“Mi abuelo me sentaba en sus piernas y me ponía a ordeñar; yo llenaba un jarrito. ʻTomésela toda, me decía, y así mismo sin hervir ni nada, llenita de espuma, me tomaba toda aquella leche. Tenía siete años”, rememora Hayda Díaz Figueredo, presidenta de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap) en la provincia, cuando le pregunto sobre sus orígenes.