En 1926, en una isla del Caribe, los hados procrearon a un ser al que también dotaron de un alma loca y sublime, nacida en el año del Gran Ciclón. Noventa años después, cuando los hados volvieron para llevárselo, millones de almas vibraron con fuerza infinitamente superior al Gran Ciclón: ¡Yo soy Fidel! Era la voz única y colectiva de los pobres sin miseria, en un mundo regido por la cordura de los miserables.