Y no solo se trata de la trascendencia que tenía y tendría a mediano y largo plazos la creación de esta organización política en el destino de una nación decidida a mantener su independencia, la justicia social y el desarrollo con todos y para el bien de todos.

La llegada a ese momento significó un hito en el singular proceso de unificación de los más connotados destacamentos revolucionarios participantes y protagonistas de sucesos como la última guerra de liberación que llevó al triunfo de enero de 1959 y de la implementación de su obra, después de la victoria. Tarea enorme, compleja y no exenta de obstáculos.

Una unidad que llama a detenerse en ella con una óptica actual, pero conscientes de estar ante una lección de la historia.

Cristalizó, como todos los procesos sociales, con integrantes y fuerzas motrices diversas, no siempre coincidentes en las tácticas,   con la mira en un objetivo común y el impulso catalizador de la lucha insurreccional iniciada en 1956 por el Movimiento 26 de Julio, dirigido por el joven abogado Fidel Castro.

El Partido Comunista de Cuba proclamado en 1965 tuvo como antecesores al M26J, su fuerza principal, al Partido Socialista Popular y al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, las tres organizaciones revolucionarias  implicadas en la más reciente campaña de liberación nacional, en lucha contra el dictador Fulgencio Batista.

Sus objetivos comunes eran el bien de la Patria y sus hijos, la causa de los trabajadores, campesinos, estudiantes, los jóvenes, las mujeres, los más humildes. No siempre hubo concordancia en los métodos de lucha, aunque desde el comienzo se establecieron coordinaciones, pactos, apoyo a las acciones clandestinas e insurrección armada.

La propia lucha insurreccional guerrillera iniciada en diciembre del 56, a raíz del desembargo del Granma, fue incomprendida en sus inicios por el Partido Socialista Popular.

Pero la consolidación del naciente Ejército Rebelde, su prestigio y avance indetenible al paso del tiempo fue, a su vez, fraguando un mayor acercamiento entre los movimientos revolucionarios, cuyos miembros se sumaron a la lucha guerrillera de manera individual y finalmente crearon unidades de combate en el centro del país.

Ya habían ayudado antes con recursos como fondos financieros, medicamentos, armas y vituallas, con propaganda política. Un proceso unitario auténtico, forjado por la necesidad histórica.

En 1961 los tres movimientos se fundieron en las Organizaciones Revolucionarias Integradas, (ORI), cuando las afinidades y nexos eran sólidos y se habían decantado, por su propio peso, ciertos elementos pro derechistas que había dentro de los revolucionarios.

La radicalización de la Revolución Cubana y su dirección hacia el socialismo era un hecho. Dentro de las ORI, que aglutinaban a la vanguardia revolucionaria, hubo algunos errores de método que condujeron a prácticas sectarias, muy criticadas por Fidel. La subsanación de estos errores no se hizo esperar.

En 1962 se dio otro paso en el fortalecimiento de  la dirigencia política revolucionaria y las ORI pasaron a llamarse Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC).

En la presentación del Comité Central

Tras una reunión ampliada con todas las direcciones provinciales, regionales y seccionales del PURSC en el país  y los secretarios generales de los núcleos, se fundó en 1965 el Partido Comunista de Cuba.

Un Partido que se nutrió de su propio devenir, y además  de la savia de aquel primer Partido fundado por Carlos Baliño, Julio Antonio Mella y José Miguel Pérez el 16 de agosto de 1925.

“No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado, no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza, lo mismo militar que civil, heroica o creadora que no esté representada, no hay sector revolucionario, social, que no esté representado. No hablo de organizaciones. Cuando hablo de sector  hablo de obreros, hablo de jóvenes, hablo de campesinos, hablo de nuestras organizaciones de masa”, expresó Fidel en aquella ocasión memorable.

Un momento histórico y conmovedor  resultó la lectura de la carta de despedida del Comandante Ernesto Che Guevara al pueblo cubano, en la cual comunicaba su decisión de combatir por las causas justas en otras tierras del mundo.

También se anunció la creación del órgano oficial del Partido Comunista, el periódico Granma.

Y se dieron a conocer los criterios establecidos para la admisión de militantes en las filas del PCC,  entre los cuales estaba la selectividad, como vía para garantizar el carácter ejemplar y de vanguardia de la nueva fuerza política de la nación.

 Años más tarde, en 1976, la nueva Constitución de la República aprobada tras referendo popular estableció que el Partido Comunista  de Cuba, martiano y marxista-leninista era la vanguardia organizada de la nación cubana, la fuerza dirigente superior de la Sociedad y el Estado.

Durante sus más de 50 años el Partido, que en este mes de abril desarrollará su VII Congreso en un momento en que el país está empeñado en la actualización de su modelo económico y social, ha sido fiel a su esencia y mantenido en alto sus banderas, marchando al frente y junto al pueblo en mil batallas, sorteando vendavales, marcando el paso de los cambios nacidos desde dentro y no impuestos por nadie.

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