CAMAGÜEY.- Puede ser un día cualquiera, eso sí, de celebración. Una avalancha azul invade el pequeño montículo frente al área docente, al lado de la plaza de las banderas y de los grandes actos para una foto junto a la estatua de Gómez. Así queda para la historia otra instantánea, tan común y a la vez tan única.

La fotografía junto a la figura ecuestre del Generalísimo en el Instituto Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Máximo Gómez Báez resulta una tradición para quienes estudian y han hecho suya esta escuela, considerada por muchos como la más bella de su tipo en el país, no obstante el deterioro por el paso de los años.

Junto a la primera directora de la Vocacional, Fidel recorre la escuela. Foto: ArchivoJunto a la primera directora de la Vocacional, Fidel recorre la escuela. Foto: ArchivoEn el discurso de inauguración, el primero de septiembre de 1976, el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz la calificó de “maravillosa”, luego de recorrer la instalación devenida ciudad escolar. Ante el auditorio, el Comandante aseveró:

“(…) esta escuela habla muy alto, pero muy alto de los constructores camagüeyanos (…) Y quedará aquí como un símbolo de las creaciones que puede lograr el sudor del hombre, el trabajo humano.”

El conjunto logró romper con la rigidez hasta entonces imperante en las construcciones escolares de la época que empleaban el sistema prefabricado “Girón”. La importancia concedida a la educación y el espíritu emprendedor de quienes acometieron la ejecución del centro lograron una obra arquitectónica con personalidad propia.

Luego llegarían muchachas y muchachos para validar, a base de ocurrencias sanas, inteligentes y retadoras, el esfuerzo y creatividad de hombres y mujeres, de arquitectos, ingenieros, técnicos y artistas.

A la dedicación al estudio y a la pasión por el conocimiento sumarían estilos particulares de vivir y sentir cada espacio de la escuela, porque aun cuando el tiempo pasa y la vida impone nuevas metas, la Vocacional constituye patrimonio de quienes desandaron sus pasillos o aprendieron en sus aulas.

El sitio más informal o el rincón menos pensado traen recuerdos imborrables, memorias como las que encuadran las fotos entorno a la estatua de Máximo Gómez, símbolo y monumento del que se apropia cada generación de escolares sin que medien restricciones por las maneras de aproximarse al héroe.

Las imágenes que atesoran cientos de vocacionales alrededor de la figura muestran diversos ángulos donde resalta el patriota dominicano-cubano, pero quizás el más tradicional resulta aquel donde los jóvenes toman posiciones en el lateral, justo bajo el brazo derecho que empuña la espada.

Gómez mira hacia la ciudad, es uno más, el de mayor estatura física y de no menos grandeza histórica; también incitador de esos adolescentes vivarachos, alegres y profundos quienes deberán construir su propia historia y contribuir con la de todos como buenos estrategas de las artes y las ciencias en general.

La elevación del montículo provoca que algunos permanezcan de pie, apoyados en la figura a caballo; otros se sientan en la hierba, y todos están unidos para salir en la foto.

Quienes vivieron o conocen acerca de los tiempos cuando se erigía la escuela, tal vez recuerden cómo nació esa obra del destacado artista plástico habanero José Delarra, también autor de otros monumentos entre los que destaca el emblemático Che de la plaza del conjunto escultórico dedicado al Guerrillero Heroico en Santa Clara.

El titulado por muchos como “cronista de la Revolución”, concibió primero una figura del General independentista en yeso patinado, tan grande como podía caber en la vieja bodega de Centro Habana que utilizaba como estudio. Los efectos de la intemperie ocasionaron que la maqueta comenzara a desmoronarse, pero meses después fue posible su fundición en metal.

Si bien la calidad de la obra queda a la apreciación de la crítica especializada, la escultura de Delarra en la Vocacional de Camagüey representa, más que una pieza de arte, identidad y patrimonio para el IPVCE y la provincia.

La imagen de Máximo Gómez a caballo, con su espada lista para el combate figura en el monograma distintivo de los escolares preuniversitarios, en certificados y reconocimientos del Instituto para estudiantes, profesores y personalidades destacadas.

Desde luego, quienes cursaron estudios en esta escuela comentan: “Si no apareces en la foto con la estatua de Gómez, no eres un vocacional legítimo”.

Puede entonces que un día cualquiera, de celebración, el IPVCE, la estatua del Generalísimo y los vocacionales, todos en la tradicional fotografía, sean declarados monumento, patrimonio tangible o intangible, según consideren los entendidos. Pero, sin dudas, siempre serán un conjunto imperecedero.