A finales de mayo de 1912 el ejército tomó la terminal de trenes de La Habana a fin de enviar hacia la antigua provincia de Oriente más de mil soldados, con artillería y ametralladoras, junto con su propio Estado Mayor, prestos a reprimir a una “sublevación de negros”, que “buscaba sumir en el caos a la nación”, según la versión oficial y la prensa de la época.