Tres disparos acabaron con su vida, aunque con uno, el que le atravesó el corazón, hubiese bastado. Casi eran las 8:30 de la noche de aquel 22 de enero de 1948, y Cuba perdía a uno de sus hijos más valerosos, Jesús Menéndez Larrondo, el dirigente sindicalista, el hombre íntegro, el defensor de los trabajadores.