Foto: Del AutorFoto: Del AutorCAMAGÜEY-.Temblor, yo vivo, dicen los antebrazos de Amauri Chamorro y pareciera ser esta una frase que resume su vida. Sí, así es, pues este ecuatoriano-brasileño no ha tenido descanso desde que decidió ubicarse del lado izquierdo de la historia y poner su talento al servicio de los pueblos de América Latina.

Carlos Amauri Venega Chamorro anda por el mundo como aquel caballero ideado por Cervantes, que combatía los molinos del mal. Solo que este Quijote del siglo XXI sabe muy bien quiénes son los malos. Él también lleva en su antebrazo izquierdo un símbolo universal, nuestro Che, porque le gusta tener el referente cerca cuando el camino se pone más difícil de lo planificado.

Actualmente, Amauri no tiene casa, viaja mucho y solo lo acompaña una guitarra portátil, porque la música es su oxígeno. “Quise hacer política a través de la música, pero cuando choqué con la parte comercial de ese mundo entró en contradicción con lo que pensaba y lo que quería”.

No es fácil la vida de un militante de izquierda, eso lo tiene claro, lo ha sufrido y hasta le ha costado amenazas de muerte; sin embargo, para Carlos Amauri no es difícil soportarlo, “porque veo el ejemplo de Cuba, de Venezuela, de las familias de Brasil que pierden sus hijos en manos de la policía; de los niños que mueren de hambre; veo la gente en Chile que vive en casas de cartón en lugares donde cae nieve, eso es difícil.

“El hecho de que yo haya sido amenazado de muerte en varios países, de que haya perdido parte de mi familia porque la mayoría votó por Bolsonaro y no les he hablado más, son un costo mínimo si lo comparamos con la resistencia de un venezolano que vive en el Petare, de un cubano que vive en La Habana Vieja o de un excombatiente de las FARC que haya entregado las armas en busca de la paz y ahora es traicionado porque no se ha cumplido con nada del acuerdo e incluso puede llegar a ser asesinado”.

Para este experto en Comunicación Política existe una gran manipulación a partir del actuar de las estructuras judiciales y comunicacionales que ha hecho que los líderes regionales que podían ganar las elecciones de estos últimos años fueran afectados política y comunicacionalmente. “Es el caso de Lula, que le impidieron medirse en las urnas, y otros que quedan tremendamente afectados como Marco Enriquez Ominami en Chile (MEO), un mes antes de la elección tenía 45 puntos de intención de votos, pero los medios le hicieron una arremetida tan grande que supera la de Lula, llegó a tener cero puntos en las encuestas. Hay una tentativa por impedir la continuidad del progresismo, pero no es el fin de un ciclo. La derecha no es la opción y eso la gente lo sabe”.

Amauri no entiende de hablar de fin de ciclo, pues para decir que se acabó un ciclo progresista o inició uno conservador alguien debe de usar algún tipo de medidas, normalmente estas vienen dadas a victorias y derrotas electorales de un campo o de otro, “es un absurdo querer medirlo así, porque vivimos en la era de la postverdad. El presidente Lula hubiera ganado en Brasil; en Ecuador ganó Lenín Moreno, que era el candidato del presidente Correa; en Colombia Gustavo Petro tuvo mejor resultado que el esperado; a Andrés Manuel no lograron robarle la elección por tercera vez consecutiva; Nicolás Maduro gana también; en Nicaragua el Frente Sandinista triunfa. Entonces, no creo que exista un fin del ciclo progresista en América Latina”.

¿ Cómo reinventar la comunicación?

—Ya no se trata de buscar otros canales ni nuevos medios, tienen que cambiar las formas de hacer política, las propuestas. Nuestras formas de actuar se han distanciado de esa clase media que es resultante de las políticas económicas de nuestros gobiernos.

“Hay una asimetría, nosotros hablábamos de socialismo, de combatir la inequidad, de búsqueda de la justicia social, pero lo que hicimos fue insertar el 60 % de la población al mercado de consumo, le dimos mayor capacidad de adquirir bienes materiales que capacidad para absorber información. No le dimos a nuestros pueblos el instrumental educacional para comprender qué ha pasado y a su vez tener criterio para la toma de decisiones en su vida.

“No existe la gratitud, no esperes que las personas que fueron beneficiadas sean gratas a tu proyecto o a tu movimiento político, la gente se conecta o no se conecta a ti, pero no es grata a ti. Eso sucede mucho en las democracias burguesas, los movimientos progresistas continuaron, después de 10 o 15 años, hablando para todo el mundo como si fueran pobres, sobre todo después de haber rebajado las tasas de pobreza a niveles desconocidos. Esa clase media que fue educada en los valores del capitalismo quiere escuchar otra cosa y se va distanciando. Así es más fácil para que las derechas conservadoras operen en lo comunicacional y los enamoren para que voten por sus proyectos.

“Ellos nos robaron los códigos. Nosotros hemos trazado un gran eje que es la justicia social, la equidad, hemos trabajado la comunicación de manera homogénea, fuimos construyendo capacidad de dialogar sobre determinadas causas, pero ahora tienes un vicepresidente brasileño, que es un general, diciendo que está a favor del aborto. Es mucho más creíble que un general lo diga a que lo haga un militante de izquierda.

“Ellos se transformaron y comenzaron a disputarnos el sentido de las emociones en esas grandes causas, porque nosotros para poder dialogar y debatir ponemos por delante nuestro principio de la lucha de clases, la contradicción obrero/capitalista, y ya la gente no ve el mundo, así, aunque hoy más que nunca es así. Si nosotros planteamos esos códigos y esa estructura de lucha, esa clase media se nos va a distanciar cada día más”.

¿Entonces, creamos burgueses?

—En los países de América Latina y el Caribe, con la excepción de Cuba, se ha generado una burguesía progresista, un grupo de personas que por estar pegados al gobierno sacaron provecho y la sociedad lo ve como contradictorio. Hablamos tanto de socialismo y fuimos nosotros mismos los que generamos una nueva capa de burgueses, eso te rompe el discurso y te quita el sustento de lo que estás diciendo. La gente dice qué me vas a decir a mí de tener que sacrificarme si tus ministros están de vacaciones en Miami”.

Además se pactó con la derecha para poder gobernar...

—Hay que entender las dinámicas de las estructuras de los sistemas políticos, en algunos países los gobiernos progresistas fueron más de centro que de izquierda. Inevitablemente tuvieron que gobernar con los sectores más conservadores de derecha, como fue el caso de Brasil, donde gobernaron en consenso por catorce años hasta que decidieron sacar a la presidenta Dilma por la fuerza y desmontar todo lo que se había avanzado, es un retroceso pero se optó por gobernar con la derecha. Muy diferente de lo que ha pasado en Bolivia que fue absolutamente de izquierda, popular y con respeto a los pueblos indígenas. Es la difícil disyuntiva que te imponen las democracias burguesas. Hay que comprender que si no se radicaliza, si no se sale del ciclo, si no interiorizas que no puedes gobernar con la derecha, porque sabes que te van a tumbar, no vamos a avanzar mucho más.

“Es lo que pasó en Ecuador, Lenín Moreno era un hombre de derecha, siempre lo supimos; es el caso Michel Temer, el vicepresidente de Dilma y lo sabíamos; si no entendemos que nos equivocamos en eso, entonces, estamos mal”.

¿Y ahora qué se puede hacer?

—Debemos encontrar una forma de superar nuestras disyuntivas en el discurso y en el quehacer político, es momento de repensarnos desde una nueva óptica. Hacernos acompañar de las fuerzas populares, hacer transformaciones profundas y culturales para poder avanzar en un proceso progresista. Ya fuimos por la vía de negociar con la derecha, vimos que no da resultado, pero ¿si vamos solo con la izquierda no tenemos la mayoría de los votos? Yo creo que estamos en un momento en que podemos reconstruir la relación con las bases, de reaproximarnos a las organizaciones sociales, que de cierta forma nos distanciamos de ellas al llegar al poder, como mismo nos distanciamos de las calles, unos más, otros menos, pero es algo general en todos los procesos.

¿Tomar las redes o tomar las calles?

—Las dos. En las redes sociales se construyen realidades y en las calles se influencia la cultura de la gente. Debemos ocupar esas dos trincheras y defenderlas; los jóvenes conviven más dentro de las redes sociales, se interrelacionan con otras personas a través de estas plataformas; si esta gente habita las redes de esa manera entonces debo estar allí para poder dialogar con ellos. Pero nos pasó que los gobiernos de izquierda ponderaron mucho más el estar en lo virtual que en las calles, y hoy ante las persecuciones judiciales a nuestros líderes, las calles no se han movilizado; sin embargo, en las redes continuamos ganando el relato pero eso no cambia la realidad. No obstante, nosotros podemos defender las calles y a la vez exista un grupo de jóvenes tergiversando realidades en el teatro virtual, eso puede ser muy nocivo, sobre todo para procesos como la Revolución Cubana.

“En Venezuela, por ejemplo, las calles están normales, pero se ha perdido el relato. Es casi imposible sobrevivir a todos los medios de comunicación y a las redes sociales en tu contra. Hay que mejorar el enfrentamiento en este escenario y no es tan caro hacerlo”.

Para Amauri Chamorro no se puede desvincular lo que está pasando en Venezuela de la arremetida judicial y mediática en contra de Lula y de Correa, de la gran articulación por desarmar los procesos unitarios a través de la Celac, Unasur, los BRICS y así aislar política y económicamente los ejes de la integración.

“¿Por qué Venezuela? Venezuela convirtió en viable la llegada de las izquierdas y las potenció. Cuba siempre fue nuestro faro, es el centro gravitacional de las luchas de la izquierda; pero Chávez demostró que era posible llegar y llegamos todos de una vez, prácticamente todo el continente era progresista. Venezuela, en esa lucha simbólica, nos permitió demostrarle al mundo que era posible crear un modelo económico sin contar con Estados Unidos, con la Unión Europea, ya no era más el FMI quien dictaba las reglas. Asia, Medio Oriente y hasta África comenzaron a ver en nuestros países un modelo a seguir. Venezuela es mucho más que petróleo, gas o coltán, porque tiene una representación simbólica muy fuerte”.

Sin embargo, con Cuba hay una nueva estrategia comunicacional...

—La comunicación no es imparcial, basta de decir que somos informativos, que somos objetivos, que no hay, es una falacia. Todos los medios responden a un grupo político. Los hegemónicos se escudan en esto. Un ejemplo clásico de esta manipulación es cuando The Washington Post caza a Nixon, mas su editor era el mejor amigo de Kennedy, un demócrata declarado. Entonces, partiendo de esa premisa, hay que comprender que el hecho de que los nuevos medios que han surgido en Cuba digan: “No estamos contra la Revolución” es una estrategia muy bien pensada para este contexto. Buscan crear un contexto de comprensión de la realidad cubana que distorsiona el hecho histórico que es la Revolución Cubana.

“Es imposible hablar de los problemas económicos de Cuba sin mencionar el bloqueo y que existe una tentativa por desestabilizar el país, sin decir que hay un ataque a la democracia en Cuba, entonces si esos medios no lo abordan así están fingiendo una imparcialidad para actuar como un partido político. Dialogan con una sociedad hiperconectada en Cuba y el Estado se queda atrás. Constituye una necesidad urgente que el Estado y el Gobierno emigren a plataformas digitales para poder disputar el relato”.

¿Cree que la derecha regresará mucho más agresiva?

—Creo que estamos en una fase muy compleja. Ha calado en la sociedad de nuestro continente la percepción de que somos corruptos. Pasa en Argentina, en Brasil, países en los que para muchos la izquierda ya no es una opción. Cada vez es más difícil hacer que la gente indecisa vote por nuestras propuestas. En Ecuador el vicepresidente fue arrestado, la Revolución Ciudadana ni siquiera puede tener un partido.

“En tiempos como este es esencial crear en nuestra gente la capacidad de resistencia comunicacional. ¿Cómo volvemos a dialogar con esa gente?”.

“Se nos va a dificultar la reagrupación de los sectores populares, porque la derecha aprende también. Debemos entender la historia; el progresismo latinoamericano llega en un momento de profunda crisis económica por parte del neoliberalismo, ya ese modelo no era más una opción, pero en este momento la situación ha cambiado. Entonces, ¿cuáles son los mecanismos que vamos a utilizar para reagruparnos? ¿Cómo reagrupar esa clase media que ya no puede comprar un celular nuevo todos los años, ya no viaja dos veces a Miami, solo una  vez, a ellos les vamos a hablar de inequidad? Ya los hijos son universitarios, tienen casa propia, es otra forma de pensar y hay que buscar la variante urgente de conectarnos con esa gente.

“Yo viví desde adentro mucho de esos procesos, vi gente dispuesta a morir por esas ideas que proponían las izquierdas del continente, gente que es funcional a algo, no está dispuesta a morir. Entre el primer progresismo que llega con Chávez y los que le sucedieron hay una brecha en la que surgieron las nuevas izquierdas, que no están tan ligadas a la idea original y obviamente son resultado de divisiones internas en los grandes partidos de izquierda. Hay una salida, una tercera vía que no carga los códigos que a lo largo de cien años han sido masacrados por los medios y es más tangible para los jóvenes, y en el momento de la votación nos dividen el voto”.

Este Quijote nos alerta sobre el futuro, que según él será muy complicado. “Se va a demorar décadas para que los gobiernos progresistas vuelvan al poder, venimos de un ataque muy duro, muy bien armado y estructurado, una sociedad que ha cambiado y en este momento la gente se conecta un poco más con la derecha que con la propia izquierda. La situación económica de nuestros países es mala pero no es el desastre que dejó el neoliberalismo, o aún no lo es, aunque países como Argentina ya estén tocando fondo, los medios todavía manejan la situación. También el discurso de la corrupción ha sido efectivo y los votantes dicen ‘yo no quiero volver a eso’”.

Sin embargo, Amauri Chamorro o Carlos Venegas, como quieran llamarle, no se rinde. Una vez más ensilla a Rocinante y sale a combatir el mal, con el Che siempre cerca y aquella frase que lleva en sus antebrazos que aunque son el nombre de su banda de rock y el título de su primera composición, también son una incitación permanente a que por muchos temblores que existan hay que seguir viviendo por uno, por los de uno, por el mundo, “todo lo que hago es porque hace muchos años decidí entregarme a la lucha, a una causa, y cualquier cosa que tenga que enfrentar es parte de esa decisión que tomé en mi vida; por muchos temblores que vengan yo seguiré viviendo”.