En los centros estatales, en escuelas, hospitales, terminales y en algunos puestos de trabajo por cuenta propia estuvieron en vela a las 10:00 a.m. para ver la clausura, donde la presencia de Fidel trascendió al mundo entero. Pero tuvimos que verla de manera diferida. A pesar de que se había anunciado que sería así, Cubadebate se llenó de comentarios donde se criticaba tal decisión. Algo que lamentable no es nuevo.

Al regreso de los Cinco, medios como Rusia Today o la BBC, que mantenía un servicio de información de minuto a minuto, informaba al mundo pormenores del regreso de los nuestros y del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Los cubanos sin conexión a Internet se enteraban de algo por Telesur, porque la televisión nacional y la radio se circunscribían al anuncio del discurso de Raúl a la 12:00 m.

En la visita de Obama el Granma sí tuvo un minuto a minuto vía web, pero en la televisión se perdió la oportunidad de un seguimiento esperado por Cuba. Queríamos ver a Obama dentro de la catedral, pero lo que pusieron fue una gala cultural a las afueras de la iglesia. De otras actividades solo nos enteramos por Internet y por el “paquete”. De memoria en memoria nos quedó el recuerdo no solo de la histórica visita, sino de las oportunidades perdidas por nuestros medios de difusión masiva.

A Fidel los cubanos queríamos verlo en vivo. Acercarlo a los niños no solo es responsabilidad de los docentes de las escuelas primarias y secundarias. Cuba quería ver en vivo a Fidel y no pudo. Queríamos vivir el Congreso del Partido como se viven los hechos trascendentales, ¡en vivo! Y no pudimos.

No nos hace falta un Quijote para enmendar estos entuertos. Nos hace falta sabiduría y sentido común. Hay que tomar las riendas de un poder inmenso como el de la prensa para labrar una ideología a tono con la vorágine en que vivimos. No se debe seguir exponiendo al pueblo a saciar su sed informativa de otros medios, si los oficiales pueden dar primicias, enfoques más amplios, más cercanos en lenguaje, y, sobre todo, más acertados en intenciones.

En los medios hacemos hincapié en ajustar la agenda pública, los intereses del pueblo, con lo agenda mediática, lo que publicamos. Entonces, ¿por qué perder estos grandes acontecimientos para estar cada vez más cerca del público, que tiene cada vez más opciones alternativas a los medios públicos cubanos?

Seguro estoy de que habrán razones de peso por las cuales se obró así, pero confío en que ninguna supera el tonelaje de poseer la vanguardia informativa en el corazón del pueblo. Sé que junto conmigo muchos repitieron y repiten el título de este comentario: ¡Lo quiero en vivo!

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