CAMAGÜEY.-La posición de Jorge Luis Bedoya Díaz siempre fue delantero, por la velocidad que poseía y la habilidad en cuidar las espaldas al líder del equipo y  ayudar en los rebotes.

Con independencia de estas cualidades, Bedoya ha hecho historia en el deporte de las cestas porque tuvo la oportunidad, que lo enorgullece, de jugar contra el quinteto de Fidel durante una temporada. Por aquellos años integraba la escuadra de Camagüey de segunda categoría y luego la selección nacional juvenil. Todos los partidos se escenificaron en la cancha de la Ciudad Deportiva de la capital en horas de la noche o durante la madrugada.

“Fidel incluyó su equipo en ese torneo nacional y en dos ocasiones topamos con él en  partidos muy cerrados. A pesar de la admirable honestidad del Comandante, que los instaba a ser justos, al juego limpio, en el segundo encuentro los árbitros nos presionaron mucho”.

El disgusto por las arbitrariedades llevó a los camagüeyanos a irse para la guagua, pero al rato llegó el “tío Flores”, como le llamaban al comisionado provincial de ese deporte, y les dijo: “El Comandante quiere verlos, vayan allá”. Fueron para el tabloncillo, donde los esperaba Fidel. “¿Están cansados?”, preguntó, y cuando le respondieron que no, les invitó a ver una película de acción. Al terminar el filme, pasaron a un comedor. “Él y el Comandante  Vallejo, su médico personal, nos sirvieron helado con bizcochitos; Fidel también lo tomó, hasta que hizo un alto para despedirse porque tenía que recibir por la mañana a una delegación”.

Bedoya se quedó entrenando en el equipo juvenil nacional y por las noches los llevaban en guagua desde la ESPA Nacional a jugar con el Comandante con el equipo de los cañeros, en los años setenta.

Foto: Del autorFoto: Del autor“Nosotros cuidábamos mucho a la hora de gardearlo, él jugaba y era guapísimo, defendíamos, pero cuando atacaba, retrocedíamos”. Rememora Bedoya que en el segundo partido contra el equipo de Camagüey, uno de sus compañeros (Gerardo Carnicés) lo había golpeado en el rostro. El doctor Vallejo sugirió que no siguiera el juego pero Fidel se opuso y culminó la porfía.

En su escuadra aparecían Andrés Keiser, comisionado nacional de la disciplina en aquel entonces, Yoyi García Bango, José Llanusa y otros ministros y dirigentes.

“Iban a ver el juego compañeros como Ramirito (Ramiro Valdés Menéndez), Acevedo y a veces se sentaban en el tabloncillo y tiraban mapas al suelo, cuando la zafra del ‘70, y se ponían a discutir”.

Fidel fue un apasionado por el baloncesto, desde que estaba en la escuela Belén. En Camagüey, en 1967, presenció el encuentro entre los equipos femeninos de México y Cuba, celebrado en el auditorio Iván Hidalgo Funes, y finalizado este, retó a un “piquete” local en el que actuaban, entre otros, Mario Peláez, Sixto Rivero (El Gorila), Chávez, y Arnaldo Iglesias (Chiriquín).

Bedoya considera un honor haber conocido a Fidel: “observarlo, jugar codo con codo con él fue un halago, nos permitió conocer su personalidad y justeza deportiva. Su ejemplo hay que seguirlo”.

Con 72 años y jubilado, el atleta continúa presto a transmitir sus enseñanzas en el baloncesto a las nuevas generaciones y a quienes se acerquen a su hogar en la populosa barriada de La Vigía.