Desde niña, siempre disfruté los Primero de Mayo, por la fiesta, la gente, la familia y las frituras de maíz que siempre comía al terminar el desfile. En una ocasión no pude desfilar porque estaba enferma y saqué todos los percheros del armario, les pegué papelitos de colores y llené la casa de banderas. Tal vez por eso recuerdo con tanta tristeza aquel 1ro de mayo del 2020, desde un centro de aislamiento por sospecha de COVID, en el que mi plaza y mi casa estaban tan lejos.