzó a beber, sin dudas muy jovencito.

—¿Tienen buenos resultados?

—Sí, siempre hay una esperanza, volver a una vida normal es agradable y depende mucho de ellos y su familia, esta se arriesga una vez más y confía.

—¿Qué le diría a los jóvenes?

—Lo más importante es hacer cosas útiles en la vida y estas no siempre son aburridas. La juventud debe estudiar, prepararse para su futuro y eso no está reñido con reunirse en grupos y festejar. Muchos son los que van a las fiestas y no beben, se divierten, bailan y no complican su existencia.