Durante mayo de 1955 la presión popular y la opinión pública precisaron a la dictadura de Fulgencio Batista a conceder la amnistía a los asaltantes al Cuartel Moncada y ponerlos en libertad, lo que fue aprovechado por el régimen para dar una falsa imagen de normalidad en el país, con la complicidad de los politiqueros de la simulada oposición, mientras se aprestaba a reprimir al dirigente Fidel Castro y a sus compañeros.

En esas condiciones, el joven abogado no tuvo acceso a la prensa y sus actividades insurreccionales eran imposibles de realizar por la estrecha vigilancia de la policía, que esperaba la menor oportunidad para justificar un nuevo cargo contra él con el fin de detenerlo o en el peor de los casos, asesinarlo, por lo que viajó a Méjico.

Una de las primeras actividades que realizó en tierra azteca fue dar a conocer el primer Manifiesto del 26 de julio al pueblo de Cuba, el ocho de agosto de 1955, en el cual denunció las maniobras de la dictadura para mantenerse en el poder, al tiempo que expuso la esencia del programa del Moncada, dado a conocer en su autodefensa “La historia me Absolverá”.

Además acusó al régimen batistiano por los crímenes cometidos contra los atacantes a la fortaleza militar en Santiago de Cuba y otros revolucionarios asesinados a partir del golpe de Estado de Batista del 10 de marzo de 1952, y reafirmó el compromiso de la nueva organización (Movimiento 26 de Julio) y de su máximo líder de continuar la lucha.

“Cuba es mi patria y a ella no volveré nunca o volveré dignamente como me lo tengo prometido. Las naves están quemadas: o conquistamos Patria a cualquier precio, donde pueda vivirse con decoro y con honor, o nos quedamos sin ella”, expresó.

El documento tiene una fuerte inspiración en los principios que llevaron a José Martí a organizar la Guerra Necesaria, y preconiza que “Hablar de paz bajo la tiranía es ultrajar la memoria de todos los que han caído por la libertad y la felicidad de Cuba. También entonces hubo reformistas y autonomistas que combatieron con saña cobarde la digna actitud de nuestros libertadores y aceptaban como solución las migajas electorales que les ofrecían los amos de aquella época”.

En una de sus partes el Manifiesto expresa: “El 26 de Julio se integra sin odios contra nadie. No es un partido político, sino un movimiento revolucionario; sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social.”

Los males históricos de la falsa república son denunciados por el líder revolucionario cuando se pregunta: “¿Qué ha dado la politiquería al país en los últimos cincuenta años? Discursos, chambelonas, congas, mentiras, componendas, engaños, traiciones, enriquecimiento indebido de una caterva de pillos, palabrería hueca, corrupción, infamia. Nosotros no vemos la política como la ven los políticos al uso”.

Fidel concibió este primer Manifiesto del 26 de Julio con orientaciones concretas para la acción del pueblo y precisó ”podrán enrolarse al movimiento en la Isla jóvenes y viejos, hombres y mujeres, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales”. Y aclaró que “ podrán participar en la medida de sus fuerzas y posibilidades, en tareas de propaganda, aportando medios y participando en huelgas y otras tareas”.

Además, el programa político del Moncada fue sintetizado en el Manifiesto, en el que se destaca la proscripción del latifundio, el apoyo a reivindicaciones de las conquistas obreras, la rebaja de los alquileres, la nacionalización de empresas de los servicios públicos, mejoras de los sistemas de salud y educación y de la seguridad social, aplicación de la justicia contra los crímenes de la dictadura y medidas contra el robo de las administraciones corruptas, entre otras medidas.

El primer Manifiesto del 26 de Julio imprimió un importante impulso a la organización clandestina en el país y a su programa de lucha armada bajo la conducción del líder de la Revolución Fidel Castro, lo que permitió en poco más de tres años, alcanzar la victoria del primero de enero de 1959.