Las mujeres cubanas se sienten realizadas y en las nubes cuando se invocan las palabras de Fidel, siempre actuales, calificándolas de una revolución dentro de la Revolución en los días tempranos de la fundación de la organización de masas, centralizada y entusiasta, que las aglutinaría a partir del 23 de agosto de 1960.

Hablamos de la Federación de Mujeres Cubanas, este año en su cumpleaños 58.

El pronunciamiento histórico siempre les ratificó la enorme confianza que tenía el máximo líder en sus capacidades, energía, combatividad e inteligencia y el respaldo incondicional que seguiría dándole a su plena incorporación a la sociedad, a la lucha por la igualdad y contra la discriminación de género.

La Revolución marchaba con su paso indetenible desde enero de 1959, con un programa de justicia social, cambios y desarrollo, con verdadera firmeza en la defensa de la libertad y los principios, y demandaba la participación de todos cuando nació la FMC, como la llama el pueblo.

Foto: Tomada de cubadebate.cuFoto: Tomada de cubadebate.cu

Vilma Espín, heroica combatiente de la clandestinidad en su natal Santiago y de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, dirigió desde entonces la organización femenina. A este deber se entregó con amor, pasión, empeño y una creatividad que no conocía límites, siempre con la ternura y la tenacidad propia de las almas generosas. Al dejar sus funciones y tras su fallecimiento en 2007, las más de cuatro millones de afiliadas con que cuenta la organización en todo el país la honran con la condición de Presidenta de Honor, merecida para siempre.

En un país con mujeres de avanzada como la madre de la Patria, Mariana Grajales, la precursora de las luchas por los derechos de la mujer. Ana Betancourt; Isabel Rubio y Rosa La Bayamesa; combatientes mambisas, revolucionarias valientes como Haydée Santamaría, Melba Hernández, Lidia Doce, Clodomira Acosta y féminas eminentes en diversos sectores como el de la educación y las ciencias, lo que predominaba era la discriminación antes de la alborada del Primero de Enero.

Hubo organizaciones feministas o de otro corte que defendieron en la primera mitad del siglo XX los derechos de la mujer, pero poco o nada pudieron lograr a favor de la enorme masa.

En la medianía del siglo XX cubano, como incluso ocurre hoy en otras naciones con derechos por conquistar, el lugar de la mujer y más si esta era humilde, era el trabajo del hogar, padecía más que el hombre del analfabetismo y la sub escolarización. A la discriminación por sexo se unía la racial. El destino del servicio doméstico, camarera de bares de mala muerte o la prostitución, con altos niveles, eran las ofertas más plausibles para las hijas de la pobreza más extrema. Y en Cuba se padecía.

Con los cambios que trajo la Revolución para todos desde el punto de vista de equidad, una nueva vida también se abrió para las compañeras: posibilidades de estudio, de empleos dignos, de calificación técnica, de trato humano. Ganar la dignidad fue uno de los logros más positivos.

La FMC era la idónea para ir a las casas e interactuar con las familias, con entusiasmo y perseverancia para convencer a todos e incluso a muchas de ellas mismas que sus horizontes se ampliarían y estaban llamadas a cumplir muchos anhelos.

Se cuenta y se mira todo muy fácil ahora. Pero aquellos eran tiempos de prejuicios que ataban a las féminas y les negaban muchos derechos humanos y de vida.

Al cabo de 58 años de vida de la FMC, la mujer cubana tiene un peso relevante. Es hoy el 67 por ciento dentro de la fuerza técnica calificada de la nación. No hay sector de la sociedad en el cual no esté representada, incluso en tareas como la construcción, y el ámbito militar. Se ha incrementado progresivamente y se espera sea mayor, su papel en el plano de la dirigencia, tanto profesional como política.

El 49 por ciento de la fuerza laboral femenina lo hace en el sector estatal y en los últimos tiempos en organismos de Gobierno y organizaciones políticas como el Comité Central y Buró Político del PCC creció su papel en relación con etapas anteriores.

Es en el trabajo sanitario, dentro y fuera de Cuba, donde se nota más la presencia femenina, que se considera ribetea el 80 por ciento de esa fuerza laboral.

Las cubanas gozan del privilegio de recibir igual salario que el hombre, por el mismo trabajo, algo que incluso no se disfruta en países desarrollados, como ya se sabe.

Esta conquista, además de responder a la voluntad política de la Revolución, responde a la fuerza y al respeto ganado por la organización que las ha sabido representar.

Hoy con Teresa Amarelle Boué como secretaria general, la FMC sigue enfrentando programas muy acordes con sus tiempos. La organización hace hincapié en el combate a los rezagos del machismo que hacen aparecer casos de violencia de género en la familia cubana, aunque esto no sea un problema social de peso en la Cuba de hoy.

También mantiene el estímulo de su incorporación y permanencia al estudio, al trabajo, en la atención a los casos sociales, en las tareas de prevención a conductas delictivas, atención a familias llamadas disfuncionales y al combate de las adicciones, sobre todo en los jóvenes.

El funcionamiento de Orientación de la Mujer y la Familia, diseminadas a lo largo y ancho del territorio nacional, han dado un gran apoyo a mujeres jefas de familia, madres solteras o a cualquiera que busque su ayuda y orientación por los motivos más diversos.

Y aunque todavía falta mucho por conseguir, pues cada tiempo reclama de nuevos avances y logros, se ha avanzado desde el respeto, la solidaridad de la familia, nunca de la discordia, hacia una mentalidad que un día fue de cerrado machismo.

Hoy la organización, en la misma médula de la familia y parte muy dinámica de la sociedad civil cubana, participa como se esperaba en el proceso de consulta popular del Proyecto de Carta Magna. En especial su membrecía se interesa por lo relativo a la profundización de la igualdad y el ejercicio de los derechos, la atención a la niñez y la juventud. Pero ojo, la FMC también contribuirá en todos los temas, no hay ninguno que le sea ajeno, debido al gran bagaje educativo, cultural y científico que tiene su impronta.